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El general Petraeus se enfrenta a su mayor desafío

El militar tendrá que demostrar si el éxito de Irak funciona en Afganistán

A finales de 2008, poco después de haber ayudado a evitar una catástrofe en Irak, el general David Petraeus se preparaba para la otra guerra estadounidense. "Siempre he dicho que Afganistán sería la lucha más dura", afirmó Petraeus en aquel momento.

El general tendrá ahora toda la responsabilidad sobre la campaña militar en Afganistán, quizá en un momento decisivo para mejorar la situación y recuperar la iniciativa en esta guerra que ya va por los nueve años.

Petraeus se hace cargo en un contexto similar al de hace tres años en Irak, cuando la situación parecía desesperada. Pero hay una diferencia crucial. El general fue destinado a Irak para corregir los errores de los comandantes que le habían precedido. En Afganistán, él ha sido decisivo para desarrollar la estrategia con el general Stanley McChrystal, encargado de ejecutarla sobre el terreno. El militar será ahora el único responsable de su éxito o su fracaso y eso pondrá en riesgo la reputación que construyó en Irak.

En Bagdad fue capaz de llegar a acuerdos con los insurgentes
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Petraeus, de 57 años, posee un buen conjunto de habilidades para el nuevo puesto: el encanto de los Boy Scouts, su perspicacia y su feroz voluntad por tener éxito. Se entiende bien con la prensa y con la gente, es un negociador hábil y es probable que muestre su capacidad política para diferenciarse de McChrystal.

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Petraeus dio un giro a la campaña de Irak con el envío de 30.000 soldados a Bagdad y mediante los acuerdos a los que llegó con los líderes insurgentes que habían pasado los últimos cuatro años matando a estadounidenses. Se ganó así una reputación de comandante con recursos, poco ortodoxo y posible candidato a la presidencia de Estados Unidos.

Pero Afganistán es una guerra muy diferente en un país muy diferente. Irak es urbano, rico en petróleo y con una clase media educada; Afganistán es un Estado destrozado con un tejido social y unas infraestructuras que han quedado en ruinas tras tres décadas de guerras. En Irak, la insurgencia está en las ciudades, mientras que en Afganistán se extiende por las montañas y desiertos del país.

Para vencer, el general Petraeus necesitará, además de todas sus cualidades, una dosis de buena suerte tan grande como la que tuvo en Irak. Por ahora, todo en la guerra de Afganistán va mal: la campaña en la estratégica ciudad de Kandahar ha encontrado la resistencia del pueblo afgano, el presidente Hamid Karzai se está mostrando errático e impredecible, y los talibanes se resisten más tenazmente que nunca.

Para cambiar el rumbo, Petraeus continuará seguramente con la estrategia de contrainsurgencia que ideó con el general McChrystal: proteger a los civiles afganos separándolos de los insurgentes y ganar el apoyo del pueblo. Pero también tendrá que convencer a sus propias tropas, cada vez más molestas por las restricciones impuestas al uso de armas de fuego para proteger a los civiles.

Es probable que, como en Irak, el general trate de persuadir a los talibanes con promesas de seguridad y puestos de trabajo. Hasta puede que intente alcanzar acuerdos con altos dirigentes de los talibanes, así como con los servicios de inteligencia militar de Pakistán. Un ex colaborador de Petraeus en Irak, ahora en Afganistán, expresa la idea de esta manera: "La política es hacer que todos se sientan más seguros, reconciliarse con quienes están dispuestos a ello y matar a quienes uno necesite matar".

Tal vez el reto más difícil del general sea el de unir a un equipo díscolo de altos funcionarios de la administración de Obama con opiniones diferentes de cómo se debe combatir en Afganistán. A pesar de su sagacidad política, al general le desagrada la actividad frenética de Washington. En septiembre de 2007, Petraeus y el embajador de EE UU en Irak, Ryan C. Crocker tuvieron que comparecer ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado. La violencia en el país aún no había descendido y los dos hombres fueron interrogados sin piedad. "Ha sido la experiencia más miserable de mi vida", comentó después a un periodista.

El general Petraeus se enorgullece de sus proezas atléticas. En Irak, solía correr ocho kilómetros seis días a la semana, superando así a los capitanes más jóvenes. Recientemente, sin embargo, han surgido preguntas acerca de su salud. El año pasado, se sometió a un tratamiento para el cáncer de próstata y, según ha dicho, ya está curado. La semana pasada se desmayó mientras comparecía ante el Senado. Dijo que estaba deshidratado.

Ahora tendrá seis meses para poder mostrar sus progresos a Obama. En diciembre, el presidente y sus asesores llevarán a cabo una "evaluación estratégica" que servirá para informar sobre los avances más importantes en Afganistán. Después de eso, habrá que ver cuáles serán los planes de Obama.

Petraeus saluda a las tropas que le rindieron honores al dejar el cargo en Irak, a finales de 2008.
Petraeus saluda a las tropas que le rindieron honores al dejar el cargo en Irak, a finales de 2008.REUTERS

La estrategia a seguir

El general Petraeus expuso en la Conferencia de Seguridad de Múnich de 2009 las claves de su etrategia en Afganistán.

- Apoyo de la población. "Tenemos que esforzarnos para protegerles. El pueblo es el terreno de batalla decisivo".

- Despliegues inteligentes. "Interferir lo menos posible en la vida de la gente y no molestar a los que van a trabajar".

- Policía eficaz. "Necesitamos una reformada y eficaz policía afgana".

- Fidelidad a los valores. "Es lo que nos distingue de nuestros enemigos. Hay que reducir las víctimas civiles".

- Reconciliación. "Habrá que conseguirla respetando la Constitución afgana. Hay que inducir a los grupos a abandonar las armas".

- Reducir las bajas de la OTAN. Junio ha sido uno de los peores meses en esta guerra de nueve años.

- Victoria en Kandahar. Vencer a los talibanes en Kandahar es indispensable para ganar en todo el país.

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