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El centro-derecha holandés busca aliados para un Gobierno austero

Los electores abogan también por endurecer las leyes contra la inmigración

Isabel Ferrer

Formar Gobierno es siempre más difícil que ganar las elecciones en Holanda. La derecha liberal, vencedora con 31 escaños de los comicios del miércoles, ha empezado a notarlo. Y eso que aún no se han abierto las discusiones para pactar una coalición. El próximo Ejecutivo puede inclinarse tanto hacia la derecha como a la izquierda, un hecho que refleja las dudas ciudadanas. Eso sí, los holandeses parecen dispuestos a apretarse el cinturón. Por eso han ganado los liberales de Mark Rutte, que puede ser el primer jefe de Gobierno de su partido en seis décadas, un Gobierno que estará marcado por la austeridad.

A su vez, el votante espera conservar el Estado de bienestar, que garantiza escuelas gratuitas y seguros básicos de enfermedad. De ahí que los socialdemócratas, dirigidos por Job Cohen, y con 30 escaños, le pisen los talones a Rutte.

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Sin embargo, a tenor de los 24 escaños obtenidos por los populistas xenófobos de Geert Wilders, también hay un deseo de adaptar las políticas de inmigración. En especial, sus subvenciones. Wilders se apuntó un tanto durante la campaña, cifrándolas en 7.000 millones de euros anuales. Por ahora, Rutte calla. Solo ha avanzado que la tarea que se avecina "será difícil al exigir la crisis ajustes tajantes del gasto público".

Viendo lo difícil del acuerdo, Bernard Wientjes, presidente de la patronal, ha hecho un llamamiento a la moderación. Ha pedido a todos los grupos que "no se lancen a un recorte salvaje que acabe por destruir la economía", y que sean cautos, "a pesar de unos resultados apretados que no ayudan nada". Holanda necesita reducir gastos por 29.000 millones de euros para poder cuadrar sus cuentas. En un panorama tan movedizo, empresarios y sindicatos han hecho ya su aportación. Aceptan subir la edad de la jubilación, que pasará de forma gradual a 67 años. Hasta Wilders, empeñado en mantenerla en 65, acaba de asegurar que no lo ve tan urgente. Ha sido la primera concesión a los ganadores liberales para que le tengan en cuenta.

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Las deducciones fiscales de las hipotecas (11.400 millones de euros al año) sí separan a izquierda y liberales. Rutte y la democracia cristiana quieren conservarlas. Prefieren recaudar a base de subir los alquileres, que disfrutan de subsidios anuales de 14.500 millones. La izquierda y los calvinistas proponen reducir paulatinamente esos beneficios hipotecarios. De momento, no hay pacto posible entre derecha e izquierda.

Todas estas cifras dominaron la campaña, pero el hundimiento de los democristianos dificultará una de las posibles coaliciones gubernamentales más fáciles de cuadrar. Les hubiera reunido a ellos con liberales de derecha y el Partido por la Libertad de Wilders. Como la democracia cristiana ha caído por debajo del partido que representa a los populistas xenófobos, ofrecerle al electorado un Gobierno con el perdedor no parece de recibo. Sobre todo porque tendría una mayoría raspada de 76 escaños (en un Parlamento de 150). Y porque la flexibilidad de Wilders está por demostrar.

Otra alternativa sería un pacto de izquierda entre el ganador liberal, la socialdemocracia, los liberales de izquierda y los Verdes. Sería progresista y novedoso por la entrada de los ecologistas. El problema es la coyuntura económica y la cuantía de los recortes. ¿Hasta qué punto querrían los vencedores liberales verse constreñidos cada vez que quisieran ajustar gastos? Es una duda que solo despejará una larga negociación como la que se avecina. Otras combinaciones, con la izquierda radical, o un Gobierno de salvación nacional, con liberales, democristianos y socialdemócratas también podrían explorarse.

Entretanto, Rutte, que quiso ser pianista y estudió historia, disfruta de su momento de gloria. Lejos queda el mal trago de 2007, cuando expulsó del partido a Rita Verdonk, la polémica ex ministra de Inmigración, porque le disputó el liderazgo deslealmente. Estos días le toca demostrar que está listo para ejercerlo.

El líder liberal, Mark Rutte (izquierda), ayer con algunos compañeros de partido en el Parlamento de La Haya.
El líder liberal, Mark Rutte (izquierda), ayer con algunos compañeros de partido en el Parlamento de La Haya.ASSOCIATED PRESS

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