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Reportaje:

Cantautores bajo el arcoíris

Músicos de la escena madrileña introducen con éxito la temática gay

"Y sus ojos enormes / y mi lengua entre sus dientes". Parece una canción más de amor con tintes eróticos, pero encierra una peculiaridad: se titula David y su autor, Víctor Algora, de 26 años, se la dedica a su gran amor de adolescencia. Por eso el final de la estrofa deja poco margen para las dudas: "Nuestras bocas abiertas / y su polla entre mis piernas".

Todo es así de normal y de natural, pero unos lustros atrás habría sido mucho más complicado encontrar un tema como David en un disco español. "Incluso hoy en día, en algunos sitios, opto por no interpretarla", admite Algora en la cafetería La Ida, entre Malasaña y Chueca. "Es una lata autocensurarse, sí, pero los gays todavía nos vemos obligados a reprimir ciertas actitudes cuando estamos con nuestra pareja". Por fortuna, artistas como él, Carlos Salinas, Andrés Lewin, Fran Loud o Manuel Ríos, habituales de la escena madrileña, están contribuyendo con sus composiciones a normalizar la afectividad entre personas del mismo sexo.

Salinas, un guaperas rubiales de 23 años -fue la imagen publicitaria del Carnet Joven-, abarrotó este miércoles El Búho Real, templo cantautoril de la ciudad, con piezas de temática explícitamente homosexual. Velando en la noche habla sobre la salida del armario -"Quiero levantarme en alto y decir quién soy yo"-, Vámonos es un himno "por el respeto y la tolerancia en esta sociedad" y Caballo salvaje recrea las noches locas de quien "buscaba domador" y disfruta "con el placer temporal de besar y nunca más llamar". "Me siento orgulloso de contar con un público gay y de que algunos, a través de Tuenti o Facebook, me confiesen que se han liberado gracias a mis canciones", explica.

A Carlos no le gustan las medias tintas ni el difícil equilibrismo "a lo Ricky Martin": por eso llama a las cosas por su nombre. "Algunos compañeros me han dicho que la sinceridad es contra-producente. A las niñas quincea-ñeras les privas de la fantasía de que te pueden conquistar, pero yo canto lo que siento sin importarme las consecuencias comerciales". Algo parecido le sucede a Andrés Lewin, un bonaerense afincado en Madrid que hace unos años triunfó con una emotiva canción, Javi y Pablo, en que los padres echan al hijo de casa cuando descubren que es "maricón". "Me niego a ser ambiguo. Soy gay y se vive mejor fuera del armario", argumenta.

Claro que las historias sobre homosexuales no solo están al alcance de compositores que abracen esa opción. Por ejemplo, la mejor canción en el nuevo disco de Nacho Umbert, Colorete y quitasueño, es una rotunda crítica a la incomprensión: "Niño marica, solían llamarte las ratas del pueblo / Mierda de infancia, esquivando pedradas, paletos, animales". "En realidad", argumenta Víctor Algora, "lo ideal sería no tener que hablar de gays o heteros en la música. Michael Stipe o Rufus Wainwright son, con in-dependencia de su opción sexual, artistas enormes e interesantes para cualquiera. En España ha habido un movimiento gay con unas connotaciones bastante horteras".

En parecidos términos se expresa Javier Álvarez, artista poliédrico que se fotografió en una portada con la camiseta del Real Madrid -"por el morbo de compartir uniforme con Casillas o Beckham"- y que ha firmado canciones tan divertidas y homoeróticas como Paciencia infinita, donde relata un sugerente encuentro con una pareja de la benemérita ("¡cómo se está poniendo este cuerpo de la guardia viril!"). A sus 40 años se acaba de reinventar como Las Maris, su dúo junto a Nieves Arilla, y hace versiones de iconos arcoíris como Abba o Cecilia. "Pero dejamos el abanico sexual completamente abierto. Cuantas más cosas quepan en el sexo, y en la vida, más posibilidades tienes de disfrutar", argumenta Álvarez.

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El cantautor Víctor Algora en el bar La Ida.
El cantautor Víctor Algora en el bar La Ida.BERNARDO PÉREZ

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