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Coyuntura nacional
Columna
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Unas previsiones de compromiso

Sin resolver el problema de Grecia, y justamente por eso, por contagio, ahora el ojo del huracán se ceba con Italia, una economía que, a pesar de sus debilidades, no debería tener problemas para hacer honor a sus compromisos financieros. Pero en una crisis como esta llega un momento en que los fundamentales (racionalidad) son lo de menos, es una cuestión simplemente de confianza (sentimientos). Por eso lo más urgente y principal es restaurar la confianza, luego (o a la vez) habrá que arreglar los fundamentales.

Ahora, descartados los eurobonos y teniendo en cuenta que el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera no cuenta con recursos suficientes para rescatar a Italia y España, prácticamente no queda otra medida para restablecer la confianza que el BCE actúe de banquero de último recurso y haga una declaración formal de que está dispuesto a respaldar y garantizar la deuda pública, sea del país que sea, comprando en los mercados las cantidades que haga falta. El caso es que el BCE actúa, pero parcialmente y sin declarar que lo va a seguir haciendo hasta sus últimas consecuencias, lo que no acaba de tranquilizar a los inversores. La causa de ello, además de posibles problemas jurídicos y de no querer avalar la mala gestión de los Gobiernos, parece ser la de ejercer presión para que estos no se relajen, reduzcan sus déficits y deudas y lleven a cabo reformas para potenciar el crecimiento y la generación de empleo, es decir, para que mejoren sus fundamentales y así puedan hacer frente a su deuda. Es la misma estrategia que parece guiar la actuación del Gobierno alemán.

El BCE admite que el balance de riesgos está fuertemente inclinado a la baja en las estimaciones
En el caso de España no incluyen las medidas que los Gobiernos abordarán para recortar el déficit

Esta estrategia podría dar resultados, pero a medio plazo. Ahora bien, los inversores no pueden esperar tanto, porque sus carteras se deprecian por momentos, ni tienen por qué creer que la estrategia dé resultados. Así que siguen huyendo de la deuda europea, pública o privada. Las pérdidas que ello ocasiona al sistema financiero, la consiguiente restricción crediticia, los efectos contractivos de los ajustes fiscales y el deterioro de la confianza están llevando a las economías europeas a una recesión que podría ser prolongada, lo que provocaría que los problemas actuales de liquidez se conviertan en problemas de solvencia, es decir, la ruina. Los que de verdad mandan en Europa deben replantearse la estrategia.

En este contexto, el calendario ha obligado a la Comisión Europea a publicar sus previsiones de otoño. Mala papeleta, pues si fueran consecuentes hasta el final, podrían contribuir a un mayor deterioro de las expectativas, y si no lo fueran, a la falta de credibilidad y a una mayor desconfianza. Cuando uno analiza las cifras y lee los argumentos que las sustentan, se da cuenta de que dichas cifras han sido forzadas hasta el límite más optimista del rango de posibilidades. Hay una frase que lo dice todo: "El balance global de los riesgos para las previsiones de crecimiento está fuertemente inclinado a la baja". Yo creía que las previsiones siempre reflejaban el punto central del rango de probabilidades, de forma que los riesgos al alza y a la baja se compensaran. Estas previsiones parten de hipótesis poco sólidas, entre ellas, que la crisis financiera y sus consecuencias estarán, si no resueltas del todo, al menos muy encarriladas a mitad del próximo año. Además no incorporan los efectos contractivos a corto plazo de la profundización de los ajustes fiscales necesarios para cumplir con los objetivos de déficit públicos.

Esto último es muy relevante en el caso de España. Como no se conocen las medidas que los gobiernos central y regionales adoptarán para reducir el déficit al 3% en 2013, pues no se incorporan a la previsión. Como resultado, el déficit público previsto para España se queda bastante por encima del comprometido en el último Programa de Estabilidad. Eso permite obtener un mayor crecimiento del PIB y del empleo y una menor tasa de paro, pero es inconsistente, pues si no se cumplieran los compromisos de reducción del déficit, la desconfianza de los inversores hacia España se recrudecería y, con ello, la restricción crediticia, haciendo imposible el crecimiento. En fin, estas previsiones no solo son de compromiso, sino casi imposibles, a no ser que algún dios del Olimpo ilumine a los gobernantes europeos y estos resuelvan en pocos meses lo que llevan años sin resolver.

Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas).

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