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Tribuna
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No hay risesgo de guerra civil

Algunas personas y grupos han manifestado su preocupación por lo que consideran una creciente tendencia a la «bipolarización» o radicalización de las posturas políticas en nuestro país en la actual circunstancia, comparándola con la existente antes de 1936. En este sentido se advierte que la constitución de un organismo unitario de la oposición que agrupa a diferentes partidos y organizaciones de centro y de izquierda equivale a un Frente Popular recordando así al organismo que se formó en los años treinta en diversos países europeos, entre ellos España; y se insinúa, o se da por hecho, que la presencia en el tablero plítico de un Frente Popular ha de llevar consigo, «por lógica reacción», la creación de un opuesto y beligerante «Frente Nacional», consumándose así la «bipolarización» en dos bloques antagonistas, dispuestos nuevamente al mutuo holocausto.Estos temores se originan de dos actitudes dispares: por una parte están los grupos y las personas sinceramente preocuados de asegurar un porvenir pacífico y democrático, que con toda buena fe formulan sin embargo un diagnóstico erróneo de la situación dejándose llevar acaso de fobias más o menos conscientes y prestando atención exagerada e injustificada a las admoniciones que provienen de otros sectores ínteresados; y por otro lado están estos sectores, opuestos a cualquier proceso de cambio democrático, y embarcados ya de lleno con pretexto o sin él, en la constitución de un Frente Nacional antirreforma, a quienes la agitación propagandística del fantasma frentepopulista sirve admirablemente de justificación y coartada. Desengañar a los primeros y desenmascarar a los segundos, evitando la deformación y confusión de la opinión pública, es en el momento actual inexcusable.

El organismo unitario de la oposición no es equivalente a un Frente Popular, pues las circunstancias que le han dado origen y lo configuran son muy distintas. Obviamente no es una plataforma electoral ni un pacto de Gobierno, ya que por el momento no son previsibles elecciones generales libres ni existen perspectivas de acceder a funciones ejecutivas. Su composición heterogénea define claramente, además, los límites de su posible actuación futura, mientras que la mayoría de los grupos que lo componen han advertido claramente que se reservan libertad de actuación para el momento en que se haya alcanzado el único objetivo común, que es la eliminación de las limitaciones existentes al ejercicio de los derechos fundamentales y las libertades públicas. El organismo no es cerrado, sino que está abierto a todos los grupos que deseen integrarse, incluso de la derecha, siempre que su objetivo sea el establecimiento de la democracia. De hecho, cada vez son más los grupos, partidos y organizaciones que desean integrarse, como una expresión del común anhelo de contribuir a superar la división entre los españoles creada por la guerra civil y mantenida durante tantos años por el régimen surgido de ésta. Precisamente la presencia en el organismo unitario de los partidos de centro y centro-izquierda (demócrata-cristianos, social-demócratas y liberales), es la única garantía de que no se reproducirá la misma división entre «burgueses» y «proletarios» que estuvo en la base de la contienda del 36. Si estos grupos, que representan básicamente a los estratos sociales medios y profesionales, se separaran del organismo unitario, dejarían solos a los partidos y organízaciones sindicales obreras, caerían ellos mismos en la órbita de la derecha oligárquica, no menos antidemocratica de lo que pudieran serlo algunos grupos de extrema izquierda, y concitarían así la formación de un auténtico Frente Popular.

,Ciertarnente, algunos piensane sería mejor unirse dejando fuera a los comunistas. Pero razones obvias de honestidad y ética política obligan a quienes reclaman para sí las libertades públicas y el ejercicio de los derechos, fundamentales que no se los nieguen a los demás. Los partidos y organizaciones obreras no están lógicamente dispuestos a permitir que los comunistas crezcan en la clandestinidad y ungidos por la aureola del martirio. El supuesto riesgo de manipulación por parte de la minoría comunista no es más que una fantasía ridícula. En ningún país del mundo se han impuesto los comunistas si no ha sido en lucha armada contra una dictadura o con el apoyo de los ejércitos de una superpotencia; en el ámbito euro,peo occidental, ni siquiera las favorables circunstancias que se dieron al final de la segunda guerra mundial les permitieron dominar a las fuerzas democráticas. Mucho mas cierto, próximo y amenazante es el riesgo de manipulación por parte de la derecha óligárquica, poseedora de la t«uerza y de los imponentes resortes de la propaganda estatal.

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En último término, nunca se ha producido una guerra civil en la que uno de los bandos esté armado solamente con piedras y, acaso, barras de hierro. En 1936 la guerra se produjo porque había un Gobierno de izquierdas que entregó armas al pueblo. Ahora, lo más grave que podría ocurrir sería un retorno a las tinieblas de la dictadura de ultraderecha.

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