_
_
_
_
_
Reportaje:LA EUROPA DE LOS 25 | LOS NUEVOS SOCIOS / DERECHOS HUMANOS

Los ciudadanos 'borrados' de Eslovenia

Miles de residentes, procedentes de otras repúblicas ex yugoslavas, han perdido sus derechos

Guillermo Altares

Cuando Aleksander Todorovic fue a inscribir a su hija recién nacida hace cuatro años en el registro civil de Liubliana pudo introducir sin contratiempos el nombre de la niña y el de la madre. Los problemas comenzaron cuando le tocó poner su nombre, el del padre, porque para la Administración de Eslovenia no existía. Como otros 18.000 yugoslavos residentes en este país, que se independizó de Yugoslavia en 1991, había sido borrado de todos los registros. "Usted no existe, no puede figurar como el padre", le dijeron. Hoy, todavía Todorovic es un fantasma.

Con Eslovenia a punto de entrar en la Unión Europea, los borrados, víctimas de una mezcla de nacionalismo con Kafka, constituyen el mayor problema de derechos humanos en un Estado que, por otra parte, tiene un expediente impecable tanto en el terreno económico como en el institucional.

"Rompieron todos nuestros papeles. Ahora soy un extranjero sin nacionalidad"
Dos sentencias del Tribunal Constitucional dan toda la razón a los 'borrados'

Cuando Eslovenia se independizó de la antigua Yugoslavia, 200.000 personas de otras repúblicas vivían en su territorio. El 26 de junio de 1991 recibieron un ultimátum de seis meses para registrarse legalmente cuando, hasta ese momento, su situación no podía ser más legal: ciudadanos de un país viviendo en ese país. Unos 170.000 se legalizaron, 12.000 se fueron y los 18.000 que no se presentaron fueron borrados sin previo aviso.Muchos descubrieron su inexistencia al ir a renovar un carné de conducir o de identidad. "No es una cuestión de ciudadanía porque el 26 de febrero de 1992 fueron borrados de los registros. Hasta la independencia habían vivido en el mismo país y, de repente, perdieron todos sus derechos. Se convirtieron sin saberlo en residentes sin papeles en su país", señala Matevz Krivic, juez retirado de la Corte Constitucional, que se ha convertido en un representante legal de los borrados.

"Nos borraron. Rompieron todos nuestros papeles. Estuve seis años sin documentación y ahora soy un residente extranjero sin nacionalidad. Reclamamos todos nuestros derechos ciudadanos", relata Todorovic, un afable serbio de Voivodina de 48 años, que vive en el campo, cerca de la capital, y que preside la asociación más importante de borrados. "El Estado no me paga nada. Para mí fue un intento de limpieza étnica porque querían que dejásemos nuestras casas. He trabajado aquí durante 20 años, pero no tengo derechos ni seguridad social", agrega Todorovic, que llegó a Eslovenia en 1984 para trabajar en una fábrica, y que reclama indemnizaciones por el dinero no percibido. Entonces, como ahora, era la República más desarrollada (su PIB era dos veces superior al de Serbia) y recibía mucha inmigración económica.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

"Eslovenia es un ejemplo jurídico, económico, de derechos de las minorías; pero parece que cuando más nos acercamos a la UE más se fomentan las fobias", dice Franco Juri, primer embajador de Liubliana en Madrid, conocido humorista -sería como el Forges esloveno- y miembro del Foro de la Izquierda, un grupo de intelectuales independientes. "Miles de personas perdieron todos sus derechos y garantías. Muchos no tenían ningún papel porque sus países estaban en guerra. Fueron tolerados porque no hubo nunca ninguna expulsión. El Gobierno siempre ha mantenido una postura ambigua. Siguen en un limbo y luchan por sus derechos".

Convocado por la oposición conservadora y en contra del Gobierno liberal, el domingo 4 de abril tuvo lugar un referéndum -en Eslovenia, como en Suiza, se convocan consultas para todo tipo de temas- sobre una ley que restauraba sus derechos y que abría la puerta a compensaciones. El resultado fue calificado de "desgracia", "vergüenza", "signo de xenofobia y racismo" por activistas de los derechos humanos: un 94% de electorado rechazó la ley, que sólo recibió un apoyo del 4%. La participación fue del 31%, muy inferior a la de otras consultas, porque el Gobierno había pedido la abstención. Muchos creen que el motivo fundamental de la negativa no es sólo la xenofobia, sino el pago de indemnizaciones a los ciudadanos que perdieron sus derechos.

Dos sentencias del Tribunal Constitucional han dado la razón a los borrados, así como un informe del comisario de derechos humanos del Consejo de Europa, Álvaro Gil Robles, en el que estudiaba la situación de derechos humanos y de la minorías antes del ingreso. La recomendación de Gil Robles era clara: "Asegurar que la situación de los borrados se regulariza sin demora de acuerdo con la decisiones del Constitucional".

Andrej Engelman, subdirector de la Oficina del Gobierno para la UE, que negoció el ingreso, señala que "el problema de los borrados es algo que va a ser arreglado muy pronto". "No va ser un problema de Eslovenia en la UE", agrega, pero la solución no parece fácil, sobre todo tras el resultado del referéndum, que paraliza durante un año la aplicación de la ley de restitución de derechos.

Matevz Krivic pidió que el referéndum fuese boicoteado, al igual que el Gobierno, porque la ley reduce de 12.000 a 3.800 personas el número de beneficiados de las reparaciones. "No espero una solución a corto plazo", asegura Krivic. "No a causa del referéndum, sino por el oportunismo de los partidos gubernamentales, a causa de su tendencia increíble a negociar con la derecha xenófoba y aquí toda la derecha lo es", agrega este magistrado retirado.

La xenofobia es algo que se oculta en Eslovenia, un país muy orgulloso de su pasado centroeuropeo, que rechaza sus años balcánicos, aunque pasó casi ocho décadas en Yugoslavia hasta su independencia, tras una guerra de apenas una semana. Al tener una población étnicamente homogénea -el 90,2% de los casi dos millones de habitantes eran eslovenos-, los caudillos nacionalistas como el serbio Slobodan Milosevic no encontraron ningún pretexto para arrasar su territorio.

De vez en cuando se ve una pintada con la palabra cefur, el término esloveno, muy despectivo, que designa a los extranjeros de la antigua Yugoslavia -serbios, albaneses, bosnios, macedonios, croatas-, pero sólo se pronuncia en un ambiente de mucha confianza. "Hay mucha gente que tiene miedo de la multiculturalidad porque no ha tenido esa experiencia. Forma parte de los miedos de Eslovenia", señala el sociólogo Rudy Rizman, autor de varios libros sobre los nacionalismos en la antigua Yugoslavia. Con la entrada en la UE, la perspectiva cambiará, pero las transformaciones en las mentalidades son muy lentas.

Un plaza del centro de Liubliana, capital de Eslovenia.
Un plaza del centro de Liubliana, capital de Eslovenia.JAVIER TLES

La primera mezquita

Andrej Kosar logró un gran éxito con su primera película, The outsider, un filme sobre el movimiento punk en la Eslovenia de los años ochenta. Kosar, de 38 años, relata que actualmente está escribiendo el guión de su siguiente película: "Es una historia sobre cómo se trata de olvidar todo lo que tenga que ver con la antigua Yugoslavia, sobre ese agujero que se intenta crear en la memoria de los eslovenos". Por ese agujero han sido arrastrados los borrados, pero no son los únicos afectados por la desmemoria. En Eslovenia residen unos 60.000 musulmanes, la inmensa mayoría bosnios que viven allí desde hace décadas. Pero están padeciendo todo tipo de dificultades para construir la primera mezquita del país. Un concejal de la capital, Mihail Jarc, ha promovido la celebración de un referéndum para autorizar la construcción del templo, a pesar de que la Constitución establece la libertad de cultos. Cualquier ciudadano puede promover la convocatoria de un referéndum en Eslovenia si logra el apoyo de un 5% del censo, aunque el Constitucional tiene todavía que decidir si la consulta sobre el templo es legal.

Jarc, cercano a la derecha católica aunque independiente, explica en su despacho del Ayuntamiento de Liubliana que se trata de un asunto "urbanístico" y no "xenófobo". "Los ciudadanos de Liubliana han querido participar porque el Ayuntamiento no escuchó sus quejas y decidió autorizar la construcción de una mezquita a pesar de que no estaba escrito que fuese una mezquita y de que su superficie va a ser muy superior a lo que estaba previsto", explica antes de derivar hacia peculiares argumentos históricos. "Eslovenia tiene su propia historia y no se puede olvidar que los turcos invadieron este país [a mediados del siglo XV]

. No tiene conexión con la mezquita actual, pero forma parte de la conciencia nacional".

El sociólogo Rudy Rizman observa con preocupación este escándalo, que ha sublevado a la izquierda. "El problema de la mezquita es importante precisamente porque no lo es. Si no somos capaces de darles eso... No debemos olvidar nuestro pasado y la construcción de la mezquita puede ser un test para nuestra capacidad para reconocer nuestro pasado".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_