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Catástrofe en el Pacífico

La peor tragedia desde Hiroshima

El primer ministro afirma que el país vive su crisis más grave en casi siete décadas - El estado de emergencia atómica se extiende a la central nuclear de Tokai

La tragedia que vive Japón desde el pasado viernes se agrava con el transcurso de las horas, conforme la alarma nuclear se extiende por el país. El primer ministro, Naoto Kan, se dirigió ayer por televisión a la nación para hacer un dramático llamamiento a la unidad de sus 120 millones de ciudadanos. Kan reconoció que la suma del terremoto, el tsunami y el peligro nuclear ha desatado "la peor crisis desde el final de la II Guerra Mundial".

El Gobierno japonés luchaba ayer sin tregua por impedir una rotura del sarcófago de acero que contiene el reactor número 2 de una de las plantas de Fukushima, después de que el sábado saltara por los aires el edificio que guardaba el sarcófago del reactor número 1. El único país que ha sufrido dos explosiones atómicas -en Hiroshima y Nagasaki, en 1945- se aterrorizaba ante la amenaza de un accidente nuclear similar al ocurrido en Chernóbil en 1986.

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La maldición atómica se extendía de una planta a otra y de una ciudad a otra de la devastada costa noreste. Durante la tarde se anunció que también había sido declarado el estado de emergencia en la central de Onagawa, aunque las autoridades japonesas comunicaron anoche al Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) que los niveles de radiación habían vuelto a la normalidad. Entrada la madrugada de hoy (ocho horas menos en la España peninsular), se paralizaba el sistema de refrigeración de la central de Tokai, situada solo a 120 kilómetros al norte de Tokio. Esa planta ya sufrió un grave accidente en 1999.

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"La posibilidad de superar esta crisis está en cada uno de nosotros. Creo firmemente que lo conseguiremos si nos unimos", dijo el primer ministro al informar a la población de que a partir de hoy se tomarán medidas muy drásticas que afectarán a todos, como cortes rotativos de la electricidad de tres horas de duración. Kan aseguró que no hay otra alternativa porque el cierre de las dos centrales de Fukushima, el de Onagawa y el de Tokai ha frenado drásticamente la producción eléctrica.

El seísmo desconectó automáticamente esas cuatro centrales y, como sucedió ayer en Tokai, inutilizó el sistema de refrigeración de dos reactores de Fukushima. Sin refrigeración, la temperatura en el interior de esos reactores ha seguido aumentando pese a estar parados. El Gobierno japonés considera posible que se esté fundiendo el núcleo de los reactores, pero su gran preocupación no es esa, sino evitar la rotura del sarcófago que contiene el reactor, como pasó en Chernóbil (Ucrania). De ahí la decisión de refrigerar los reactores inyectándoles agua de mar, lo que facilita el enfriamiento, aunque "muy posiblemente" los inutilice para siempre.

De momento, no hay ninguna grieta en los sarcófagos, ni siquiera en el del reactor número 1, pese a la explosión del sábado. La causa de esta fue el contacto del oxígeno con el hidrógeno acumulado en el techo del edificio que guardaba el sarcófago, y esa acumulación procedía de que al inyectarse agua marina se genera vapor y es necesario abrir las válvulas de hidrógeno. Después de las amargas horas del sábado, en las que llegó a temerse que se rompiera el sarcófago, el domingo volvieron a saltar las alarmas al comprobar que la temperatura del reactor número 2 seguía subiendo pese a los intentos de bajarla o estabilizarla con agua marina.

Naoto Kan, cuya popularidad apenas llega al 20%, señaló que el terremoto y sus graves consecuencias se cebarán en la economía japonesa, que vive desde hace dos décadas en crisis permanente. Según el primer ministro, tendrá un coste de ocho puntos del PIB. Todos los sectores de la economía se resentirán por los cortes del suministro eléctrico.

En Niigata, a 150 kilómetros al oeste de Fukushima, muchas personas se hacen eco de las críticas al Gobierno de los medios de comunicación, incluidos los grandes periódicos Ashahi y Yomiuri, por la escasez de información y la lentitud con que ha comenzado a explicar la gravedad de la crisis que amenaza el país.

El malestar era también evidente en la comunidad diplomática, lo que llevó al Ministerio de Exteriores a reunirse en la mañana de ayer con todos los embajadores acreditados en Tokio para explicarles la situación que atraviesa el país tras el terremoto del pasado viernes y, en especial, las medidas que se están adoptando para impedir la fuga masiva de radiactividad tras estropearse los sistemas de refrigeración de alguno de los reactores nucleares por el seísmo. "El Gobierno ha hecho hincapié en que su prioridad es la seguridad", indicó el embajador de España, Miguel Ángel Navarro, uno de los asistentes a la reunión.

El director de Asuntos Energéticos explicó que la obsesión actual del Gobierno es "neutralizar los reactores con la refrigeración de agua marina", lo que tal vez sea suficiente para impedir un accidente en estos días críticos en que la temperatura interior sigue aumentando y, aunque no ha alcanzado el nivel crítico, ya supera los 800 grados centígrados.

Hasta ahora, sin embargo, ningún responsable de las dos plantas atómicas, propiedad de la Compañía de Electricidad de Tokio, ha explicado cómo ha sido posible que los sistemas de refrigeración de los cinco reactores hayan fallado.

Más de cinco millones de japoneses siguen sin electricidad desde el viernes y muchos de ellos también sin agua. Naoto Kan reconoció que "fue muy difícil" adoptar una decisión que en el siglo XXI dejará a la población sin luz durante horas, pero indicó que la única forma posible para que a todos vuelva a llegar la electricidad es el reparto.

Las consecuencias del terremoto parecen cada día más horrendas. Hasta el momento no se han contabilizado las víctimas mortales, pero algunas fuentes policiales citadas por la prensa japonesa señalan que podría haber más de 10.000 muertos. Los daños económicos tampoco se han evaluado, pero hay grandes infraestructuras dañadas, cientos de miles de hogares anegados o desaparecidos y un sinfín de comercios e industrias destrozados.

El Gobierno destinó ayer 100.000 soldados a las labores de rescate y apoyo a los cientos de miles de desplazados. De ellos, unos 10.000, vestidos con trajes antirradiación, protegen la zona de exclusión de 20 kilómetros a la redonda declarada el sábado en torno a la central de Fukushima.

Un equipo de rescate ispecciona los restos de una casa en busca de supervivientes en Natori, prefectura de Miyagi.
Un equipo de rescate ispecciona los restos de una casa en busca de supervivientes en Natori, prefectura de Miyagi.

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