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La protesta contra la cumbre del G 8 acaba en una tumultuosa batalla campal

Un grupo violento separado de la marcha pacífica en Rostock desata los incidentes

La protesta masiva de ayer en la ciudad alemana de Rostock contra la cumbre del G 8 que se celebrará la próxima semana en la vecina Heiligendamm desembocó en graves enfrentamientos entre policías y grupos de manifestantes. Mientras miles de personas se mantenían en la zona portuaria, donde convergieron los recorridos de las cinco marchas de protesta, la parte alta de la ciudad servía de escenario para reiteradas escaramuzas entre jóvenes embozados de negro y pelotones de antidisturbios. Hubo, según la policía, 150 agentes heridos y al menos 17 manifestantes fueron detenidos.

Algunos manifestantes provistos de botiquines prestaban primeros auxilios a los heridos

En la parte norte de la ciudad báltica, los policías se emplearon con porras, gases lacrimógenos y mangueras a presión para enfrentarse a las pedradas, las botellas y los cohetes lanzados por los izquierdistas autónomos. Unas 25.000 personas, según la policía -80.000, según los convocantes-, acudieron en autobuses y trenes a Rostock. Aunque los esperaban 16.000 policías, un ejército en una ciudad de 200.000 habitantes, los controles de acceso fueron mínimos. Miles de manifestantes pudieron entrar en la ciudad sin pasar por cacheos o mostrar su identificación.

Los dispuestos a la violencia pudieron llegar así al centro de la ciudad con los cohetes, los walkie-talkies y las vestimentas protectoras de las que se sirvieron durante toda la tarde para poner en jaque a las fuerzas del orden.

Casi nadie esperaba en la mañana de ayer semejante desarrollo de una manifestación en la que participaron organizaciones nada sospechosas de radicalismo, como el Partido Verde alemán o las juventudes socialdemócratas. Tampoco en las docenas de autobuses organizados por los partidos de izquierda que partieron de Berlín a las siete menos cuarto de la mañana. En ellos, funcionarios tranquilos, profesores y empleados de mediana edad se disponían a demostrar en paz su rechazo al sistema capitalista y a la globalización económica.

Las marchas que se dirigían al puerto de Rostock se distinguieron por lo variopinto de la concurrencia. Grupúsculos trotskistas junto a furgonetas de partidos de la izquierda parlamentaria, banderas de Irak y de Venezuela a pocos metros de distancia. Corros cantando la versión alemana del No nos moverán, altavoces atronando con música punk de los Sex Pistols. Y entre ellos, con sus banderas rojas y negras, con la cara tapada hasta la nariz y los ojos cubiertos por gafas de sol, los grupos autónomos de "acción antifascista". Dispuestos a romper escaparates, según demostraron, y a lograr que la marcha pacífica derivara en enfrentamientos, haciendo valer el lema que uno de ellos llevaba en su camiseta: "Otra guerra es posible. No más lucha que la de clases".

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La luz plomiza de la tarde y las callejas que suben del puerto de Rostock hacia el casco histórico de la ciudad acompañaron la escalada violenta y dieron cobijo a los jóvenes de negro que arrancaban los adoquines para arrojarlos contra los pelotones policiales, acertando a veces o descalabrando a algún manifestante que andaba cerca. Los antidisturbios alemanes contraatacaban con profesionalidad notable, en grupos cerrados, minimizando el daño y evitando su acorralamiento.

Vestidos de negro bajo sus chalecos reflectantes, algunos izquierdistas provistos de botiquines prestaban primeros auxilios a los heridos hasta que llegaban las ambulancias. Uno de ellos explicaba que algunos manifestantes tenían cortes en los puños, lesiones en la cabeza o los ojos irritados.

La gran mayoría de las decenas de miles de asistentes pasó la tarde en Rostock sin tomar parte en los hechos violentos, escuchando los manifiestos y el concierto con el que se cerró la manifestación contra la cumbre del G 8 (los siete países más industrializados y Rusia), que se celebrará del 6 al 8 de junio en el balneario de Heiligendamm, a 25 kilómetros.

Las autoridades temen ahora que las protestas durante esta semana, a medida que se acerca la cita de los gobernantes más poderosos del planeta, sean más violentas aún que la manifestación de ayer. Apenas terminado el concierto, los furgones policiales comenzaron a hacerse también con la parte baja del puerto.

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