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Reportaje:Cita decisiva en Bruselas

La noche en que Londres unió a Europa

Las exigencias de Cameron para proteger los privilegios de la City refuerzan la cohesión de la UE - Los economistas ven con escepticismo el resultado de la cumbre

El riesgo de fractura que sobrevolaba Europa días antes de la cumbre se evaporó tras más de nueve horas de debate en la larga cena del pasado jueves. Antes de la reunión de los líderes europeos celebrada en Bruselas, el mayor temor era la ruptura de Europa entre el bloque de los 17 países del euro y los 10 restantes que integran la UE. No se descartaba incluso el hundimiento del euro. Pero las desaforadas exigencias del primer ministro británico, David Cameron, acabarían por apiñar a todos los demás en defensa del euro, con independencia de si contaban o no con la moneda única. "En contra de lo esperado ahora tenemos más Unión y menos directorio franco-alemán que antes de la cumbre", señala una fuente próxima a las negociaciones.

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Sopa, bacalao, pastel de chocolate y helado: ese fue el menú de una cena que puede cambiar la fisonomía de Europa. El presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, inició su intervención al llegar el primer plato. Había preparado la sesión en dos partes. "Primero pongámonos de acuerdo sobre las cuestiones de fondo y luego sobre el método para lograrlas, es decir, sobre las distintas posibilidades de reforma de los tratados", señala uno de los asistentes. El objetivo era lograr un pacto fiscal con severas normas presupuestarias y potenciar el fondo de rescate. No hubo debate sobre la austeridad: Alemania y Francia ya han convencido al resto de que no hay alternativa. Los problemas se suscitaron en la segunda parte. En el cómo.

Fue hacia las dos de la madrugada del viernes cuando Cameron dejó a todo el mundo aturdido con una retahíla de reivindicaciones para defender la City. Exigió el derecho a imponer niveles de capital en los bancos superiores al 9%, el objetivo fijado por la zona euro. Reclamó garantías de que la Autoridad Bancaria Europea permanecerá en Londres y abogó por eliminar del debate la tasa sobre las transacciones financieras. Pero sobre todo exigió el compromiso de que se anule la normativa que establece que las operaciones financieras denominadas en euros se realizarán solo en los mercados continentales. Actualmente, más de la mitad de estas operaciones se realizan en Londres y la aplicación de la medida comunitaria puede suponer pérdidas multimillonarias para la poderosa City. Ese es el quid de la cuestión. Un encuentro en mitad de la noche entre Merkel, Cameron y Sarkozy no sirvió para desencallar la situación. El Reino Unido vuelve a quedarse en solitario. Ya perdió recientemente una votación sobre la regulación de derivados financieros.

"Cameron equivocó completamente el momento y el lugar. La cena de los Veintisiete no se había convocado para negociar nada, y menos aún asuntos tan detallados, impropios de una cumbre al más alto nivel", señala una fuente comunitaria. La reacción más hostil a las demandas británicas no fue la de Merkel o Sarkozy. Inesperadamente, fueron los países más pequeños los que calificaron de "inaceptables" las pretensiones de Cameron. Vista la imposibilidad de convencer al Reino Unido para reformar el tratado, que requiere la unanimidad, Van Rompuy propuso un nuevo acuerdo con los países del euro y los que se quisieran sumar a él. Solo Londres, para sorpresa de muchos, se queda fuera, pese a que en algunos casos el apoyo está supeditado a consultas parlamentarias y quizá a algún referéndum.

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En el fragor de la discusión, Sarkozy se dirigió directamente al premier británico: "Querido David, tienes todo mi afecto pero tus condiciones no son aceptables: está en juego el euro". Sarkozy había saludado con cortesía a Cameron antes de la foto de familia, pero al terminar la cena evitó darle la mano, en un gesto recogido por las cámaras que ha sido interpretado como un desaire. Pero el enfado es general y viene de lejos. "No creo que Cameron haya estado con nosotros en la mesa", dijo secamente Merkel.

El análisis político de la cumbre es positivo: un acuerdo a la alemana para reforzar la austeridad y la disciplina fiscal, y sobre todo un mayor sentimiento de unión en la UE por el desplante de Londres. Pero el análisis económico es más ambiguo. De momento no se pone ni un euro más sobre la mesa: a corto plazo, el ataque de los mercados a los países con problemas sigue teniendo como único cortafuegos posible al BCE, que se mantiene cauteloso antes de pulsar el botón nuclear (la compra de bonos a gran escala) hasta que la unión fiscal esté firmada por los 26. Además, puede que la obsesión por la austeridad vaya en la dirección equivocada: el problema es tanto de deuda (pública, pero sobre todo privada) como de falta de crecimiento. Los países más endeudados están en una espiral negativa: la deuda crece más que la economía. Y con nuevas medidas de austeridad (que en Italia son un hecho y en España cuestión de semanas), esa espiral será aún más peligrosa.

"La cumbre de la austeridad", vaticina Paul De Grauwe, de la Universidad de Lovaina, "no va a pacificar los mercados financieros". Según Santiago Carbó, asesor de las cajas españolas, "hace seis meses hubiera sido un acuerdo perfecto: ahora ya no es suficiente. Europa tiene un elefante en la habitación y nadie quiere hablar de él: la falta de crecimiento".

Las crisis no son eternas: de todas ellas se sale. Pero esta va para largo. Merkel la ha comparado con la construcción de una catedral, con correr un maratón. En esa carrera hay, tras la madre de todas las cumbres celebrada esta semana en Bruselas, un corredor expulsado (Cameron), 26 más o menos contentos (liderados claramente por Merkel) pese a que van ya dos años de penurias, y una marabunta muy por detrás formada por 23 millones de parados y 500 millones de espectadores atónitos, que no acaban de ver la meta al final del túnel.

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, y la canciller alemana, Angela Merkel, el pasado viernes, durante la cumbre de la UE.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, y la canciller alemana, Angela Merkel, el pasado viernes, durante la cumbre de la UE.GEERT VANDEN WIJNGAERT (AP)

Objetivo de los acuerdos: déficit cero

- Acuerdo para lograr equilibrio presupuestario (déficit cero); el déficit estructural anual podrá alcanzar como máximo el 0,5% del PIB.

- Sanciones para los países cuyo déficit público sobrepase el 3% de su PIB.

- El equilibrio presupuestario se consagrará en las Constituciones o legislación equivalente de los respectivos países ("regla de oro").

- El fondo permanente de rescate de la UE, el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), entrará en vigor en julio de 2012, un año antes de lo previsto. Dotado con 500.000 millones de euros, sus fondos podrían aumentar en marzo del año próximo.

- El temporal Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) será gestionado por el Banco Central Europeo y se activará rápidamente.

- Los 17 países de la eurozona y otros Estados de la UE darán 200.000 millones de euros al Fondo Monetario Internacional en préstamos bilaterales por si algún país necesita ayuda.

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