_
_
_
_
_

Las elecciones espolean a los republicanos

Bob McDonnell y Chris Christie acaban con el dominio demócrata en los Estados de Virginia y Nueva Jersey

Antonio Caño

Con todas las precauciones necesarias respecto a unos resultados muy influidos por asuntos locales, las elecciones del martes en Estados Unidos representan un pequeño impulso para el Partido Republicano y una cierta llamada de atención para los demócratas y Barack Obama. Mucho más dudoso es que se pueda interpretar esta parcial convocatoria a las urnas como un referéndum sobre la popularidad del presidente.

Los republicanos recuperaron los puestos de gobernador de Virginia y Nueva Jersey. En el primer caso, Bob McDonnell, un conservador de ley, orden y Dios, ganó holgadamente en un territorio que sigue estando mayoritariamente a la derecha. En Nueva Jersey, en cambio, Chris Christie, un moderado, destronó al actual gobernador en un Estado de larga tradición demócrata.

Más información
Los republicanos esperan resucitar en las elecciones de Virginia y Nueva Jersey
Bloomberg mantiene la alcaldía de Nueva York con una ajustada victoria

El doble triunfo en dos lugares en los que Obama había ganado el año pasado ha sido considerado por el liderazgo de la oposición como el punto de apoyo para el relanzamiento del partido de cara a las legislativas del próximo año y a las presidenciales de 2012. "Esto permitirá vigorizar a nuestros voluntarios, a nuestras organizaciones y a nuestros donantes", manifestó el presidente de la Asociación de Gobernadores Republicanos, Haley Barbour.

La gran noche republicana tuvo, sin embargo, un lunar de cierta trascendencia. La oposición perdió un escaño de la Cámara de Representantes por un distrito de Nueva York que había ganado desde la Guerra Civil. Y eso fue posible únicamente porque los conservadores extremistas impusieron a un candidato de su línea y obligaron a renunciar a la elegida por los responsables locales, más moderada, lo que provocó una división interna que acabó beneficiando a los demócratas.

Cada una de estas elecciones tiene su importancia y tendrá sus efectos. Pero la gran incógnita de la noche era la de saber qué indicaban estos resultados respecto a la política nacional, y en ese sentido su interpretación es más compleja. El portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, dijo que el presidente no había seguido de cerca la aparición de los resultados.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Por un lado, estas elecciones vuelven a demostrar el sentido del equilibrio que orienta a los votantes norteamericanos. Desde hace 20 años, estos comicios en Virginia y Nueva Jersey los gana el partido que no está en la Casa Blanca, sea cual sea.

Por otra parte, hay diversos factores que tener en cuenta en ambos Estados mucho más determinantes que la popularidad de Obama o la política de su Gobierno. En el caso de Nueva Jersey, uno fundamental es el desprestigio del gobernador demócrata, Jon Corzine, a quien se reprocha una pésima gestión de la crisis económica y que estaba por detrás en las encuestas por más de 10 puntos antes de que Obama participase en la campaña. Acabó perdiendo por cinco.

En Virginia, el fracaso del candidato demócrata, Creigh Deeds, se veía venir ya desde los primeros días de una campaña electoral que ha sido considerada como un monumento al disparate. Marginando a la población negra -muchos de sus principales representantes ni siquiera le dieron su apoyo- y urbana, Deeds destruyó la coalición que hace un año había puesto a Virginia del lado demócrata por primera vez desde 1965. Cuando Obama acudió al rescate, Deeds llevaba ya una desventaja de 20 puntos.

Tanto en Virginia como en Nueva Jersey las encuestas reflejan una popularidad del presidente cercana al 60%, en torno o por encima de la media nacional, aunque muchos de los que votaron por él en 2008 no se han sentido ahora llamados por el mismo movimiento. En Nueva Jersey, un 57% de la población aprueba la gestión de Obama, pero un 20% de ellos votó por Christie.

Al mismo tiempo, estas elecciones sí aportan algunos datos que pueden ser motivo de inquietud para los demócratas y de preocupación para la Casa Blanca. Entre los primeros, eso mismo, el hecho de que la popularidad de Obama no repercuta automáticamente a favor de cualquier candidato del partido del Gobierno. Eso es un problema que puede ser serio cuando la suerte de muchos de los proyectos de la Casa Blanca está en manos de congresistas que deben someterse a elecciones dentro de un año.

Algunos congresistas demócratas pueden entender, por erróneo que resultara el cálculo, que éste es el momento de que cada uno se salve por su cuenta y que el respaldo a la reforma sanitaria y otros proyectos no sólo no es garantía de éxito sino que puede ser un obstáculo para la reelección.

Para el presidente, el indicador más alarmante de la noche del martes es, sin embargo, el comportamiento de los electores que se definen como independientes. Un 60% de los que responden a esa denominación se inclinaron por el candidato republicano en Nueva Jersey.

Los independientes no sólo jugaron un papel fundamental para elegir a Obama sino que fueron un factor muy importante durante la campaña electoral para demostrar el espíritu bipartidista que inspiraba la candidatura del actual presidente. Sin el apoyo de los independientes, decepcionados porque consideran que la Casa Blanca está atendiendo demasiado los intereses de la tradicional clientela demócrata, Obama se convierte en un político tradicional y su fuerza renovadora pierde fuelle.

Todos los efectos detectados en esta jornada electoral parecen aún frágiles y, probablemente, sencillos de revertir. Existe un factor psicológico que, sin duda, hay que tener en cuenta y que ayudará a los republicanos a superar la depresión en la que estaban sumidos. Pero quedan aún muchas batallas por librarse hasta el próximo duelo en las urnas.

El republicano Bob McDonnell habla para la prensa durante la campaña.
El republicano Bob McDonnell habla para la prensa durante la campaña.AP
El republicano Chris Christie celebra su victoria en Nueva Jersey
El republicano Chris Christie celebra su victoria en Nueva JerseyAP
En 365 días, Barack Obama ha perdido popularidad al mismo ritmo que ha ganado canas. Saltaba al campo en plena crisis económica y los últimos datos avalan su gestión. En su otro gran reto, el de la reforma sanitaria, aún es pronto para saber si ha errado el tiro. En el exterior, su calendario de salida de Irak podría alterarse si se confirma el rebrote del terrorismo. Además, debe decidir si aumenta las tropas en Afganistán justo en el momento en que llegan más féretros desde allí. El Nobel de la Paz por adelantado también le obliga a confirmar con hechos sus buenas intenciones sobre las armas nucleares o el cierre de la prisión de Guantánamo. Los más críticos le recuerdan que hace un año anunció un cambio y que todavía no lo ha cumplido.Vídeo: AGENCIA ATLAS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_