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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Accionista equivocado

Las discrepancias de Sacyr con el equipo de gestión de Repsol ponen en riesgo a la empresa

Repsol, la primera empresa petrolera española, está sufriendo en los últimos meses las consecuencias de una guerra interna, planteada entre el equipo de gestión, encabezado por el presidente Antonio Brufau, y el principal accionista de la compañía, el grupo constructor Sacyr Vallehermoso. Luis del Rivero, presidente de Sacyr, se opone a la política de inversiones de Repsol, cuestiona el recorte de dividendos del 19% y presiona para que el grupo petrolero venda activos con el fin de obtener rentabilidad a la inversión de 6.500 millones de euros que costó el 20% del capital de Repsol.

La tensión institucional, insostenible en cualquier empresa que aspire a mantenerse en un mercado competitivo frente a grandes multinacionales, se manifestó en otro episodio desagradable el viernes pasado. Un consejo extraordinario ratificó la gestión de Brufau y sus decisiones empresariales; pero a ese consejo no asistieron los tres consejeros del primer accionista, Sacyr. En conclusión, ese consejo no sólo no ha resuelto el enfrentamiento entre Sacyr y los gestores de Repsol, sino que probablemente lo ha envenenado un poco más.

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Repsol es una empresa de primer orden, construida con paciencia e ingenio en tiempos de mayoría de capital público. A primera vista, la posición díscola de Sacyr es errónea. Bastaría para calificarla así el hecho de que haga pública sus discrepancias con la gestión de Repsol. Pero es que esas diferencias tampoco están justificadas. La inversión de Repsol -32.000 millones de euros entre 2008 y 2012- está justificada porque es una de las pocas vías para sostener la rentabilidad y el beneficio en un negocio que depende de la exploración y el refino. Repsol ha ido aumentando poco a poco la parte de beneficios destinada a dividendo y la interrupción de 2009 se debe a la recesión.

Da la sensación de que el accionista Sacyr no entiende el negocio petrolero; o bien pretende resolver la situación de sus cuentas exprimiendo prematuramente las de Repsol. Su propuesta de venta de activos quizá tenga lógica en negocios como el ladrillo, pero puede ser un suicidio en negocios con maduración más larga de las inversiones. Si Sacyr no entiende el negocio de Repsol, es un accionista equivocado; por tanto, debería encontrarse una solución accionarial antes de que la crisis destruya la empresa.

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