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LA COLUMNA | OPINIÓN
Columna
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Una política pendular

Josep Ramoneda

Todos los indicios conducen a la misma reconstrucción de los hechos. Zapatero tuvo una idea: nos vamos de Kosovo y damos un golpe de efecto mediático. Conforme a su concepto del régimen constitucional español, convencido de que los ministros sólo están "para dar gusto al presidente", llamó a la titular de Defensa y le dio las instrucciones precisas. Y el gesto del presidente de macho que pisa fuerte y le demuestra a Obama que no le importa crearle un problema en vigilias de su primer encuentro, lo completa la ministra Chacón, con el maternal argumento de que los niños -los soldados, en este caso- han de ser los primeros en enterarse. Lo demás se da por añadidura: los americanos ponen cara de enfado, los europeos se sienten ninguneados, Moratinos se da cuenta de que no tiene papel en el reparto (una dimisión, en este momento, le dignificaría) y la oposición se lanza sobre la presa.

¿Cómo se explica que una idea imaginativa del presidente que debía ser un pelotazo comunicativo se convierte en un fiasco monumental? Con la cantidad de problemas que el Gobierno tiene, ¿cómo se le ocurre al presidente crearse él solito uno más? La respuesta está en la conjunción de tres factores: la manera de gobernar de Zapatero, la confusión entre política internacional y política interior y la pérdida de una mayoría estable en el Parlamento. Puesto que estos tres factores están ahí para tiempo, la polémica sobre Kosovo no es "desorbitada o disparatada" como dice el presidente. Es muy sintomática de lo que viene.

Lo que Zapatero presenta como proyectos acaban siendo simples eslóganes. Llegó con la bandera de la España plural. Debía ser la idea articular de su proyecto político. En consecuencia, abrió un proceso de reformas estatutarias. Dejó hacer. No lo gobernó. Mandó la España plural al baúl de los recuerdos. Y entró en una parálisis que lleva demorando indefinidamente un tema clave como el de la financiación autonómica. Tan clave que le puede costar buena parte del voto catalán que tan decisivo fue para su elección.

El súbito pánico autonómico -algún gurú le debe de haber dicho que si mantiene Cataluña a raya ganará las próximas elecciones- le llevó a contaminar la política exterior con problemas interiores, lo que acostumbra dar políticas erráticas y lugareñas. Zapatero rechazó la independencia unilateral de Kosovo para evitar un precedente que generara expectativas en Cataluña y en Euskadi. Y, ahora, retira las tropas, cuando se dispone a gobernar el País Vasco. En su lugar, me preocuparía más de Bélgica: si ésta se dividiera sí que podría haber efecto dominó.

Con su ruidosa apuesta antiKosovo, Zapatero se alinea peligrosamente con Rusia y con Serbia. Ahora se entiende que Medvedev escogiera España para su primera visita a un país europeo. España no es especialmente sensible a la suerte de los países del entorno de Rusia y está en la OTAN, el gran temor de Moscú, con escaso entusiasmo y compromiso. En su defensa parlamentaria, Zapatero esgrimió los pilares de su política internacional: una silla en el G-20 -todavía desconocemos el precio pagado-; la Alianza de civilizaciones -que hasta ahora no ha salido del ámbito de las declaraciones bien intencionadas y que adolece de un grave error de base: dar carta de naturaleza política al concepto de civilizaciones; y la sede barcelonesa de la Unión del Mediterráneo, otro espectro por definir. En fin, me olvidaba del cuarto pilar porque provoca hilaridad: que Felipe González presida el comité de sabios de la Unión Europea que, por mucho que Zapatero quiera apuntarlo en su haber, se debe principalmente a la reconocida talla internacional del ex presidente. El denominador común de estos cuatro pilares es que son lugares en que se habla mucho y se decide más bien poco. Y, sin embargo, la relación con la Unión Europea, que es realmente nuestro lugar, es, a veces, desconcertante. ¿Por qué el Gobierno se ha esmerado tanto en reparar el enfado americano y tan poco en atender a los aliados europeos?

Kosovo ha dado la foto que todos sabíamos que estaba al caer: toda la oposición abroncando sin contemplaciones al Gobierno. Se puede criticar, evidentemente, el oportunismo y el cinismo del PP, que también se niega a reconocer a Kosovo por los mismos argumentos espúreos que el Gobierno. Pero la realidad es la que es: a falta de un proyecto perceptible que atraiga aliados estables, Zapatero tiene por delante tres años de política pendular: hoy buscando aliados a la derecha, mañana a la izquierda. Y así es difícil afrontar una crisis y perfilar un verdadero proyecto político. -

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