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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una épica que no tiene héroes

Los ejércitos de Evelio Rosero (Bogotá, 1958; había publicado en España, como Rosero Diago, la novela Juliana los mira, Anagrama, 1987, parte de una trilogía; en 2006 ganó el Premio Nacional de Literatura de Colombia) está construida sobre una tesis explícita de diversos modos en numerosos pasajes del libro: en el estado actual de la situación en Colombia, el enfrentamiento encarnizado entre todas las organizaciones armadas -guerrilla, ejército, paramilitares, narcos, secuestradores- no va hacia ninguna parte, no tiene un fin -ni en sentido temporal ni político ni moral-. Es una espiral que gira sobre sí, alimentando su motor a explosión con el dolor y la muerte de la gente, de aquellos que sólo piden un mínimo de dignidad para habitar su pacífica existencia. Es el caso de Ismael, el profesor jubilado que protagoniza el relato -y que tiene algo de aquel pobre coronel de García Márquez que esperaba larga y vanamente una carta-. En su pueblo de toda la vida -un imaginario San José- las desapariciones y asesinatos se aceleran hasta convertir a la misma localidad en un lugar fantasmagórico, habitado por zombis dramáticos en la franja inestable entre vida y muerte, humanidad y barbarie. Hacia el final, Ismael parece preguntarse, como una vez el italiano Primo Levi, si él mismo es todavía un hombre.

LOS EJÉRCITOS

Evelio Rosero

Tusquets. Barcelona, 2007

203 páginas. 15 euros

En las novelas americanas de

los sesenta y setenta, en García Márquez o Vargas Llosa, la violencia era una entidad metafórica y no siempre incomprensible, puesto que existía aún la noción de que la historia y la sociedad avanzaban -o esperaban avanzar- hacia un devenir de redención. En la actualidad, la novela muestra una violencia hecha de crueldad pura y sin más sentido que su propia multiplicación irrefrenable. No hay bien enfrentado al mal: hay un suelo minado de mal que tritura la vida de la gente. La cuestión acaso más difícil de resolver, porque determina la nueva forma que la novela debe adoptar para reflejar esta situación, es la de cómo representar la violencia: si tratar de mostrar su rostro completo, si sublimarla en una alegoría, si seleccionar las situaciones marginales que la denuncien. En Dos veces junio, por ejemplo, el argentino Martín Kohan utilizaba una trama doble y fragmentada para atisbar la brutalidad, literalmente inenarrable, de la dictadura argentina de los setenta; en Insensatez, Horacio Castellanos Moya mostraba un copista enloquecido por el trabajo de corregir un informe sobre las atrocidades cometidas en El Salvador. La novela de Rosero está escrita en presente, como si fuera una crónica. Y no es casualidad que la prensa quede retratada a través de una periodista que, en lo más crudo de las calamidades que azotan al pueblo, sólo se interesa por encontrar titulares sentimentales y sensacionalistas. A través de ese cuadro patético el escritor sugiere que la ficción es la única que puede dar cuenta del aquelarre, precisamente porque no estaba invitada. Los ejércitos hace alegoría de la propia realidad, muestra cómo la violencia desatada fuerza a una lectura literal de las alegorías.

En No habrá más penas ni ol

vido (1974, llevada al cine en 1983), Osvaldo Soriano hizo una caricatura de la inflamable sociedad argentina de entonces poniendo en escena un pueblo en el que una anécdota ridícula desataba una hecatombe de sangre y fuego (en esa novela, un funcionario municipal declaraba una de las frases memorables de la literatura de aquellos años: "Yo nunca me metí en política, siempre fui peronista"). Los ejércitos es parecida pero sin parodia, sin risa, sin "heroicomicidad", el neologismo con que Italo Calvino definió el estilo de Soriano. Ismael es un viejo cándido, mirón inofensivo de señoritas y, después, testigo inopinado del espanto que arrasa el mundo, su mundo. Con él, toda Colombia ha envejecido o es Sobreviviente -los Sobrevivientes son, en San José, los que vuelven, no se sabe bien ni cómo ni por qué, del cautiverio, al que tampoco se sabe en virtud de qué se los llevaron-. Los ejércitos es la épica del Sobreviviente, sin héroe y siempre provisional, la que intenta dar testimonio de la deriva demencial de un país caído bajo el fuego cruzado.

Evelio Rosero (Bogotá, 1958).
Evelio Rosero (Bogotá, 1958).EFE

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