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Reportaje:ELECCIONES PALESTINAS | La demografía

Los palestinos ganan la batalla demográfica

La natalidad constituye un arma, ante una tasa de fertilidad israelí mucho menor

Los laicos de Israel están perdiendo la batalla contra los religiosos, pero ambos pueden naufragar en la más importante: la guerra por la supervivencia del Estado. En la noche en la que Ariel Sharon ganó las elecciones de 2001 envió a un ayudante a buscar a Arnon Soffer. El nuevo primer ministro quería conocer en profundidad su informe de 1987. En él, Soffer, profesor de la Universidad de Haifa, predecía que el número de palestinos en Israel y en los territorios (ocupados en la terminología de comunidad internacional; en disputa, según la que emplea el Gobierno) superaría a la judía en el año 2020: 8,7 millones frente a 6,3.

Los distintos líderes de Israel, tanto laboristas como del Likud, han tratado de desactivar esa "bomba demográfica", como en 1980 la denominó Yasir Arafat. De los 6,1 millones de ciudadanos israelíes, 1,3 son palestinos que no abandonaron en 1948 sus casas en Al Nakba (la gran catástrofe; un 84% fueron expulsados) y que tienen nacionalidad israelí. En los territorios habitan 3,5 millones, la mitad en campos de refugiados.

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La población palestina crece a un ritmo del 5% anual frente al 2,9%; de la israelí, pero en la franja de Gaza -de la que Sharon quiere desprenderse en 2005-, es donde se alimenta ese desequilibro con una espectacular tasa de fertilidad del 7,5% y una media de siete hijos por mujer. En ese territorio minúsculo de 360 kilómetros cuadrados, el número de nacimientos es de 48 por cada 1.000 habitantes, más del doble de la media mundial. Sus 1,1 millones (más de la mitad tienen menos de 15 años) pasarán a tres en 2025.

Inmigración judía

El menor número de nacimientos se ha equilibrado con una fuerte inmigración (aliya) de judíos de la diáspora. Pero la cantera ofrece síntomas de agotamiento. Del millón que vivían en el mundo árabe y del que fueron expulsados en 1948, quedan unos 8.000. El Congreso Mundial Judío calculó en 1998 que el número de judíos fuera de Israel era de ocho millones y predecía que en 30 años la cifra se reduciría a la mitad. The New York Times ofrece una razón: sólo en EE UU, la mitad de los judíos se casan con no judíos y sus hijos optan por no seguir esta religión.

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La aplicación de la Ley de Retorno se hizo tan flexible ante la falta de candidatos que se estima que más de la mitad de los inmigrantes rusos llegados desde 1990 originarios de la ex URSS no son judíos. Los estrictos códigos de iniciación religiosa han limitado las conversiones generando lo que el historiador Ilia Pappe denomina "una sociedad claustrofóbica". El intelectual Michel Warschwaski explica el muro mental de judaísmo: "Nací en Francia y viví siempre en el gueto. Era libre para salir y entrar, pero hasta los 15 años no conocí a uno no judío. Nada me lo impedía, pero había algo en mi cultura que separaba de la otra".

David Landau, del diario Haaretz, ve otra amenaza: que los palestinos renuncien a los dos Estados y opten por la conquista demográfica de Israel. Las proyecciones de la Oficina de Referencia de Población de EE UU son demoledoras: Israel tardará 45 años en duplicar sus cinco millones de judíos; los palestinos de Gaza lo lograrán en sólo 15 y los de Cisjordania, en 21. El riesgo de que una mayoría árabe socave la esencia del Estado judío creado por los sionistas ha llevado a muchos conservadores a favorecer el desenganche de los territorios.Sharon, héroe de esa extrema derecha, comenzará por Gaza. Los más radicales lo acusan de traidor y sienten en secreto, y a veces a voces, la tentación del 48, pero ya no hablan de expulsión, sino de traslado, término políticamente más correcto.

Al final de la Gran Guerra y el posterior hundimiento del Imperio Otomano en la región de Palestina vivían 60.000 judíos. La inmigración, sobre todo procedente de una Europa en la que bullía el antisemitismo primero y los pogromos y las matanzas nazis después, provocó un ascenso de esa población judía del casi 8% anual hasta 1948 pese a una brutal caída de la tasa de natalidad del 23%. Sin esa aliya europea, y las procedentes del mundo árabe, Argentina, Etiopía o Rusia, los demógrafos calculan que el número de judíos en Israel estaría próximo a los 300.000, la mitad de los de 1948, y muy lejos de los cinco millones actuales.

Expertos como Emanuel Todd sostienen que el acceso a la educación (la escolarización palestina es del 92%) provoca un cambio en el rol de la mujer y un control de la fertilidad, y ambos conducen al progreso económico y a la democratización. En el caso palestino, el estado de beligerancia los anula y transforma la natalidad en un arma. El movimiento palestino Hamás, que Israel considera terrorista y es responsable de numerosos atentados contra civiles, mima en su red de beneficencia a las familias numerosas.

Con una tasa de fertilidad del 2,9% y una inmigración en regresión pese a los esfuerzos por atraerse, entre otros, a los judíos franceses, el Gobierno se halla en una encrucijada. La entrega de la franja de Gaza, donde Hamás o Yihad Islámica castigan a un Ejército que protege a 8.000 colonos (hay otros 250.000 de Cisjordania), es la consecuencia de un plan a largo plazo. Las autoridades palestinas están convencidas de que el objetivo de Israel es quedarse con la mitad de Cisjordania, mientras sea posible. Según ellos, la red de asentamientos (donde la fertilidad es superior a la media), las carreteras sólo para judíos y el recorrido del muro tienen un fin: la inviabilidad de cualquier Estado palestino.

La prórroga expira en 2020, según Soffer. El propósito de Sharon era conseguir un millón de inmigrantes más antes de 2010. Pero este deseo no marcha por buen camino: la tasa de inmigración es la más baja en 15 años y el estado de guerra no invita a aventuras a judíos no amenazados. La ventaja palestina en la batalla inmigración-fertilidad puede ser, a la postre, la única razón para regresar a la negociación.

Latifi Abd Alraziq, que tiene 19 hijos y 227 nietos y biznietos, en su casa en el campo de refugiados de Yenín.
Latifi Abd Alraziq, que tiene 19 hijos y 227 nietos y biznietos, en su casa en el campo de refugiados de Yenín.CARMEN SECANELLA

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