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Reportaje:Ola de cambio en el mundo árabe | La oposición integrista

La incógnita de los Hermanos Musulmanes

La organización islamista apoya la protesta pero no la dirige

Desde que el pasado martes el pueblo egipcio se lanzara a la calle para exigir democracia, el Gobierno ha intentado lanzar bombas de humo con la idea de que los Hermanos Musulmanes, la principal fuerza de oposición, estaban detrás de las protestas. Nada más lejos de la realidad. El grupo islamista, ilegalizado aunque tolerado por el régimen, se ha mantenido a una prudente distancia de la organización de las protestas. La misma noche antes del que llamaron viernes de ira, un portavoz de los Hermanos Musulmanes aseguró que no liderarían la revuelta, pero que estarían en la calle con el pueblo.

La gente es el punto fuerte de los Hermanos Musulmanes, que han sabido ganarse la simpatía de las clases más desfavorecidas a través de un grueso tejido de trabajo social. Desde las mezquitas y con una fuerte presencia en los barrios más pobres de las ciudades de todo Egipto, los Hermanos han conseguido arrastrar a más y más seguidores con el paso de los años. Nacidos en 1928, durante la época colonial, aprendieron de su fundador, Hasan el Banna, un maestro de escuela elemental de lengua árabe. De su obra y de su práctica de organización de masas beben el modelo de pensamiento y la acción islamista que se constituyó durante el siglo pasado. Desde entonces el grupo ha insistido en la creación de un Estado gobernado por la aplicación estricta de la ley islámica, o sharía, y los castigos de Dios. Esa es la campana que Mubarak agita por temor a que tomen el control en las calles, su medio natural, y ese fue el motivo por el que fueron ilegalizados en 1954 y durante todo el mandato de Gamal Abdel Nasser (1952-1970) sufrieron una terrible persecución.

En los últimos días varios miembros de la cúpula del grupo han sido detenidos
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Hace una semana, tras manifestar su apoyo a la revuelta, los Hermanos Musulmanes advirtieron al Gobierno de que la paz no duraría mucho si no se acometen una serie de reformas urgentes entre las que consideraban: la abolición del estado de emergencia en el que Egipto permanece desde el asesinato de Sadat en 1981 y, gracias al cual, el Estado detiene arbitrariamente a los miembros de su grupo; la disolución del nuevo Parlamento y la celebración de elecciones libres y justas; la enmienda de los artículos 76, 77 y 78 de la Constitución, relacionados con el sistema electoral; unas elecciones presidenciales en base a esas enmiendas, el cese del actual Gobierno y la formación de uno nuevo que responda a las demandas del pueblo egipcio.

La madrugada del viernes las fuerzas de seguridad egipcias detuvieron a siete de los miembros de la cúpula de la organización islamista. El Gobierno ha llevado a cabo una estrategia de detenciones sistemáticas contra los militantes de la hermandad.

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No muy lejos quedan las elecciones parlamentarias que Egipto vivió en diciembre de 2010. Flagrantemente amañadas, el gobernando Partido Nacional Democrático de Hosni Mubarak barrió al resto de grupos del Parlamento. Los Hermanos Musulmanes, hasta entonces la principal fuerza opositora con un quinto de los escaños, no lograron ni un asiento. Más de un millar de sus militantes fueron detenidos durante el mes previo. Desmanes contra la democracia con el fantasma del islamismo como excusa.

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