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Columna
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Incurables

La Comunidad de Madrid primará a los médicos ahorrativos que reduzcan costes, por ejemplo, escatimando medicinas, aplazando pruebas diagnósticas o restando tiempo de atención al cliente; lo del paciente pasó a la historia, aunque la paciencia siga siendo virtud capital de los que ocupan las listas de espera. Los antiguos pacientes son hoy unidades de diagnóstico, seres despersonalizados y anónimos. Se trata, explicaba el consejero Güemes, de maximizar los recursos en la atención a los ciudadanos, "porque no es justo", apostillaba el responsable de la sanidad pública madrileña, "que cobre igual el que maximiza los recursos que quien no lo hace", el manirroto que dispensa recetas con prodigalidad, encarga costosas pruebas diagnósticas a las primeras de cambio y derrocha su tiempo haciendo preguntas sobre la familia o prodigando carantoñas a los niños.

Visto con perspectiva, el conflicto del Severo Ochoa parece una medida de optimización de recursos

Este plan innovador que maximiza recursos y minimiza gastos les ha sido propuesto al millar de médicos de los seis nuevos hospitales de la Comunidad, hospitales públicos de gestión privada u hospitales privados con mano de obra pública. En estos establecimientos híbridos, el personal médico y de enfermería depende de Sanidad, pero la propiedad de los edificios y la gestión económica corre a cargo de empresas privadas que gestionan sobre todo su propio negocio.

"Sólo los que rechazan operarse en una clínica privada esperan más de 30 días en Madrid", ha dicho Esperanza Aguirre, una advertencia más a los ciudadanos que desconfían de esas clínicas tan ahorrativas y maximizadoras de los recursos ajenos que administran en nombre y por dejación de la Administración. El método Aguirre para acabar con los problemas de la sanidad pública es acabar con ella mediante sedicentes privatizaciones. La presidenta prometió reducir las listas de espera a 30 días, y esos pacientes adictos a los servicios públicos no le van a malograr las cuentas después de los equilibrios que ha realizado para cuadrarlas, con trucos tales como no considerar los días festivos, o no empezar a contar después de la prescripción de la operación sino tras la visita al anestesista, que puede tardar 30 días más. Si es así como Esperanza Aguirre cumple sus promesas, sería mejor que se abstuviera de hacerlas, que ahorrara en promesas y maximizara sus recursos políticos.

La Consejería de Sanidad no aplica el mismo criterio ahorrativo en el sector de la salud mental, y lo ha demostrado con el desmantelamiento del sistema de asistencia psiquiátrica de Leganés, considerado modélico por los profesionales del sector, que alertan sobre "una vuelta a los tiempos del manicomio", a un sistema tan cruel como desfasado. Encerrar otra vez a los enfermos mentales parece que tendría que resultar más oneroso que atenderlos en libertad, pero tal vez se trate de una apreciación incorrecta y apresurada, seguro que habrá en el mercado empresas dispuestas a hacerse cargo de la población reclusa en manicomios privados maximizando sus recursos y minimizando los costes de atención: una buena camisa de fuerza de las de toda la vida, unos baños fríos y unas sesiones de electro-shock no hacen milagros, pero salen mucho más económicas que los tratamientos farmacológicos sofisticados y la atención personalizada al enfermo.

Leganés parece ser la ciudad del monstruo para los responsables de la sanidad madrileña. Visto con cierta perspectiva, el conflicto aquel de las sedaciones del hospital Severo Ochoa aparece ahora como una medida de optimización de recursos, seguramente los facultativos del centro no maximizaban nada y se dejaban una pasta en morfina y derivados, poniendo por encima en su escala de valores paliar los sufrimientos de los enfermos terminales al ahorro en medicinas. Pero mientras los expertos comunitarios recortan en listas y recursos, los servicios de urgencia se siguen colapsando por culpa de esos ciudadanos adictos a la Seguridad Social que aprovechan cualquier ocasión para pasarse por el hospital, una simple gripe y ya les tienes allí pidiendo medicinas, tratamientos y pruebas, e incluso palmaditas en la espalda. Esta ralea de hipocondriacos rompe las previsiones más sensatas. Además, este año, como comentaba escandalizado un portavoz sanitario, la gripe se ha adelantado y no ha respetado los plazos previstos, ha llegado a traición como ese viento africano que ha disparado, según Ana Botella, los índices de contaminación en la ciudad. Si no quieren asfixiarse, no salgan de casa o múdense al campo, pero luego no vengan a colapsar urgencias y a pedir remedios caros.

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