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ANÁLISIS | Atentado en Marruecos
Columna
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Lo que quieren los marroquíes

Pasadas las dos de la tarde de ayer, una veintena de marroquíes y españoles salían de la sede madrileña de la Fundación Alternativas cargados de esperanza. Habían pasado cuatro horas charlando a calzón quitado sobre el movimiento democrático en Marruecos, sobre las reformas constitucionales anunciadas por Mohamed VI y sobre cómo la sociedad civil española puede ayudar a que todo esto llegue a buen puerto.

Esta vez, el debate no se había limitado a un intercambio de reproches; esta vez, se había forjado una narrativa común: el interés de los ciudadanos de las dos riberas del estrecho de Gibraltar es que Marruecos camine, a partir de sus tradiciones pero con rapidez y determinación, hacia una democracia homologable. Tanto los participantes marroquíes -activistas de los derechos humanos y blogueros del Movimiento 20 de Febrero- como los españoles -arabistas, diplomáticos y periodistas- habían coincidido en que las actuales manifestaciones populares en Marruecos y el clima de cambio en el mundo árabe le brindan a Mohamed VI una oportunidad para promover una reforma que convierta su país en una monarquía constitucional. A diferencia de otros países del norte de África y Oriente Próximo, Marruecos, si el rey lo hace bien, puede evitarse la ruptura.

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Incluso en el espinoso tema del Sáhara Occidental se había esbozado un acuerdo: solo un Marruecos verdaderamente democrático y descentralizado puede hacer creíble cualquier fórmula de amplio autogobierno, pero sin independencia para la excolonia española.

Jóvenes marroquíes habían contado cómo Internet, y en particular Facebook, les está permitiendo escapar al control oficial de los medios audiovisuales y a la estricta vigilancia de los impresos. Uno presentó una página web (www.reforme.ma) donde miles de marroquíes se expresan con libertad sobre cómo habría que reformar su Constitución. Los participantes en ese foro virtual desean mantener la monarquía en sus funciones simbólicas y religiosas (la reina de Inglaterra, recordó alguien, también es la jefa de la Iglesia anglicana), pero con un Parlamento y un Gobierno libremente elegidos que ejerzan la soberanía. También quieren una justicia independiente, una auténtica libertad de expresión y una gestión honesta de la cosa pública. En resumidas cuentas, libertad y dignidad, las banderas de millones de jóvenes, de edad o de espíritu, desde Casablanca a Damasco.

Tras el encuentro en la Fundación Alternativas, no pasó, sin embargo, mucho tiempo para que la sonrisa se convirtiera en horror al conocer la matanza en Yemaa el Fna. El primer análisis cayó por su propio peso: el atentado de Marraquech buscaba una matanza de turistas extranjeros para que el miedo al yihadismo vuelva a dominar la mirada mundial sobre el mundo árabe. Tampoco fue difícil imaginar que pretende abortar tanto el movimiento democrático en curso en Marruecos como las posibles reformas de Mohamed VI.

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Hace un par de meses, la plaza de Tahrir, en El Cairo, fue el gran ágora de los árabes que reivindican su condición de ciudadanos que no súbditos. La plaza de Yemá el Efna fue ayer el escenario de la brutal réplica de aquellos, sean quienes sean, que quieren devolverles al pesadillesco dilema de autocracia o teocracia.

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