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Atentado en EE UU

El atentado frena el proyecto republicano en el Congreso

La Cámara baja suspende sus sesiones para esta semana

Antonio Caño

La Cámara de Representantes, en la que Gabrielle Giffords se sentaba desde 2007, ha suspendido las sesiones previstas para esta semana, a la espera de revaluar la situación y asumir el impacto causado por la tragedia del sábado. En cierto modo, la matanza de Tucson ha tenido ya el efecto de frenar, aunque sea temporalmente, el impulso revolucionario con el que la nueva mayoría republicana llegó al Capitolio.

Entre los actos suspendidos está el de la votación para rechazar la reforma sanitaria defendida por Barack Obama y aprobada el año pasado por el Congreso. La votación, en la que con seguridad los republicanos iban a salir victoriosos, era puramente simbólica, puesto que había escasísimas posibilidades de que fuera respaldada por el Senado, controlado por los demócratas, y, menos aún, de que fuera ratificada por el presidente. Pero se trataba de un gesto de suma importancia con el que la nueva mayoría quería dejar claro el espíritu renovador con el que llegaba a Washington.

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Los sucesos de Arizona van a obligar, probablemente, a moderar ese espíritu y a condicionar la agenda de cambios al nuevo sentimiento contra el radicalismo político que, al menos por el momento, se ha extendido por el país.

El nuevo presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, compareció ayer ante los periodistas para advertir contra la amenaza de que un episodio criminal acabe teniendo consecuencias políticas inmediatas. "Este acto inhumano no nos disuadirá", aseguró. "No podemos permitir que ningún acto, por muy atroz que sea, nos detenga".

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No le va a ser fácil conseguirlo. El líder de la mayoría republicana, Eric Cantor, confirmó la suspensión de la actividad de la Cámara sin dejar claro cómo y cuándo podrá reanudarse: "Toda la legislación prevista para la próxima semana ha sido pospuesta, de manera que podamos tomar las acciones que sean necesarias a la luz de esta tragedia".

Es muy probable que la votación sobre la reforma sanitaria se desplace hasta otra fecha, pero Cantor confirmó que se mantiene en contacto con los líderes parlamentarios demócratas para discutir algunas iniciativas conjuntas en relación con el atentado contra Giffords y reprogramar la agenda de la Cámara.

En el clima actual, los republicanos no pueden permitirse el lujo de sonar extremistas o rechazar la mano bipartidista que, forzados por su estrepitosa derrota en noviembre, le tienden los demócratas. La propia Giffords, que pronto será héroe nacional, practicó el bipartidismo durante toda su actividad política. Fue una de las pocas demócratas que se sumó a la lectura de la Constitución con la que los republicanos decidieron empezar, el jueves, la legislatura. "Me parece que un acto bipartidista de este tipo es una excelente manera de arrancar este Congreso", declaró entonces la parlamentaria que se encuentra en estado crítico en un hospital de Tucson.

Traicionar ahora la voluntad de esta mujer con la promoción de una agenda destinada a deshacer por completo la obra de Obama sería políticamente muy arriesgado. Incluso aunque los republicanos, muy presionadas por los compromisos asumidos durante la campaña ante una base controlada por el Tea Party, decidieran seguir adelante plenamente con su proyecto, este ha perdido ya la frescura, el impulso que cualquier iniciativa política tiene en sus primeras semanas de vida.

El episodio de Tucson obliga a reconsiderar todo lo dicho durante la campaña electoral. Por mucho que no exista conexión real entre un hecho violento en un remoto centro comercial de Arizona y la voluntad expresada en las urnas por millones de norteamericanos, lo cierto es que una democracia como esta se ve diariamente afectada por el estado de ánimo cambiante de sus ciudadanos y el reflejo, más o menos distorsionado, que hacen de eso los medios de comunicación. Hoy, la nación está en lágrimas por un hecho atroz, y esas lágrimas tienen tanto poder como los votos.

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