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Análisis:EL ACENTO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El misterio del cine español

El cine español vive en una aparente contradicción. Javier Bardem ha sido nominado para el Oscar al mejor actor secundario y Alberto Iglesias, para el de mejor música original. Pero, al mismo tiempo, 2007 ha sido uno de los peores años en cifras del cine en España y, también, del cine español. Es el "vivo sin vivir en mí" y el "muero porque no muero" de Santa Teresa. Pero la contradicción desaparece cuando los hechos se examinan de cerca. El que la Academia de Hollywood seleccione a dos actores españoles es una distinción extraordinaria; pero el trabajo de ambos se enmarca en producciones estadounidenses. No es exactamente cine español lo que se reconoce con los galardones.

Las cuentas del cine en 2007 no admiten discusión: el cine español bajó de 19 millones a 12,5 millones de espectadores y el extranjero, de 97,5 a 85 millones. La paradoja es que, probablemente, el ciudadano español ha visto más cine que nunca. Tan pésimos números, que los medios de comunicación más conservadores suelen airear con gozo de papanatas, por más que lo coherente con su tradicionalismo sería que reivindicaran lo propio, remiten al cine visto en las salas, aquel en el que es necesario sacar una entrada para verlo. No se dice nada de las ventas de DVD, de las descargas en Internet, de la piratería y de las proyecciones en las cadenas de televisión.

Con unas cuentas o con otras, parece demostrado, sin embargo, que el cine español en pantalla interesa cada vez menos. Con la coartada de la calidad, discutible en cualquier caso, las producciones españolas se han encerrado en un manierismo espeso, limitado a tres o cuatro fórmulas -la guerra civil, el drama social y la comedia de costumbres- que, adocenadas por un talento generalmente dudoso y por la ausencia de una industria que identifique las preferencias del mercado, ha acabado por hastiar al espectador. A la vez, la capacidad de autocrítica y de superación de los estereotipos brillan por su ausencia. El cambio es urgente, porque no son las subvenciones las que van a llenar las salas para ver películas producidas en España.

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