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Reportaje:Matanza terrorista en India

La pista paquistaní cobra fuerza

El Gobierno indio acusa a "elementos vinculados con Pakistán" de estar detrás de los ataques en Bombay

Andrea Rizzi

Los atentados de Bombay representan un tremendo movimiento telúrico que no sólo vuelve a ensanchar la falla estratégica que separa India y Pakistán, sino que también complica el plan estadounidense de reorientar el esfuerzo militar y de inteligencia paquistaní -siempre apuntado hacia Nueva Delhi- hacia las zonas tribales del noroeste del país, en las que proliferan bases operativas de grupos talibanes que desestabilizan Afganistán.

Mientras en Bombay se dispersaba el humo del impresionante ataque islamista, la pista paquistaní cobraba ayer fuerza. El jueves, el primer ministro indio, Manmohan Singh, lanzó la primera acusación, al afirmar que los terroristas tenían "bases en el extranjero". Pero, ayer, el ministro de Exteriores, Pranab Mukherjee, fue mucho más explicito: "Las primeras pruebas apuntan a que elementos vinculados con Pakistán están involucrados en el ataque". Uno de los terroristas detenidos resultó ser ciudadano paquistaní.

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"Pakistán no tiene nada que ver con esto", contestó el primer ministro paquistaní, Yusaf Raza Gilani. "Actores no estatales quieren imponer su agenda a nuestros Gobiernos", le había dicho el día anterior el presidente paquistaní, Asif Alí Zardari, al primer ministro indio, en una conversación telefónica. ¿Qué actores?

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Los ojos de los analistas se centran en el poderoso servicio de inteligencia paquistaní, el ISI. En el pasado, India ha acusado reiteradamente al ISI de formar y ofrecer apoyo logístico a grupos terroristas muy activos en su territorio, como el Laskar-e-Taiba. Junto con amplios sectores de las fuerzas militares, el ISI constituye un centro de poder de facto alternativo al recién nacido Gobierno civil de Zardari. Centros alternativos, con objetivos divergentes.

Zardari necesita desesperadamente una estabilización del escenario para sacar al país de la asfixia económica en la que está hundido. Necesita complacer a Occidente para acceder a la ayuda financiera imprescindible para esa recuperación. Y desde Occidente, Estados Unidos empuja con fuerza para un acercamiento indio-paquistaní, que facilitaría el aumento de la presión sobre las zonas tribales paquistaníes cercanas a la frontera con Afganistán.

Significativamente, el fin de semana pasado, Zardari anunció en un programa emitido por la televisión india que su Gobierno estaba dispuesto a sellar con India un pacto de no agresión nuclear, una verdadera revolución respecto al mantra habitualmente recitado en ambientes militares paquistaníes. "¿Y vosotros, estáis listos?", preguntó a los indios Zardari, quién también llamó a abolir el rígido régimen de visados entre los dos países.

A principios de esta semana, el Fondo Monetario Internacional (FMI) aprobó un crédito a Pakistán de unos 6.000 millones de euros.

Una India hostil, que exija un gran esfuerzo militar a expensas del que Estados Unidos pide en las zonas tribales, y con la que no se puedan desarrollar mejores relaciones económicas es un buen objetivo para cualquiera que desee mantener a Zardari débil.

Lograr semejante objetivo no es tarea demasiado complicada, teniendo en cuenta que la comunidad musulmana india -que representa alrededor del 13% de la población del país- está extremadamente empobrecida y frustrada. Alimentar sentimientos de rencor y odio en ese colectivo de 150 millones de personas no debe de ser muy difícil.

En una señal de buena voluntad, Zardari ordenó al director del ISI viajar a India para colaborar con los investigadores locales. Quizá, el hombre del ISI tendrá primero que convencer a los indios de que ni su estructura -ni sectores desviados de la misma- tienen que ver con el ataque.

El problema es que, aunque en el futuro no se confirme, la simple mención en India de que Pakistán está detrás de los ataques supondrá un brusco frenazo en el deshielo entre los dos países. India tiene previsto celebrar elecciones generales en la primavera de 2009.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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