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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Agenda pendiente

La crisis aún repartirá costes entre un Zapatero más determinado y un PP que sufre desgaste

Sobre un fondo constante de preocupación ante la situación económica y de distancia hacia la clase política, socialistas y populares empiezan a cosechar los primeros resultados de sus respectivas estrategias. Mientras que el Gobierno parece remontar ligeramente, el Partido Popular acusa el desgaste de una crítica a la que sigue faltando el imprescindible capítulo de las alternativas y una actitud más resuelta ante los casos de corrupción. La valoración de Rajoy se hunde mientras que la de Zapatero experimenta una leve mejoría que no le permite, sin embargo, remontar la severa pérdida de credibilidad por la gestión de la crisis, primero inexistente y después sometida a bruscos bandazos sin explicación solvente. El curso político se cierra con los principales partidos pendientes de la evolución de los datos económicos y del hastío de muchos ciudadanos ante una confrontación política en todos los terrenos.

El balance presentado el viernes por el presidente del Gobierno no dio mucho de sí, aunque se confirmó una evolución positiva en su discurso. Zapatero ha renunciado a presentarse como víctima de un exigente contexto internacional que le habría obligado a emprender políticas contrarias a las que había defendido hasta ahora, y ha comenzado a presentarlas como el resultado de un análisis y una determinación propios. Eso es, exactamente, lo que los ciudadanos esperan del liderazgo político: no un jefe de Gobierno cediendo a oscuras presiones, sino canalizando las necesidades de recuperación de un país. De la misma forma que no les basta con un discurso de oposición que, por más disfraces que adopte, se limita a galopar sobre las dificultades y a ofrecerse como remedio milagroso.

Los datos de la encuesta de población activa, conocidos también el viernes, marcaron el terreno del debate al que ninguna fuerza política podrá sustraerse a la vuelta del verano. El horizonte del empleo en España es muy intranquilizador y, además, aguardan citas electorales trascendentales para definir el contexto político de las medidas económicas a adoptar. Con el agravante de que una nueva tensión territorial ha revelado las consecuencias (y los límites) de que la política se concentre en la definición de la nación y no en el fortalecimiento del Estado.

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El presidente del Gobierno se mostró convencido de contar con apoyos suficientes para aprobar los próximos Presupuestos, que anunció austeros y restrictivos. No podrán ser de otra manera, pero eso no significa que estén cerradas las alternativas. Lo que está en juego es el reparto de los costes de la crisis. Lejos de haber terminado el debate, la agenda para que comience está finalmente planteada. Y aunque otros problemas como el deterioro institucional o los casos de corrupción deban ser atendidos, no podrán seguir desempeñando la función de simples señuelos electorales como ha ocurrido en el pasado. Porque también esta actitud equivalía a devaluarlos.

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