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Reportaje:

El 'salvavidas' de Jartum

China impulsa la economía de Sudán, le protege y le arma

"Sin China y sus inversiones y la protección que le da en la ONU, el Gobierno de Jartum pasaría muchísimos apuros". Aunque lo dice Hassan al Turabi, el islamista que engendró el régimen, convertido hoy en uno de sus enemigos más acérrimos, ésta debe de ser de las pocas frases en la que todo el mundo está de acuerdo en Sudán: la clase dirigente y la oposición, los diplomáticos y los guerrilleros de Darfur. Todos saben que Pekín es el actor clave en el país más extenso de África.

EE UU impuso sanciones contra Sudán en 1997, mucho antes de que estallara el conflicto de Darfur. Le acusaba de dar cobijo al terrorismo islamista —acogió a Osama Bin Laden— y luego fue incrementando la presión a medida que empeoraba la situación en Darfur, donde la violencia ha provocado 200.000 muertos y 1,5 millones de refugiados desde 2003.

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El cerco estadounidense dejó el campo libre a China, que ha entrado hasta la cocina olisqueando el petróleo: la industria del crudo estaba prácticamente virgen después de más de 20 años de guerra civil entre el norte y el sur y los pozos son ingentes: en 1997 apenas se extraían 2.000 barriles de petróleo al día; ahora se superan los 500.000. Y dos tercios van directamente a China, que además ha desplazado a Sudán a decenas de miles de obreros para construir infraestructuras, ha inundado el país con productos de consumo y le vende las armas que pide.

Pekín ha desembarcado en toda África, pero Sudán ha sido la avanzadilla. Y Jartum ha visto a Pekín como un auténtico salvador: pese al boicoteo estadounidense, el país crece por encima del 10% y tiene un protector con derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. De ahí que las organizaciones de derechos humanos lleven años advirtiendo a China que es corresponsable de la tragedia de Darfur.

Pekín hizo oídos sordos durante años al clamor. Pero desde hace meses se lo ha tomado en serio precisamente por el miedo a que el conflicto afectara a los Juegos. Fue China la que obligó a Jartum a aceptar el despliegue de una fuerza internacional de pacificación de 26.000 efectivos en Darfur, una ambiciosa misión conjunta entre la ONU y la Unión Africana.

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El despliegue ha empezado, pero la propia ONU advierte ahora que puede descarrilar y no sólo por culpa de Sudán o de China. Occidente, que lleva años desgañitándose por Darfur, ha sido incapaz de aportar los modernos helicópteros que la misión exige para poder tener garantías de éxito. "Lo cierto es que a la hora de la verdad nadie quiere riesgos: es más fácil culpar siempre a Jartum y a Pekín", admite un diplomático occidental en Jartum.

China también presionó al Gobierno sudanés para que participara en una conferencia de paz organizada por Naciones Unidas el pasado octubre. A regañadientes, una delegación de alto nivel se desplazó a Libia para hablar cara a cara con los rebeldes. La cumbre fue un fracaso estrepitoso, pero porque fue boicoteada por los rebeldes.

Milicianas sudanesas protestan por el despliegue de fuerzas internacionales.
Milicianas sudanesas protestan por el despliegue de fuerzas internacionales.EFE

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