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Reportaje:

22 horas de turismo exprés

Una agencia de viajes organiza en agosto excursiones de un día entre Madrid y la costa valenciana - Kilómetros, sol y mar se dan la mano en esta aventura

Llega el finde y no hay ningún plan a la vista. Tras una semana más de calor en la ciudad, quiere desconectar pero no puede ir muy lejos porque el lunes, de nuevo, le esperan en el curro. El bajo presupuesto tampoco ayuda. Su piel blanquecina le delata: no ha pisado la playa. Y estamos a mitad de agosto. No hay problema: por 29 euros, el madrileño puede darse un chapuzón en las aguas de Cullera (Valencia) y disfrutar de la costa tomando una cerveza u horchata en el chiringuito sin tener que preocuparse por el volante: un autobús le llevará y le traerá en el mismo día. Eso sí, tras diez horas de ruta (ida y vuelta) como mínimo.

A las cinco y media de la madrugada, el autobús empieza a recoger a los playeros por tres barrios de Madrid: Avenida de América, Cuatro Caminos y Plaza de Castilla. Los ojos de Valentín, de cuatro años, están medio cerrados y su madre, María Parra, de 40, tiene que tirar fuerte de su mano para montarlo en el autocar. Antes de partir, colocan en el maletero las neveras, sombrillas y las bolsas de comida, repletas de fiambreras de pollo, patatas fritas, fruta, zumos, cervezas, etc. En cuanto ocupan su asiento el sueño les invade y llega el silencio. El frío del aire acondicionado obliga a la mayoría de los 44 ocupantes a sacar las toallas y colocárselas a modo de sábana. A las nueve de la mañana el autobús para en un área de descanso de Cuenca. Hora de desayunar. A Valentín se le han abierto totalmente los ojos al ver un enorme donut de chocolate.

"Me flipa este tipo de viajes porque rompe mi rutina", comenta Rosario
Se han gastado 50 euros de media, pero reconocen que les merece la pena

Media hora después, vuelta al autobús. José Manuel, micrófono en mano, anuncia la proyección de su película favorita: una comedia argentina denominada Papá se volvió loco. Y, por fin, a las 11.30, se divisa una colina donde está escrito en letras grandes, emulando el comienzo de Hollywood, Cullera. La playa El Racó, cercana al municipio, les espera.

Óscar Páez, de 47 años y su pareja, Les Mejía, de 50, se colocan bajo la sombra de la primera palmera que encuentran. "A mí me flipa este tipo de excursiones, porque rompe mi rutina y me despeja de todo", comenta Rosario Loja, de 53 años, que pone su toalla al lado de la pareja. Esta ecuatoriana, vigilante de seguridad, viaja con su marido e hija, de 23. Páez tarda unos minutos en sacar el tinto de verano de la nevera que compró la noche anterior en una tienda de alimentación china. "Fueron los españoles los que nos recomendaron llevarnos la comida a la playa", comenta. Para el almuerzo tiene preparado "pollo a las hierbas aromáticas".

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El resto de playeros, como Zaida y Jonathan, una pareja de veinte años, se dispersa por los 1.200 metros de longitud de la extensión de arena en busca de más intimidad.

José Manuel Álvaro, organizador y dueño de la agencia Buenviaje, está satisfecho con la acogida de la excursión. Tras haber tenido que cancelar la de la semana anterior por falta de gente, reconoce que el coste es alto y el beneficio escaso, pero lo hace porque le apasiona su trabajo. A 29 euros por persona, va a ganar alrededor de unos 1.400 euros con este viaje. "Solamente alquilar el autobús, pagar al conductor y la gasolina me cuesta 1.100 euros", dice. Sin contar los 1.200 euros del dinero del seguro que tiene que pagar cada año y lo gastado en los 9.000 carteles que ha pegado cada noche en todos los rincones de la ciudad. Porque este organizador, de 40 años, se niega a utilizar Internet. "Con el pegamento me basta y me sobra, por ahora".

A las dos de la tarde el termómetro marca 33 grados. Unas nubes amenazan la estampa de un perfecto día soleado y el calor invita al bañista a pasar la tarde en las tibias aguas del Mediterráneo o a huir al fresco de alguna terraza. Víctor Robledo, de 85 años y su amigo Florentino Ica, de 77, se refugian en el chiringuito. Estos dos jubilados piden para comer una paella de primero y pescado de segundo. De bebida: dos copas de vino. Poco le importa a Robledo la ingestión de sus tres pastillas diarias para el azúcar, el colesterol y la tensión. Ica tiene la mirada perdida. Hace unas semanas perdió a su mujer y Robledo lo ha convencido a venir a la excursión para que "se despeje un poco". De postre, dos bolas de helado.

Rosario Lojano desinfla los flotadores y airea las toallas cuando el sol empieza a caer. José Luis Martín, un masajista de 45 años, tiene el cuerpo de color rojo. "Venía para quemarme". Y es que los excesos pasan factura: casi todos lamentan haber comido tanto. Pero por 50 euros de media que se han gastado, reconocen que "ha merecido la pena".

Llegó el momento de despedirse de Cullera. Manuel pone otra de sus películas: Noche en el museo. El cansancio, sin embargo, se nota y los viajeros duermen sin prestar atención a la pantalla. Un fuerte olor a crema aftersun embriaga el autobús. Tras casi seis horas de viaje, los viajeros se apean en sus respectivos barrios. Última parada: la plaza de Cibeles. Como música de despedida suena el pasodoble España cañí. "El próximo 20 de agosto repetimos", se despide Manuel. Ahora toca descansar.

La playa te espera

- Miles de carteles repartidos por toda la ciudad anuncian el viaje playero con la información de contacto de la agencia.

- La excursión cuesta 29 euros por anticipado y 35 si se paga en el último momento.

- Los puntos de salida son: Avenida de América, Cuatro Caminos y la plaza de Castilla, pero Manuel Álvaro, su organizador, recuerda que las direcciones "pueden cambiar según el viaje".

- El recorrido empieza a las 5.30 de la mañana en Cuatro Caminos y finaliza a la 1.30, aproximadamente, en la plaza de Cibeles.

- La jornada en la playa suele durar ocho horas. Se recomienda a los turistas no alejarse del punto de llegada elegido por la organización.

- El próximo viaje será el 20 de agosto

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