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En los aviones no dan las uvas

Cientos de viajeros celebraron la Nochevieja a 10.000 metros de altura

Si se hubiera hecho un control de alcoholemia mientras los viajeros recogían ayer sus equipajes en el aeropuerto de Barajas, los resultados hubieran sido positivos. La inmensa mayoría de los pasajeros de vuelos transatlánticos que pasaron la última noche del año a 10.000 metros de altura tomaron alcohol, bien por invitación de la compañía aérea o bien pagado con sus dólares. La cuestión era celebrar el Año Nuevo. De los vuelos que llegaron entre las seis y las ocho de la mañana de ayer, sábado -todos semivacíos-, el procedente de Argentina era el que traía más chispa, a pesar de que Iberia no les ofreció "ni turrón, ni pan dulce, ni champán".A pesar de que Esther Cardiel y su hijo Luis Ortega comenzaron 1994 reclamando sus maletas, llegaban con buen sabor de boca. "Estoy contenta y feliz", explicaba tras llegar de Washington. "¡Donde esté España ... !", suspiraba antes de salir para Logroño. "Llevo 34 años volando a Estados Unidos y es la primera vez que paso la Nochevieja en el avión". Del bautismo se encargó la compañía United Airlines, que dio de beber a los pasajeros todo lo que quisieron. Y debió de ser bastante, porque festejaron dos veces el fin de año. Primero, con la hora americana. "Después, cuando eran las seis, nos felicitaron por el Año Nuevo español. Más champán". Por mucha bebida que ofrecieran, Esther se lamentaba: "Estos americanos son unos patosos. Con Iberia hubiéramos cantado un villancico".

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"Ni un detalle"

Y efectivamente, con Iberia se cantó. Fue en el vuelo procedente de Buenos Aires (Argentina). A las doce de la noche, hora argentina, alguien gritó "¡feliz Año Nuevo!", y un grupo empezó a cantar una canción de Fito Páez y unos chicos les acompañaron con un violonchelo y una flauta. Fue el vuelo con más alegría y también el más reivindicativo. "Sinceramente pensé que Iberia iba a dar mejor de comer y de beber. Pero no tuvieron el detalle. Tuvimos que comprarnos unas botellitas de champán que cuestan dos dólares [280 pesetas] cada una". "Ni siquiera nos dieron un poco de turrón o de pan dulce". Son la quejas de Susana, Florencia y Mercedes, de la provincia argentina de Entre Ríos.A pesar de la música, Juan José, de 26 años, cuenta que el viaje no tuvo ni punto de comparación con el día de Navidad de 1991. "Ese día viajé con la compañía rusa Aeroflot. Todo el mundo iba solo, y cuando la gente viaja sola tiene más ganas de divertirse. Hoy, todos iban en pareja o en grupo. De cualquier manera, lo celebré bebiendo cava, pero Iberia no nos invitó".

En el vuelo que venía de Ecuador, la impresión era buena, a pesar del sueño. "La verdad, muy chévere" decía Roland Galeas, ecuatoriano, que quería pasar el 1 de enero en Alemania, con su familia. No pudo ser, porque no existía el vuelo Madrid-Berlín, aunque le habían informado en su país de que ayer podría hacer este trasbordo.

Ernesto San Juan, de 23 años, también pasó su primer cambio de año en el aire. Venía de La Habana, y le daba lástima haber perdido semejante noche de diversión: "Me gusta bailar, divertirme, me gusta mucho pasarlo arriba. Y lo ha pasado arriba, pero no precisamente en el sentido que esta expresión tiene en Cuba, divertirse en grande.

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Miguel Ángel Pérez, de 32 años, sacó su bolsita de uvas cuando sobrevolaba Estados Unidos en dirección a la isla caribeña de la Martinica. "Y Vanesa, una azafata de Continental, apareció con una copita de champán escondida para mí", recuerda. Cuando llegó a la isla, el fin de año local le pilló dentro de un taxi. Él, muy precavido, tenía en reserva otra bolsita con 12 uvas. La sacó y una a una se las zampó. Al taxista, que le miraba atónito, le explicó que se trata de una tradición española.

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