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'Smirting', amor y tabaco en la puerta del bar

El término, mezcla de las palabras 'smoking' y 'flirting', nació en Nueva York en 2003 para referirse a las oportunidades de ligar que ofrece el salir a fumar

Pablo León

"Soy fumador y me gusta la ley antitabaco". Rubén Martín, de 26 años, fuma y está encantado con que la ley le obligue a salir a la calle cada vez que quiere disfrutar de un cigarrillo. "Desde que empezó el año, con la excusa del mechero, la verdad es que no he parado de ligar", asegura orgulloso. Algo más de dos meses después de la aplicación total de la ley antitabaco, el smirting (de los verbos en inglés smoking y flirting: fumar y ligar) se consolida. Con la obligación de salir a la calle para aspirar humo se ha creado un nuevo espacio social que deleita a los ligones y empieza a molestar a algún vecino.

Club de baile Charada, una de las discotecas de moda de la capital. Dos de la mañana. Tras las primeras copas aparecen las ganas. Puede que sea por costumbre, por adicción o por la necesidad de cambiar de aires: el caso es que hay que fumar. Junto a la puerta del local, tras girar la piedra del encendedor, surge la pregunta recurrente: "¿qué te parece la ley?". Así suele comenzar, entre calada y calada, el debate y el flirteo. "A veces salgo solo, así que esos 10 minutos que estoy en la calle prefiero estar hablando con alguien. Y si encima es una persona atractiva, pues mejor", cuenta con una sonrisa pícara Rafa Sola.

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Lleva poco más de 60 días en ello pero ya practica smirting como cualquier vecino de Nueva York, ciudad en la que nació el neologismo en 2003. Desde los inicios en la Gran Manzana, la idea ha triunfado en cada país donde se ha prohibido fumar. En Irlanda, uno de los primeros países que, en 2004, aplicó la prohibición total, se realizó un estudio que aseguraba que el 25% de las relaciones formadas entre 2007 y 2008 tuvieron su origen en un pitillo a la luz de la luna.

En Madrid, con su famosa alma callejera, no hay datos concluyentes todavía. Pero parece que el concepto se está poniendo bastante de moda. "El otro día pensé en empezar a fumar o, por lo menos, salir a la calle cada vez que fueran mis amigos. Se liga mucho más que con las copas dentro de la discoteca", exclama Sara Gómez, administrativa de 30 años, en la puerta del Florida Park. No fuma, pero ha salido del local para acompañar a sus colegas de juerga con un cigarro. "Por lo que pueda pasar", añade con un arqueo de cejas. No se equivoca. "Además de que el hecho de fumar tiene asociado un cierto glamour, con la prohibición los fumadores se sienten cómplices. Se produce una conexión porque se sienten proscritos", asevera la sexóloga Vampirella. "Cualquier elemento de nuestra vida cotidiana es susceptible de fomentar el ligoteo, desde compartir clase de yoga a comprar los mismos pepinos. En los ligódromos oficiales, un bar o una discoteca, ligas con personajes creados. Al salir a fumar, se establece una complicidad, un elemento en común que te da pie a establecer un principio de relación. Además te da una idea más real de la persona con la que estás ligando", cuenta Vampirella sobre las bases del smirting.

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Pero si fumar y flirtear fuera del Florida Park, en pleno parque del Retiro, no estresa a los vecinos, en Alonso Martínez es diferente. "Desde mi ventana oigo continuamente a gente. Normalmente están ligando y, aunque no son muy buenos, gritan bastante", explica Marta Pérez, que vive en el barrio. Debajo de su casa hay un pequeño bar frecuentado por universitarios. "Desde el miércoles hasta el domingo tengo que llamar todas las noches al 092 [teléfono municipal de atención al ruido] porque no puedo dormir. Creo que es un problema que tiene que ver la gente que frecuenta este bar: son jóvenes y bastante escandalosos", continúa.

En Charada el grupo de fumadores no es excesivamente ruidoso. Y no solo se dedican a ligar en la calle, también charlan sobre trabajo (smorking), comentan los modelitos de la gente de la cola (smarrassing) o navegan por Internet con el teléfono (smurfing). Alguno también aburre al personal con sus desventuras (smoring). Pero no hay problema: si a alguien le toca algún, o alguna, pesado o pesada, simplemente tiene que apagar el pitillo y fin de la historia.

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Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.

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