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SÉGOLÈNE ROYAL | Congreso socialista en Francia

La hija rebelde vuelve a la carga

Antonio Jiménez Barca

Su padre, el teniente coronel, les hacía caminar los domingos por la acera en fila india en dirección a la iglesia en orden decreciente. Primero el padre, luego la madre, luego los ocho hijos. Marie Ségolène era la cuarta.

La aspirante a liderar el socialismo francés, el rostro más popular de la izquierda francesa, siempre recuerda que no fue muy feliz ni en su infancia ni en su adolescencia, que su padre el teniente coronel era autoritario y machista y que eso tal vez le marcó para toda la vida. De ahí, dice ahora, su rebeldía y su feminismo.

Nació en Dakar, donde su padre estaba destinado, en 1953, en una casa con criados y palmeras. Tras pasar por La Martinica, la familia recaló en la localidad de Chamagne (en la región de los Vosgos). Fue buena alumna en el colegio, en el instituto y en la universidad.

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A los 25 años, ya en París, cuando estudiaba en la prestigiosa Escuela Nacional de Administración (ENA), vivero de altos funcionarios y líderes políticos, ingresa en el Partido Socialista francés (PS). Y también conoce al hombre que será su pareja sentimental durante muchos años, con el que tendrá cuatro hijos, del que se separaría en 2007, una vez terminada la campaña presidencial... y al que espera suceder hoy al frente del PS cuando termine el 75º congreso del principal partido de la izquierda francesa. Hasta este punto en el PS se cruzan, algo esquizofrénicamente, las divergencias o avenencias ideológicas con los estragos sentimentales.

A pesar de la sonrisa perfecta que luce en cada foto, los que la conocen la definen como una persona rígida y distante, características tal vez heredadas también de ese padre oficial que hacía del hogar una sucursal de la mili.

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En 1988 es elegida diputada; en 1992, ministra de Medio Ambiente; en 1997, de Educación; en 2004, presidenta regional de Poitou-Charentes (en el suroeste francés), un cargo que aún ostenta. Y en noviembre de 2006, contra todo pronóstico y contra los deseos de los jerarcas del Partido Socialista, gana en unas primarias y se erige como candidata a presidenta de la República.

Nace la Ségomanía, y no sólo en Francia: se aúpa a las portadas de todos los semanarios del mundo, atraviesa como un vendaval el mustio panorama socialista. Sus detractores la acusan de falta de profundidad, de ligereza; sus defensores replican que por fin hay alguien en la izquierda que habla menos de filosofía de la política que de educación y guarderías, capaz de sacudirse el peso de la vieja guardia y ganar de una vez.

Pero Nicolás Sarkozy, otro líder que alcanzó el control de su partido de una forma heterodoxa, la derrotó desde la derecha. Royal y sus seguidores se quejaron siempre del poco apoyo de su organización a lo largo de la campaña. El partido (personificado en el hombre del que se acababa de separar) se encogía de hombros y replicaba que la culpa había que buscarla en la escasa solidez del candidato.

Ahora Royal vuelve. Con la misma sonrisa y un discurso parecido. Aunque esta vez está dispuesta a quemar todas las etapas antes de pelear de nuevo por la presidencia. Y la primera de ellas pasa por hacerse con un partido cuyas élites le dieron la espalda, pero los militantes no. De hecho, es la primera en la lista en apoyos expresos de los afiliados en la votación preliminar al congreso de Reims, con un 29%. Ahora va paso a paso. Como la hija del teniente coronel.

SCIAMMARELLA

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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