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El ministro de Defensa de Brasil, Nelson Jobim, sale del Gobierno arrastrado por sus declaraciones polémicas

La presidenta Rousseff nombra como sustituto a Celso Amorim, responsable de Asuntos Exteriores con Lula

El ministro de Defensa de Brasil, Nelson Jobim, ha entregado hoy su cargo a la presidenta Dilma Rousseff tras un mes de declaraciones polémicas contra el Gobierno. Rousseff ha nombrado nuevo ministro a Celso Amorim, responsable de Asuntos Exteriores con el Ejecutivo de Lula y perteneciente al ala izquierda del Partido de los Trabajadores (PT)

Se trata del tercer ministro, después del de la Casa Civil, Antoni Palocci, y del de Transportes, Alfredo Nascimento, que deja el puesto con Rousseff, tan solo siete meses después de su toma de posesión. Los tres pertenecían al anterior Gobierno del Lula da Silva, que había pedido a su sucesora que los mantuviera en su nuevo gabinete.

El ministro depuesto se hallaba hoy en Colombia en una misión oficial con, entre otros, el vicepresidente de la República Michel Temer y el ministro de Justicia, José Eduardo Cardozzo, ambos considerados posibles sucesores suyos. Jobim adelantó su vuelta a Brasilia para decidir con la presidenta cómo formalizar su salida, si con una carta en la que presentara su dimisión o si sería directamente destituido.

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Al revés que en los dos otros casos, la salida de Jobim no está relacionada con presuntas acusaciones de corrupción. Al revés, el exministro está considerado como un político serio, competente y con buena reputación. Llegó a la política después de haber sido presidente del Supremo Tribunal Federal y era amigo personal del expresidente Lula.

Su situación, sin embargo, se había hecho insostenible desde que hace un mes comenzó a hacer declaraciones públicas que no podían no irritar a la presidenta Dilma y al Gobierno. Comenzó confesando que en las últimas elecciones presidenciales su candidato había sido el opositor socialdemócrata José Serra y no Dilma.

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Lula salió en su defensa. Alegó que hay personas que no votaron por él y hoy son sus aliados y al revés, gente que lo había apoyado y hoy lo critican.

Jobim no se detuvo ahí con sus comentarios. Tras hacer grandes elogios del expresidente Fernando Henrique Cardoso, antagonista de Lula, aludió a su forma elegante de gobernar "sin dar puñetazos sobre la mesa", lo que fue interpretado como una crítica al carácter firme de la presidenta y a su forma de tratar con los ministros.

Pero la gota que colma el vaso fueron unas declaraciones a la revista Piauí, en las que trazaba un perfil nada elogioso de dos de las ministras más importantes del Gobierno, escogidas personalmente por Rousseff: la de la Casa Civil (Presidencia), Gleisi Hoffmann, que sucedió al ministro Antonio Palocci, acusado de corrupción, y la de Relaciones Institucionales, Ideli Salvatti. De esta última, Jobim confesó que es "flaca" y de Hoffmann que "ni siquiera conoce Brasilia".

En un comunicado oficial, Jobim aclaró que no calificó a Salvatti de "debilucha" y que todo hace parte de un "juego de intrigas". "Reconozco en Ideli una capacidad y tenacidad importantísimas en la conducción de asuntos dentro del Congreso", añadió.

Esta vez Lula se limitó a comentar que las declaraciones de Jobim habían sido "incomprensibles". Según él, Jobim ha sido "poco elegantes". Después de haber recordado que el ministro estaba desempeñando su cargo "con mucha grandeza" y que estaba llevando a cabo un "trabajo excepcional", comentó: "cualquier técnico de futbol sacaría del campo hasta a un Pelé si estuviera jugando mal".

Por lo que se refiere al hecho de que hubiera sido él quien pidió a Dilma mantener a Jobim y en su cargo, Lula se desentendió comentando que a su sucesora conocía a los ministros mejor que él.

Los primeros comentarios apuntan a que Dilma hubiese preferido mantener a Jobim en Defensa, por lo delicado del cargo, por tratarse de un amigo de su tutor Lula, porque lo estaba haciendo bien en un puesto crucial, y porque ya tenía bastante con la guerra que ha abierto contra la corrupción dentro de su Gobierno. Los analistas subrayaban anoche que Jobim ha sido, en efecto, el primer ministro de Defensa de la democracia que ha conseguido unas magníficas relaciones con los militares.

Sin embargo, como ha declarado el senador y exministro de Educación, Cristovam Buarque, las declaraciones de Jobim fueron tan irrespetuosas que la presidenta no tenía más salida que enseñarle la puerta.

Queda la interrogación de por qué un hombre de la talla, la experiencia y la moralidad de Jobim ha querido escoger ese tipo de polémica para dejar -si es que así lo deseaba- su puesto en el gobierno.

Encontrar un sustituto para Jobim no ha sido fácil. El ministerio no es uno más, ya que los militares son muy jerárquicos y difícilmente aceptarían a un ministro que considerasen con poca personalidad y competencia para el cargo, aún más dadas las especiales circunstancias de la presidenta, que fue guerrillera y torturada y encarcelada por los militares durante la dictadura.

Dado que el nuevo ministro, Amorim, era uno de los hombres fuertes del Gobierno Lula todo da a entender que ha sido él quien ha aconsejado a Dilma su nombre para la cartera. La razón de que Rousseff dejara a Amorim fuera se debió en parte a que deseaba cambiar el rumbo de la política exterior del país.

El bloguista de la revista VEJA, Reinaldo Azevedo, considerado uno de los críticos políticos más cáusticos e inteligentes del país, con millones de seguidores, acaba de comentar la salida de Jobim que él ha definido de "obvia". Ha escrito: "Si Jobim se queda, incentiva la indisciplina. Si tuviésemos que hacer aquí la lista de todos los que deberían precederlo en la dimisión, considerados los criterios de moralidad pública o de eficiencia, hay nombres que vienen antes y después de él, pero en el diccionario de la política, la 'subordinación', precede a la decencia o a la moralidad".

Celso Amorim, en una imagen de 2010.
Celso Amorim, en una imagen de 2010.ULY MARTÍN

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