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Reportaje:SI LOS EDIFICIOS HABLASEN

Gasolina para el futuro

La estación que introdujo la arquitectura moderna en España fue demolida en 1977

Patricia Gosálvez

"La historia de la arquitectura se puede contar a través de pequeñas obras". El profesor Félix Cabrero menciona la cabaña de Le Corbusier y el templete de San Pietro in Montorio de Bramante, pero lo dice ante una gasolinera, la estación de servicio Porto Pi (hoy, Gesa), proyectada en 1927 por Casto Fernández-Shaw, el arquitecto al que Cabrero ha dedicado una vida de investigación.

Los coches atraviesan la gasolinera como empleados ausentes que se sirven sin mirar el plato en el bufé de la oficina. Y sin embargo "estamos ante una de las tres obras que abrieron la puerta a la arquitectura moderna en España". Las otras dos son el Rincón de Goya, de García Mercadal (en Zaragoza) y la Casa del Marqués de Villoria, de Rafael Bergamín (en la calle de Serrano).

"La obra por la que paso a la historia es la estación de gasolina de la calle de Alberto Aguilera", dijo Casto Fernández-Shaw, consciente de que había parido un manifiesto. "Rompió con el pasado, con la España decadente y decimonónica", asegura Cabrero frente a la gasolinera. La arquitectura no es un oficio de jóvenes, normalmente las obras geniales son las de la madurez, pero Fernández-Shaw imaginó Porto Pi a los 31. "Pudo ser su tumba", dice Cabrero, "porque si sólo hubiese hecho esta gasolinera ya lo habría dicho todo".

En decirlo todo tardó 50 días, los que duró la obra. El resultado fue una estructura aparentemente "sin estilo". "La arquitectura ha de ser moderna como un avión, en el que no sobra ni falta ningún elemento", decía Fernández-Shaw, que colocó sobre las bombas de gasolina una marquesina doble que recuerda a las alas de un biplano. Para la torre-altavoz se inspiró en los tubos de ventilación de los barcos. "Los surtidores, el petróleo, los aceites, los extintores decoran la instalación...", dejó escrito el arquitecto, "los automóviles, el altavoz, las luces, le darán vida". Por eso dibujó pequeños vehículos: formaban parte del proyecto tanto como los tabiques.

No es casualidad que esta revolución arquitectónica fuese un templo para coches, las máquinas que llevarían a la sociedad hacia el futuro. En sus líneas depuradas están la velocidad, el viento, la industria, la tecnología... "La estructura de hormigón es casi franciscana", explica Cabrero. "Pretende ser iconoclasta, vacía de estilo; sin embargo contiene todas las vanguardias, es racionalista, futurista, expresionista... Es su paradoja: la desornamentación se vuelve contra sí y crea una nueva adjetivación". En medio de una España historicista y recargada no decir nada era decir mucho.

La gasolinera también dice bastante de lo que pasó después. No estamos ante una obra emblemática, sino frente al fantasma de una obra emblemática. "Es un falso histórico", dice Cabrero chascando la lengua. La gasolinera original fue demolida en 1977 y la actual es una reconstrucción de los años noventa. "Es idéntica a la original, pero no es la misma". Aquella "se demolió a traición, en un acto cobarde y brutal contra un altar de la modernidad; un crimen contra el patrimonio", explica el arquitecto. "Se destruyó por ignorancia y se reconstruyó por mala conciencia, pero para entonces ya le habían colocado detrás ese telón horrible", dice, señalando el enorme hotel que oprime la visión de esta pequeña joya madrileña. "Más que por mí, lo siento por los estudiantes", dijo Fernández-Shaw cuando le tiraron la gasolinera, que nunca vio reconstruida.

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Cabrero se refiere a él como Don Casto. "Era un hombre bueno, un poeta underground, caótico, ni rojo ni afecto al régimen, incómodo para todos; un visionario, un inventor y, sobre todo, un niño grande". "Todas las obras comienzan con un sueño", decía Don Casto, que tras la II Guerra Mundial soñó ciudades acorazadas y antiaéreas que ponían a sus habitantes a salvo de las bombas. Los planos parecen sacados de La guerra de las galaxias. Su proyecto para el aeropuerto de Barajas fue rechazado por un "exceso de originalidad" y tampoco llegó a construir su Torre del Espectáculo, de 500 metros de altura, en la que cabía un estadio de fútbol.

Reconstrucción de la estación de servicio proyectada en 1927 por Casto Fernández-Shaw, en la calle de Alberto Aguilera.
Reconstrucción de la estación de servicio proyectada en 1927 por Casto Fernández-Shaw, en la calle de Alberto Aguilera.LUIS SEVILLANO

PORTO PI

- Autor. Casto Fernández-Shaw.

- Construcción. 1927 (derribada en 1977, reconstruida en 1996).

- Estilo. Futurista, racionalista, expresionista.

- Ubicación. Alberto Aguilera, 18 (Argüelles).

- Función. Gasolinera.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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