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El conflicto iraní

Bush apremia a los árabes a unirse contra Irán "antes de que sea tarde"

El presidente de EE UU acusa a Teherán de financiar el terrorismo

El origen de todos los males que aquejan a Oriente Próximo es Irán. Con este mensaje simplista, el presidente George W. Bush apremió ayer a sus aliados de la península Arábiga a "unirse para afrontar este peligro antes de que sea demasiado tarde".

En Abu Dhabi (Emiratos Árabes Unidos), el mandatario estadounidense lanzó su diatriba más dura contra el régimen de Teherán desde que comenzó, el miércoles en Israel, su gira por la región. "Irán amenaza la seguridad de las naciones en cualquier lugar. Por tanto, EE UU está fortaleciendo sus antiguos compromisos de seguridad con nuestros amigos en el Golfo [Pérsico]", añadió Bush.

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Cabían pocas dudas de que el expediente iraní acapararía las conversaciones que el presidente ha sostenido en Oriente Próximo. Incluso en Jerusalén, donde el enquistado conflicto entre israelíes y palestinos despierta pasiones que se extienden por toda la región, el programa nuclear de Irán centró gran parte de las reuniones que Bush mantuvo con el primer ministro, Ehud Olmert, y miembros de su Gobierno. "Irán es el líder mundial en la promoción del terror", afirmó ayer. "Envía", añadió, "cientos de millones de dólares a los extremistas alrededor del mundo mientras su propio pueblo encara la represión y las penurias económicas".

El presidente incidió en que Teherán socava la paz con su respaldo al partido chií Hezbolá en Líbano, al movimiento fundamentalista palestino Hamás, y a los milicianos chiíes en Irak. Agregó que Irán destina armas a los talibanes en Afganistán, que intimida a sus vecinos "con su alarmante retórica, y que desafía a Naciones Unidas y desestabiliza la región por su negativa a permitir la inspección de su plan atómico". Una referencia, la de la ONU, que refleja su peculiar modo de interpretar la legalidad internacional.

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Si bien es verdad que el Gobierno del presidente Mahmud Ahmadineyad apoya a Hezbolá y Hamás, tampoco caben dudas de que Bush no es el más legitimado para proclamar las bondades de las resoluciones del organismo internacional. Fue el mandatario quien desató la guerra en Irak en 2003 saltándose a la torera las decisiones de la ONU. Y, sin ir más lejos, el jueves en Ramala (Cisjordania), Bush eludió las resoluciones que ordenan la retirada israelí de los territorios ocupados palestinos y avaló los hechos consumados que impone el Estado hebreo desde 1967.

En su discurso, Bush retomó con vigor el "eje de su política exterior": la democratización de los países de Oriente Próximo. En presencia de los jeques que rigen Emiratos Árabes Unidos, no mencionó a los países aliados como diana de sus planes democratizadores. Tan sólo criticó genéricamente la detención de opositores. Y advirtió: "No se puede levantar una nación moderna cuando no se permite al pueblo expresar sus legítimas críticas". En estos riquísimos emiratos petroleros la democracia es una quimera y los derechos de los emigrantes son pisoteados por los opulentos ciudadanos que gozan de la nacionalidad de los emiratos.

Abundan los dirigentes y analistas que estiman que son esos impulsos democratizadores los que han propagado las llamas en alguna zona de Oriente Próximo. Bush forzó a Israel a permitir la participación de Hamás en las elecciones de 2006, en la convicción de que su entrada en la arena política provocaría su abandono paulatino de la violencia. Los islamistas arrollaron. Pero su victoria no fue aceptada por la comunidad internacional.

El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, se sirve comida durante el desayuno de ayer en un cuartel estadounidense en Manama, en Bahrein.
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, se sirve comida durante el desayuno de ayer en un cuartel estadounidense en Manama, en Bahrein.EFE
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