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Catástrofe en el Pacífico

El miedo apaga la noche de Tokio

La catástrofe del terremoto y el accidente nuclear vacían los animados locales de ocio - Miles de personas huyen de la capital o se encierran en sus casas

Hace dos años, Kofi, original de Ghana, llegó a Japón en busca de una oportunidad. Había pasado algún tiempo en Londres, de donde sacó, entre otras experiencias, un excelente inglés y decidió saltar a Asia. Pero como muchos otros extranjeros, acabó trabajando de pescador de clientes para un bar de alterne en el vibrante barrio nocturno de Roppongi, en Tokio.

Al caer la noche, es posible ver a Kofi en el cruce de este popular distrito, enfundado en un anorak de plumas, el gorro calado sobre las orejas, mirando a un lado y a otro, y tirando la caña a ver si pesca a alguien.

Pero desde el viernes pasado, hay pocos peces en Roppongi. Tras el terremoto y la crisis surgida de la planta nuclear de Fukushima -que resultó dañada por la catástrofe- se han esfumado los turistas extranjeros y los japoneses. "El miércoles pasado esto era un hervidero, y ahora no hay nadie", asegura mientras pugna con otro extranjero que intenta levantarle la posible presa. "La gente está asustada, y se ha ido de Tokio", admite.

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A las once de la noche, las habitualmente bulliciosas calles de este barrio están casi desiertas. Porteros y pescadores de clientes charlan ante la falta de paseantes a los que abordar. Tan solo abundan los taxis, que por toda la ciudad forman largas serpientes luminosas a las puertas de hoteles y restaurantes, a la espera de pasajeros que no llegan.

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Las continuas réplicas del terremoto del viernes y, sobre todo, la radiación que se escapa de la central atómica han provocado el pánico en la capital, hasta el punto que muchos residentes en Tokio ya han huido, y otros se han encerrado en sus viviendas para evitar una posible radiación. Muchas familias han hecho acopio de alimentos, agua y baterías ante la posibilidad de que se vean obligadas a permanecer enclaustradas en casa si se produce una fuga radiactiva grave.

"El 70% de los locales de entretenimiento de Roppongi ha cerrado, y, a pesar de ello, el negocio de los que siguen abiertos ha caído un 60%", dice Hide, de unos 35 años, que trabaja en el Club Gaspanic. Hide, original de Tokio, declara estar asustado, y acusa al Gobierno de no estar diciendo la verdad sobre lo que ocurre en Fukushima. "La gente se ha ido porque piensa que se puede producir un gran terremoto en Tokio o los alrededores, pero, sobre todo, por el problema en la central nuclear", confiesa.

Las autoridades aseguran que los niveles de radiación registrados en Tokio -tres veces más altos de lo normal el martes pasado- no suponen una amenaza para la salud, pero algunos expertos creen que las autoridades están minimizando la gravedad de la crisis. Lo mismo piensan los ciudadanos. "El Gobierno no está diciendo la verdad", afirma Hide.

Algunas zonas de la capital han adquirido un aire fantasmagórico. Muchos colegios han cerrado y algunas compañías han permitido a sus empleados que trabajen desde casa. Francia, Austria y otros países han urgido a sus ciudadanos a que se vayan de Japón o se dirijan al sur del país. Ante esta incertidumbre, empresas multinacionales extranjeras han comenzado a repatriar a sus empleados o les han alejado de la central atómica. Entre las primeras, están las automovilísticas Peugeot y Daimler; entre las últimas, la compañía de desarrollo de programas informáticos SAP.

Masa, de 32 años, que trabaja en el sector informático, es uno de quienes han decidido encerrarse en casa todo el día para evitar el posible efecto de la radiación. "Venimos de tomar una copa. Solo salimos una hora al día, por la noche", asegura acompañado de una joven.

Algunas zonas de la capital se han visto afectadas por los apagones rotatorios decretados por el Gobierno para poder desviar electricidad a otras zonas del país, y por la reducción del servicio de transporte ferroviario. Unas circunstancias excepcionales que han llevado a muchos japoneses que viven solos y no han podido o no han querido irse de Tokio a buscar la compañía de otra gente en su misma situación en los bares de Roppongi, según cuenta Hide en su club de la capital japonesa.

Cientos de personas abordan en una estación de Tokio el Shinkansen, el tren bala, para viajar a ciudades más alejadas de la amenaza radiactiva.
Cientos de personas abordan en una estación de Tokio el Shinkansen, el tren bala, para viajar a ciudades más alejadas de la amenaza radiactiva.DIEGO AZUBEL (EFE)

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