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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Grecia como síntoma

Los errores y excesos policiales deben ser un acicate para reforzar el Estado de derecho

Los sucesos vividos en las principales ciudades griegas a raíz de la muerte de un joven de 15 años a manos de la policía demandan explicación, pero en ningún caso justificación. A la espera de que la investigación judicial esclarezca los hechos, sólo cabe insistir en que la preocupación por la seguridad generalizada a raíz de los atentados terroristas de los últimos años debe conducir, no a una relajación, sino a un reforzamiento de las garantías con las que deben actuar los agentes policiales. Su trabajo es hoy más necesario que nunca y, por ello, tiene que ser más escrupuloso que nunca. La desconfianza de los ciudadanos hacia las fuerzas de seguridad, o la revuelta contra ellas, como ocurre en Grecia, es una de las peores situaciones imaginables desde el punto de vista del objetivo que se persigue, la seguridad.

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Pequeños disturbios durante varias manifestaciones estudiantiles en Atenas

Los sucesos de Grecia no han sido los únicos. Aunque en cada caso por diferentes motivos, el Reino Unido vivió una auténtica conmoción a raíz del caso Menezes, el joven brasileño confundido con un terrorista y tiroteado por la policía poco después de los atentados de Londres; también Italia conoció un episodio similar con ocasión de la muerte de un manifestante antiglobalización en Génova. Con resultados menos dramáticos, Francia ha sido recientemente testigo de los abusos contra un corresponsal del diario Libération y el Reino Unido, del maltrato a un diputado tory. A esta lista habría que añadir los diversos episodios en los que se ha visto envuelta la policía autonómica catalana e, incluso, algunos casos pendientes de resolver por la justicia española, como las lesiones del etarra Igor Portu -uno de los presuntos responsables del atentado de Barajas- producidas en el momento de su detención en Arrasate.

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La respuesta de algunos manifestantes radicales griegos debe ser condenada: la muerte de Alexis exige esclarecimiento y, en su caso, sentencia judicial, no una extensión del vandalismo a otras ciudades dentro y fuera de Grecia, como ha sido el caso de los recientes disturbios en Madrid y Barcelona. Los errores policiales, por graves que hayan podido resultar en ocasiones, no pueden ser una coartada para desacreditar la imprescindible y responsable labor de las fuerzas de seguridad en los Estados democráticos ni, menos aún, para la violencia callejera, sino un argumento para reforzar el funcionamiento del Estado de derecho y sus mecanismos de control. Ésa es la principal lección que cabe extraer de los sucesos que ha vivido Grecia, los primeros que se producen en el nuevo contexto social tras la crisis que afecta a la economía mundial.

Las dificultades sociales que sin duda se avecinan no pueden sorprender a los Gobiernos ni a los responsables de los cuerpos y fuerzas de seguridad. Es preciso que las policías democráticas se preparen para reafirmar su condición, para minimizar los riesgos de error, de manera que sigan siendo vistas y apreciadas como lo han sido hasta ahora.

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