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Crítica:EN PORTADA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Acontecimientos e ideas

Ricardo Piglia (Adrogué, Buenos Aires, 1940) compone una novela de la vida provinciana partiendo de un hecho violento y de las circunstancias que lo rodean. Corre el año 1972 y el americano mulato Tony Durán, un forastero misterioso y atractivo, es asesinado. Es un universo cerrado, vocinglero y malintencionado, "faulkneriano". El entendido narrador conoce los rumores del pueblo y el corazón invisible de los hombres. Cubre los huecos que nos permiten conocer datos y sucesos del pasado, observa simetrías y paralelismos, y cuenta las investigaciones del comisario Croce. Piglia no ha renunciado a modelar también a su manera una novela policiaca. Croce y su ayudante Saldías constituyen una pareja investigadora, aunque el segundo sea a la postre un vil traidor. En su lugar, actúa Renzi, el álter ego del autor, solitario y escéptico, que experimenta repentina simpatía por el comisario y forma con él una especie de equipo. Renzi remueve y comprueba y Croce, desde su retiro, deduce. Renzi es de otro mundo, Buenos Aires, pero siente la atracción de un poblacho sucio y tenebroso donde los Belladona son despóticos como tantas familias del campo, pero, precisamente por ello, fascinantes (lean la página 205 en que a Ada le cae un anillo en el vaso de whisky y lo pesca a continuación). También se trata de una novela de la pampa, de los gauchos y los estancieros. Caballos y jinetes (admirable el preciso y seductor contraste entre dos de ellos, el Chino y el Monito, en edad, físico y carácter) son su emblema. Hay palabras concluyentes y gestos definitivos con los que Piglia fija un mundo mítico y real. Es, quizás, la novela del gaucho que no escribió Borges, cuya sombra es alargada. Cuando entramos en el monumental edificio construido por Luca, el hermano menor de los Belladona, un héroe contradictorio y torturado, distinguimos desde las terrazas, todo el campo, el desierto, la llanura, lagunas, caminos, animales, el pueblo entero y el ferrocarril. Como una rememoración del Aleph borgiano, el lugar memorable que legó a la historia de la literatura. Piglia muestra un perfecto dominio de su arte y nada resulta gratuito. Incluso gustan las notas a pie de página. Vean, por ejemplo, la número 41 referida a Black House, o sea, Casa desolada de Dickens, Kafka y Bartleby de Melville. Los fragmentos sucesivos de conversación y encuentro sexual entre Renzi y Sofía constituyen una historia de amor contenida y sensible, que, sospechamos, gravitará silenciosamente sobre sus vidas. Quizás, Piglia pueda seguir informando. La segunda parte (menos de un tercio de la extensión total) contiene un discurso visionario, alucinatorio, enunciado desde un lugar cercano a la mente de Luca, el hombre que yendo más allá de la realidad visible quiere convertir la materia soñada en objetos reales. El juego entre ficción literaria, realidad y teoría literaria alcanza aquí su momento más alto. Es un terreno que Piglia conoce muy bien y que sabe dosificar con maestría. El gozo es doble: una novela que contiene hechos apasionantes y sentimientos profundos y una novela sobre la novela que permite un austero ejercicio de reflexión.

Blanco nocturno

Ricardo Piglia

Anagrama. Barcelona, 2010

299 páginas. 19 euros

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