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Columna
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El emperador en su corcel

Lluís Bassets

Un excelente pescador se ha instalado en el Faubourg Saint-Honoré, esa calle paralela a los Campos Elíseos llena de tiendas carísimas. Desde la palanca del Palacio del Elíseo tendida sobre la laguna de la izquierda, ese buen hombre saca unos hermosos pescados cada vez que lanza sus cañas. Ya fue excelente la pesca con su primer gobierno, cuando sacó un lucio de postín como Bernard Kouchner. Para el segundo Gobierno, ha sacado otro pez gordo y un puñado de valiosos alevines. El dique rojo contuvo el tsunami azul, pero no frenó la apertura al centro y a la izquierda, que se ha convertido, además, en apertura a la diversidad social, ideológica, cultural e incluso étnica. No hay que realizar muchos esfuerzos comparativos para darse cuenta de que le petit Nicolas ha hecho uno de los gobiernos más seductores y brillantes que hay ahora mismo en Europa.

Ha recuperado a un ex ministro de Exteriores y ex comisario europeo como Michel Barnier para una cartera tan difícil como la agraria: deberá negociar la acomodación de la agricultura francesa sobreprotegida a la apertura comercial que exige la filosofía política exhibida por el patrono. Ha situado a Christine Lagarde, una mujer de formación liberal y americana, de perfil más técnico que político, en el ministerio de Economía y Finanzas: a su iniciativa se deberá la primera oleada de reformas que desplegará a partir de hoy mismo en el terreno fiscal y laboral. Se añadirán a los varios pesos pesados que ya había en su primer gabinete. Pero lo más sonado es la desfachatez con que ha seguido pescando en el centro y a su izquierda. Tres ministros salen de la esfera centrista y seis de la socialista, en total un tercio del Gobierno. Tres mujeres vienen de la inmigración, dos de raíces magrebís (la ministra de Justicia Rachida Dati, y la presidenta de la asociación contra la violencia machista Ni Putas Ni Sumisas Fadela Anara) y otra de origen senegalés (la muy joven y mediática Rama Yadé). Y se ha sacado de encima al pobre Alain Juppé, último representante del chiraquismo y político valiosísimo pero sin suerte, la única característica, por cierto, que Napoleón exigía a sus mariscales.

Pescar en aguas ajenas y meter pesos pesados en un Gabinete son cosas que exigen seguridad en sí mismo y dotes de mando para mantener el orden en las propias filas. Sarkozy las tiene y, tras la pesca silenciosa, cabalgará ahora hacia el fragor de una ofensiva que durará hasta el 14 de julio, primera fiesta nacional, primer desfile militar por los Campos Elíseos y primeras vacaciones presidenciales y tregua antes de una rentrée que muchos querrán caliente. La elección presidencial francesa, trasunto democrático y contemporáneo de la consagración monárquica, proporciona chorros de carisma y permite trastocar los errores en aciertos. Le ha costado entre 50 y 60 diputados el anuncio de un incremento del IVA en cuatro puntos para compensar la piñata fiscal que se prepara para los ricos. Pero si consigue avanzar con presteza, al final se venderá como el cálculo maquiavélico de un presidente que no quería cargarse con una mayoría parlamentaria excesiva y prefería integrar en los escaños el inevitable malestar que levantará su programa de ruptura con la economía regulada, los privilegios funcionariales y el gasto excesivo. El brioso presidente con que se ha dotado Francia ha resuelto, así, en dos movimientos de muñeca tácticos la compleja tarea de desplegar sus fuerzas en posición de ataque.

Ayer empezó a caracolear encima de su corcel. La primera oleada será de medidas económicas y laborales, la segunda de reformas de la Universidad, la justicia y los servicios mínimos en las huelgas y la tercera, y quizás la más dura, versará sobre inmigración: una cada semana. Y en septiembre, más. Sin parar en ningún momento. "El gobierno parece decidido a avanzar à la hussarde en el hueco del verano. No es de buen augurio", ha señalado el editorial de Le Monde. Lleva razón, porque lo que se anuncia es un choque de trenes, una gran batalla, quizás una guerra como la que emprendió la señora Thatcher contra los sindicatos y contra la izquierda. Con muertos y heridos: Austerlitz o Waterloo.

http://blogs.elpais.com/lluis_bassets/

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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