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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El fotógrafo Carlos Cánovas captura la soledad urbana en la serie 'Paisaje anónimo'

La muestra reúne en Pamplona 40 imágenes de gran formato recogidas en varias ciudades

El País

Cuando Carlos Cánovas inició en 1993 su serie fotográfica Paisaje anónimo no hizo sino dejarse llevar por el impulso que, según afirma el fotógrafo pamplonés, le arrastra hacia terrenos que son un verdadero enigma. Las cuarenta imágenes de gran formato, en blanco y negro, que componen la muestra (Sala de Arte de Zapatería 40; hasta el 21 de abril) son una pausa poética en la dinámica de un tiempo urbano y un espacio anónimo inquietante.

Canovas expone en Pamplona tras once años de ausencia. Sus fotografías forman parte de colecciones como las de la Biblioteca Nacional de París, el IVAM valenciano, El Museo Reina Sofía, el Bellas Artes de Bilbao o la fundación Caixa. Su trabajo es una evolución pausada, un serio obstáculo a la vorágine del zapping visual propio de los tiempos.

Desde su serie Tapias (1980), el primer ejercicio de introspección visual en espacios del extrarradio de las aglomeraciones urbanas, Cánovas ha explorado la cotidianeidad desde una visión poética e inquietante de la realidad que nos circunda. 'La fotografía no es nada sin unos gramos de poesía, y, a mi juicio, se parece mucho más a la poesía que la pintura', explica el fotógrafo.

Paisaje anónimo es un nuevo capítulo de una evolución desarrollada en series anteriores como Dolientes plantas (1982), Extramuros (1983-1990) o Vallés (1990). En esta serie refleja los 'no lugares' de las ciudades. Callejuelas, patios, solares abandonados, polígonos industriales y horizontes portuarios difícilmente ubicables y contrarios a la más mínima habitabilidad en las que, paradójicamente, transita una buena parte de la vida humana. Rincones de Bilbao, Pamplona, Santander o Alicante son algunos de los escenarios captados por sus cámaras.

La serie es la esencia de un Canovas ralentizado. Usando una cámara de placas y saltando al gran formato, obtiene una potencia reflexiva superior, con máximas profundidades de campo y largo periodo temporal de exposición. El resultado de este proceso puede calificarse se melancólico. 'Hay quien asegura que en mis imágenes no aparecen seres humanos, pero eso es falso. En realidad no han mirado bien', señala el fotógrafo con una cómplice ironía, La que demanda compartir en cada imagen la nostalgia que irremediablemente generan unos 'paisajes por voluntad personal', en los que las cicatrices de heridas sociales, de existencias infelices o el ansia de libertad de sus cielos encapotados de nubes conducen irremisiblemente a la presencia del hombre.

'Quisiera que mis fotografías fueran canciones de alguien que recorre esas franjas de soledad que, alrededor de las ciudades, habitamos sólo de paso, sin conciencia de estar haciéndolos. Es una cuestión de sentido. Cuando las cosas lo tienen, la fotografía es capaz de fijar una experiencia de cada espacio, y de cada tiempo', refelxiona Cánovas.

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