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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Veto de servicio?

Estados Unidos impide una vez más que Israel sea condenado por la colonización de Palestina

Más de 100 Estados respaldaban la resolución presentada ante el Consejo de Seguridad que condenaba la colonización israelí de Palestina; de sus 15 miembros, 14 votaron a favor -entre ellos, China, Rusia, Francia y Reino Unido-; a la luz del derecho internacional los asentamientos en los territorios ocupados son flagrantemente ilegales, y las convenciones de Montreux vierten oprobio sobre la ocupación israelí de Cisjordania y Jerusalén Este. Más aún, Estados Unidos ha criticado numerosas veces esa política, y el propio presidente Obama ha pedido a Israel que detenga su implantación en tierra tan disputada. Y, sin embargo, Estados Unidos vetó el viernes, una vez más, una resolución que condenaba la política del Gobierno de Netanyahu en el espinoso contexto del contencioso palestino-israelí. ¿Por qué?

La versión más caritativa, pero probablemente ajustada a la realidad, sugiere que una ruptura de esa magnitud con Israel arruinaría toda posibilidad de reanudación de las conversaciones de paz, suspendidas a iniciativa palestina precisamente en protesta por la continuada colonización de su tierra. El mundo árabe, el islámico, y la mayor parte del resto del planeta, incluida la UE, condenan, desaprueban o lamentan la decisión norteamericana. Y a mayor abundamiento, han menudeado en los últimos tiempos las voces en Estados Unidos pidiendo a Barack Obama algo así como un nuevo comienzo en Oriente Próximo, la determinación de coger el toro por los cuernos y presentar un plan de paz que obligue cuando menos a Israel a plantearse la dificultad de rechazarlo o de llenarlo de apostillas para hacerlo irrelevante, como ocurrió con la llamada hoja de ruta. Una iniciativa así se compadecería mucho más con el discurso de Obama en El Cairo, de junio de 2009, en el que prometía al mundo árabe ese nuevo comienzo.

Pero si el veto es táctico tiene sentido. A condición, naturalmente, de que Washington asuma el papel de auténtico mediador entre las partes, lo que le llevaría a ejercer sobre Israel una presión hoy impensable, así como la paralela exigencia a la parte árabe de que el movimiento terrorista Hamás renunciara públicamente a la destrucción de Israel. Ese es el único y urgentísimo camino hacia la paz, cuando gran parte del mundo árabe -y no solo Egipto- vive convulsionado por una mayúscula revuelta popular, esperemos que de consecuencias democratizadoras.

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