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El regreso de Strauss-Kahn perturba la campaña de los socialistas franceses

El exdirector del FMI vuelve a París después de ser exculpado en Nueva York

Antonio Jiménez Barca

Desde ayer, Dominique Strauss-Kahn (DSK), el ex director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), descansa en su lujoso apartamento de la no menos esplendorosa plaza de los Vosgos, en pleno corazón de París. Hacia allí se dirigía también, hace casi cuatro meses, cuando el 14 de mayo la policía neoyorquina le detenía en el avión acusado de violar a una camarera de un hotel. Libre desde el 23 de agosto, DSK -quien hasta su detención era la persona con más posibilidades de convertirse en presidente de la República Francesa en 2012- encara ahora su más que difícil rehabilitación personal y profesional en su país.

Acompañado de su mujer, la periodista multimillonaria Anne Sinclair, DSK llegó a París a las siete de la mañana. Les esperaba una nube de periodistas, síntoma de la expectación que despierta en Francia el regreso de este miembro destacado del Partido Socialista francés, (PS) formación inmersa, por cierto, en un agitado proceso de primarias que se decidirá en octubre y del que saldrá el rival de Sarkozy para 2012. Las últimas encuestas sitúan o a los candidatos socialistas Martine Aubry y François Hollande por delante de Sarkozy.

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En un coche escoltado por periodistas en moto llegó DSK poco después a su piso de la plaza de los Vosgos, donde la pareja se recluyó. El jefe de prensa del político advirtió a las decenas de informadores que Strauss-Kahn no hablaría en las próximas horas. Pero lo hará pronto. Seguramente esta semana en un telediario de máxima audiencia. En esa entrevista responderá sobre si aún cree que puede volver a la vida política o no.

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En Francia, a corto plazo, todo el mundo da a Strauss-Kahn por amortizado. Un reciente sondeo revelaba que los franceses preferían que DSK no retomara un papel político en la vida pública. Pero hay amigos, como el diputado Jean-Marie Le Guen, que aunque reconoce que DSK no se inmiscuirá en las primarias, también cree que la sociedad francesa "no puede pasarse sin sus competencias en materia de economía internacional". En Francia las carreras políticas son muy largas y sinuosas y es mejor no dar a nadie por amortizado de forma completa.

Pero, por lo pronto, la vuelta de DSK a Francia y el consiguiente revuelo mediático que levanta perturba el particular combate que libran los principales dirigentes socialistas (Martine Aubry, François Hollande y Ségolène Royal, entre otros candidatos), en plena campaña para hacerse con el liderazgo del PS. Si nada hubiera pasado, DSK habría sido el candidato favorito a derrotar a Sarkozy. Ahora, constituye una suerte de engorro del que todos se apartan como si diera calambre. Hace unos días, Aubry, que hasta ese momento le había apoyado, se desmarcó de él en una entrevista al asegurar que comparte "la opinión de muchas mujeres sobre el comportamiento de Strauss-Kahn". Otro candidato a las primarias, Arnaud Monteburg, ha sido mucho más explícito: "Que pida excusas y se calle".

Su porvenir político es, por ahora, muy oscuro. Tampoco está muy claro su porvenir judicial. DSK debe encarar, en Francia, una acusación de intento de violación interpuesta en julio por la periodista y escritora Tristane Banon, que le acusa de haber abusado de ella en un apartamento parisiense en 2003. La madre de Banon, una exdirigente socialista local, Anne Mansouret, se apresuró ayer a manifestar en una cadena de televisión que se alegraba del regreso de DSK porque así podrá declarar ante el juez.

Strauss-Kahn y su esposa, Anne Sinclair, saludan desde la entrada de su apartamento en la plaza de los Vosgos en París.
Strauss-Kahn y su esposa, Anne Sinclair, saludan desde la entrada de su apartamento en la plaza de los Vosgos en París.JOHANNA LEGUERRE (AFP)

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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