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Crisis de la deuda en EE UU

La rebelión del Tea Party compromete la unidad y el futuro del Partido Republicano

Antonio Caño

El Grand Old Party, el partido de Abraham Lincoln, Dwight Eisenhower y Ronald Reagan, vive hoy un momento crítico.

Ante un episodio de la trascendencia de una posible suspensión de pagos, el liderazgo republicano en el Congreso se muestra incapaz de contener la estrategia nihilista de la extrema derecha que se ha infiltrado entre sus filas en los dos últimos años. Como resultado, hoy naufraga sin rumbo, sin proyecto y sin un patrón que pueda reconducirlo.

El Partido Republicano nunca midió las consecuencias de su pacto con el movimiento Tea Party para ganar las elecciones legislativas de 2010. Nunca entendió la naturaleza anárquica de los 40 congresistas que se incorporaban en esa fecha a la Cámara de Representantes. Nunca calculó el grado de fanatismo, amateurismo e intransigencia de un puñado de políticos que vino a Washington a limpiar el sistema y no tiene escrúpulos en llevarse por delante lo que sea preciso para conseguirlo.

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Probablemente, el máximo líder republicano en el Congreso, John Boehner, lo entendió por fin en la azarosa noche del jueves mientras buscaba uno a uno los votos que necesitaba para sacar adelante su propuesta sobre el levantamiento del techo de deuda. Lo hizo como se han hecho tradicionalmente esas negociaciones, ofreciendo cargos y compensaciones a cambio del voto. Pero se encontró con un muro en el que la defensa de los principios puede más que la credibilidad de EE UU o las urgencias de la economía mundial.

"Yo no vine aquí buscando favores ni un puesto en un comité, así es que amenazarme con eso no tiene ningún efecto", advirtió uno de los representantes de ese sector, el congresista de Carolina del Sur Trey Gowdy. "Las negociaciones que ha habido aquí esta noche, hace unos años le hubieran costado al país 20.000 millones de dólares", dijo otro afiliado al Tea Party, el congresista de Arizona Jeff Flake, con referencia a los proyectos que se suelen poner sobre la mesa en este tipo de acuerdos. Esa noche del jueves, que algunos observadores han comparado con el Titanic del Partido Republicano, ha sido descrita por Flake como "el espectáculo más refrescante del mundo".

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Los congresistas no estaban solos en esa aventura revolucionaria. Mark Meckler y Jenny Beth Martin, los fundadores de los Tea Party Patriots, se habían apostado con un grupo de los suyos a las puertas del Capitolio para impartir instrucciones a sus congresistas, en un ejemplo de ese modelo de democracia directa que ellos patrocinan. En el teléfono, Richard Armey, el líder de FreedomWorks, se aseguraba la lealtad de los congresistas de Tejas que controla. En Facebook, Sarah Palin hizo una declaración estimulando a los miembros del Congreso a mantener la palabra dada a los electores y resistir todas las presiones. En Twitter y otras redes sociales, miles de activistas recordaban a sus representantes parlamentarios lo que tenían que hacer si querían ser bien recibidos en sus distritos electorales. Paralelamente, Rush Limbaugh y otros comentaristas en la radio y en la cadena Fox vigilaban inquisitorialmente el comportamiento de cada uno de los congresistas de la derecha.

Esta es la fuerza que dio vitalidad a los republicanos después de su derrota en las elecciones presidenciales de 2008 y es la fuerza que hoy impone su ley dentro del partido. A ella tendrá que enfrentarse el establishment republicano si quiere recuperar las esencias del conservadurismo norteamericano y, más importante que eso, una mayor posibilidad de volver a la Casa Blanca. Un partido incapaz de gobernarse a sí mismo tiene escasas opciones de gobernar el país.

¿Quién puede hacer eso? Nadie de quienes ahora están al frente. Boehner puede salir muy herido de esta crisis, quizá al borde su dimisión. John McCain denunció desde el pleno del Senado el aventurerismo infantil del Tea Party, pero él ya es un outsider. Los actuales candidatos presidenciales oscilan entre los que trabajan para el Tea Party y los que le temen demasiado como para oponerse.

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