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Tribuna:PATÉ DE CAMPAÑA | ELECCIONES 25M | La opinión
Tribuna
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Caperucita Roja contra Cenicienta

Los cuentos clásicos infantiles suelen ser muy crueles. Tienen brujas, ogros, lobos feroces, reinas vanidosas o madrastras perversas. También tienen inocentes adolescentes, proyectos de soñadoras mujercitas de su casa o de soñadoras con príncipes valientes. También en el frente de Madrid se leen cuentos, se cuentan cuentos, se prometen finales felices.También hay sapos que se convertirán en dulces enamorados y se podrá comer perdices en los atascos de la M-30. Los cuentos son muy bonitos, pero adormecen y son ficciones. El lenguaje electoral, el estilo más eficaz, no está hecho con el material de los cuentacuentos de los mítines. Lo que se nos queda está forjado en prosa dura. Más cerca del realismo sucio que del fantástico. Aun así, de vez en cuando, como una flor crecida en un basurero, a los candidatos les brota el niño o la niña que un día leyó cuentos.

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No sé. Seguramente son los excesos de la campaña. O los lícitos deseos.

Todos tenemos humos, incluso los candidatos a la alcaldía. Menos humos tuvo Inés Sabanés en el debate radiofónico, pero demostró saber cómo se fuma eso del Ayuntamiento de la Villa y Corte.

Seguimos en ferias y fiestas. Los isidros y los residentes en la capital siguen a lo suyo. Bastante al margen de los mítines de barrio. En mis visitas de incógnito a los mítines he comprobado lo difícil de movilizar. A la sombra de otro árbol, en el parque de Eva Perón, en la frontera del barrio de Salamanca y del barrio de Ventas, escuché a Ana Botella y Alberto Ruiz-Gallardón. Bueno, los escuché poco. No porque las masas del barrio de Ana Botella lo impidieran. No, apenas 500 personas maduras, incluso muy maduras, acompañaron a sus políticos en campaña. Escuché poco porque hablaron poco. Muy poco y muy lejos del tono de Evita habló Ana Botella. Amable, sonriente y casera. Más suelta en el paseíllo que en el centro de la plaza.

Tampoco pude escuchar demasiado a Ruiz-Gallardón. Algunos gritos contra la guerra de unos jóvenes propiciaron la primera interferencia. Muy bien llevada por Gallardón, que pidió silencio a los que protestaron de los antibelicistas. Reanudado el discurso, levantó los mayores aplausos cuando recordó amablemente al alcalde saliente, Álvarez del Manzano. En éstas estaba cuando unos vecinos de La Ventilla que mantienen un contencioso con el Ayuntamiento tomaron la palabra. Nada, que los fieles del PP no querían disonancias en campaña. Nada de reivindicaciones, era su mitin, su parque, su líder y allí se estaba con inquebrantable adhesión o no se estaba. Tan inquebrantable que incluso desoían las peticiones de Gallardón de querer escuchar a esos vecinos. No pudo ser. Ganaron los inquebrantables. Se oyeron insultos poco propios de señores tan serios. Gallardón no pudo con ese ruido. Hizo faena de aliño. Terminó el mitin, saludó a los sentados y fuese. Eso sí, entre piropos, besos y dedicatorias de los rendidos del barrio.

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Yo me imaginé algunos de los probables pensamientos del abnegado y civilizado candidato popular a la alcaldía. Seguramente pensamientos nostálgicos de tiempos pasados. Allí, en el parque de estos ruidos de un martes y 13, dio su primer mitin como político, en el parque dedicado a la amiga de los descamisados, a la hermosa y rubia mitinera que fue Eva Perón. De casi todo hace ya veinte años. Aquel mitin primero le sirvió para empezar una carrera que todavía está llena de esperanzas e incertidumbres. Entonces le ganó Tierno Galván... ¿Y ahora? Ahora ya se verá.

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