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Reportaje:

Mucha música, menos público

El escenario de la Puerta del Ángel cierra con un 18,4% menos de público que en 2009 - "Visto lo visto habrá que replantearse cosas", admite su director

Ha sido un mes de julio muy intenso. El escenario de la Puerta del Ángel de los Veranos de la Villa echó el cierre este fin de semana con un balance de 31 noches de música (Khaled canceló su actuación del martes pasado) y 32 cabezas de cartel: Paco de Lucía repitió al arranque de la programación, los días 29 y 30 de junio, y hubo dos veladas de protagonismo compartido (Adriana Calcanhotto y Marianne Faithfull, el 9 de julio; y Béla Fleck junto a Richard Bona, cinco días más tarde). El meollo musical de los Veranos de la Villa concluye con unas 50 horas de música en vivo, un balance artístico irregular y un total de 44.363 personas que se dejaron caer por la explanada de la Casa de Campo. La asistencia media por concierto ascendió a 1.430 espectadores, un 18,4% menos que en la edición de 2009. "Sabíamos que este sería un año difícil, pero no tan difícil", admite el director de los conciertos, Manuel Gutiérrez.

"Los artistas deben esforzarse en bajar su caché", dicen los organizadores
"Intentaremos vender más entradas a precios más baratos"
Un centenar de chicos se reunían fuera de las vallas sin pagar entrada
Hubo noches memorables, como las de Elvis Costello o Miguel Poveda

Era la segunda temporada consecutiva en la nueva ubicación, tras el cierre del Cuartel del Conde Duque, y la experiencia deja tantas incertidumbres como aspectos alentadores. El espacio se ha consolidado como una alternativa magnífica: cómodo, bien comunicado "y con una combinación de brisa y buenas vistas que merece la pena ser vivida", anota Gutiérrez. Pero el público no ha respondido como se esperaba. Los 23 recitales del año pasado convocaron a 40.339 melómanos, a razón de 1.753 asistentes por término medio. En este 2010, en cambio, solo se registraron tres llenazos: Paco de Lucía, Miguel Poveda y Caetano Veloso. La israelí Noa (3 de julio) y el belga Milow, la noche siguiente, tuvieron que enfrentarse a apenas 400 espectadores en unas gradas con capacidad para 3.200. Y hubo algunos pinchazos dolorosos, como los de Natalie Cole y Nina Hagen. Las dos son artistas clásicas y consagradas que llevaban muchos años sin pisar la ciudad, pero se encontraron con un recinto de aspecto desolador.

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- Fútbol, tormentas y precios. Al principio la culpa se la llevó el Mundial. Y sí, la media de asistentes no comenzó a remontar hasta pasado el 11 de julio, la noche que Iniesta cruzó el jabulani ante el portero holandés. La meteorología también fue incierta los primeros días, con tormentas y algún chaparrón. Pero nada es tan disuasorio como unas entradas que oscilaban entre los 35 y 50 euros. "Visto lo visto, habrá que replantearse cosas", reconoce Gutiérrez. "También te puedes gastar mucho dinero invitando a unas cañas, pero, objetivamente, es complicado asumir un gasto de 100 euros para dos entradas. Algunos cachés eran enormes y los artistas deberán interiorizar que también les corresponde hacer un esfuerzo. Para el futuro intentaremos vender más entradas a precios menos elevados".

- Ni rastro de jóvenes. Durante todo el mes fue casi imposible cruzarse con algún veinteañero entre las butacas. El Ayuntamiento asume la infraestructura y la publicidad del evento, mientras que los promotores privados buscan la rentabilidad con artistas veteranos que puedan concitar a un público de cierto poder adquisitivo. Pero algunos nombres eran recurrentes (Noa, Youssou N'Dour, Khaled) y, además, la crisis sigue constituyendo un enemigo feroz. "Ha habido menos venta anticipada que nunca", revela Manuel Gutiérrez. "La gente se lo piensa hasta el último momento y el catastrofismo ha calado. Por eso incluso quienes mantienen su poder adquisitivo gastan menos que otras veces".

- Por la patilla. Constituye ya un fenómeno casi social. A diario se reunían en las inmediaciones del recinto entre 50 y 100 chavales que disfrutaban de la música en pandilla, con botellón, pic-nic y sin pagar entrada. Las vallas laterales han crecido en altura y era imposible ver el escenario desde fuera, pero la música podía paladearse razonablemente bien. Cuando Sinéad O'Connor comenzó a cantar Nothing compares 2U el miércoles pasado, se escuchaban casi más vítores fuera del recinto que dentro. El proyecto inicial contemplaba un cerramiento más amplio, pero se trata de una operación complicada para no interferir en los accesos del albergue, la central de ambulancias de la Cruz Roja y varios restaurantes que hay en los alrededores.

- Sorpresas y fiascos. Ha habido algunas noches memorables en esta edición: Elvis Costello con sus amiguitos del bluegrass, el nuevo trío de Béla Fleck o el inconmensurable Miguel Poveda, que se sobrepuso hasta a los problemas de sonido. Vinicio Capossela se graduó como un maravilloso Tom Waits circense y Jeff Tweedy es un tío muy grande, incluso en la más estricta soledad, sin sus Wilco de por medio. En cambio, lo de Eryka Bahdu bordeó la tomadura de pelo, la fadista Mariza ha perdido por completo el norte, Adriana Calcanhotto suscitó una sinfonía de bostezos y Ojos de Brujo ya no resultan ni un poco creíbles.

- Vida social. La buena música en directo, el fresquete nocturno y la gozosa laxitud veraniega son buenos aliados para el esparcimiento. Los mojitos constituyeron la novedad más exitosa en las barras, atendidas por chavalería sonriente y, por qué negarlo, agradable a la vista. Las bandejas de fruta troceada, tan europeas, siguieron gozando de buena demanda pese a que su precio aumentó mucho más que la inflación: de 2 a 2,5 euros. No triunfaron, en cambio, las golosinas de formato delicatessen y el puesto (1,50 euros por cada 100 gramos) cerró a mitad del ciclo. Lo dicho: no está el horno para bollos.

Paco de Lucía durante su concierto, que llenó el aforo.
Paco de Lucía durante su concierto, que llenó el aforo.SANTI BURGOS

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