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Ola de cambio en el mundo árabe

El presidente sirio no cede a la presión popular y denuncia una gran "conspiración extranjera"

"Somos capaces de superarlo", asegura Bachar el Asad.- El Gobierno de Siria dimitió ayer en pleno tras dos semanas de protestas

Enric González

Los sirios, y el resto del mundo, ya saben a qué atenerse: Bachar el Asad no piensa reformar la dictadura heredada de su padre ni escuchar unas protestas fomentadas, según él, por "conspiradores con un plan israelí". El presidente de Siria ha pronunciado este miércoles un discurso a la vez continuista y desafiante, interrumpido por sus propias risas y por los poemas de devoción que le dirigían los diputados. Pese a las promesas formuladas por el propio régimen en los últimos días, no ha hablado de levantar el estado de excepción vigente desde 1963. Poco después de la comparecencia de El Asad, cientos de manifestantes furiosos han salido a la calle en la ciudad costera de Latakia.

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La reacción inmediata en Latakia, donde según testigos presenciales las fuerzas de seguridad han efectuado numerosos disparos, podría anticipar acontecimientos más graves el viernes, la jornada de las grandes manifestaciones. Reporteros locales de Al Yazira y The Guardian han indicado que la decepción ante el inmovilismo del presidente era perceptible incluso en personas próximas al régimen.

La escenografía del discurso fue la típica de las ocasiones políticas solemnes. A la entrada del edificio de la Asamblea Popular, en Damasco, varios cientos de personas gritaban "Dios, Siria, Bachar". En el hemiciclo, los diputados (designados por su fidelidad al dictador) clamaban su ansia de dar la vida por El Asad.

El vicepresidente, Faruk el Shara, había asegurado el pasado lunes que El Asad iba a anunciar "importantes decisiones" que darían "satisfacción al pueblo sirio". La expectación era máxima. Pero no hubo novedad alguna. El núcleo del discurso de El Asad ha consistido en una frase parecida a las que solía utilizar su padre: "Decimos a quienes piden reformas que nos retrasamos en su aplicación pero pronto las comenzaremos. Las prioridades son la estabilidad y la mejora de las condiciones económicas". Las mismas prioridades de siempre, aunque en circunstancias cambiantes: el régimen había dejado de garantizar la estabilidad, vistas las manifestaciones y los disturbios en Daraa, Latakia y otras ciudades, y las condiciones económicas llevaban años empeorando.

El presidente de Siria ha sido pródigo en excusas. "Nos acusan de prometer reformas y no realizarlas, pero nos hemos visto obligados a modificar nuestras prioridades a causa de las reiteradas crisis regionales y de cuatro años de sequía", ha declarado. Sobre los manifestantes muertos por disparos de las fuerzas de seguridad, al menos 61, El Asad no culpó a misteriosos "grupos armados", como había hecho su Gobierno (dimisionario desde el martes) .

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Ha reconocido de forma implícita que habían sido las fuerzas de seguridad, dirigidas por su hermano menor, las causantes de las matanzas, y ha añadido una curiosa autoexculpación: "Yo había formulado órdenes precisas para que no se les atacara (a los manifestantes), el deber del Estado es escuchar a la gente, pero no podemos tolerar el caos". "Bajo el pretexto de las reformas se ha creado el caos", ha insistido.

Estado de excepción

El discurso presidencial ha jugado con el temor, justificado, a que una caída abrupta del régimen causara una implosión del país y una guerra entre facciones religiosas, similar a la de Líbano y más recientemente la de Irak.

El estado de excepción establecido tras el golpe de Estado del partido Baaz en 1963 fue el recurso con el que Hafez el Asad, presidente desde 1970, impuso un régimen de terror y censura sobre toda disidencia política y a la vez permitió ciertas libertades religiosas y privadas que evitaron conflictos sectarios. Cuando Bachar el Asad sucedió a su padre, en 2000, prometió que acabaría con el estado de excepción. Pero ahí sigue.

Como el tunecino Ben Ali, como el egipcio Mubarak, dos dictadores ya derribados por la gran revuelta árabe , El Asad ha atribuido las protestas a las "consignas" de las "televisiones panárabes por satélite", es decir, Al Yazira, y a supuestas conspiraciones "internas y externas" fomentadas por Israel.

Sería realmente extraño que Israel quisiera acabar con un régimen como el sirio, que no se atreve a hacerle la guerra (la frontera del Golán es la más tranquila de la región) y que usa a otros, como los libaneses de Hezbolá y los palestinos de Hamás, para un hostigamiento controlado que Israel utiliza a su vez para justificar su negativa a hacer la paz y a devolver los territorios ocupados. El diario progresista israelí Haaretz publicó el martes, precisamente, un artículo titulado El Asad es el dictador árabe favorito de Israel.

Manifestación progubernamental en una céntrica plaza de Damasco.
Manifestación progubernamental en una céntrica plaza de Damasco.(REUTERS)

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