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EL LIBRO DE LA SEMANA

Capitalismo mágico

¿Qué es lo que distancia Todo es silencio de una escueta crónica sobre los años en que Galicia iba camino de convertirse en otra Sicilia (algunos de cuyos episodios, por cierto, también nos los contó Manuel Rivas en sus escritos periodísticos)? La meticulosa construcción de un mundo narrativo muy singular y sugerente en el que "meter" aquella realidad y explicarla.

Dividida en dos partes -'El silencio amigo' y 'El silencio mudo'-, la novela narra cómo en Brétema, una localidad gallega de la costa atlántica, las viejas redes del estraperlo y del contrabando -wolframio, tabaco y emigrantes- se reconvierten al narcotráfico, dadas las ventajosas condiciones de que disfrutan, según oportunamente advierte Tomás Brancana, también conocido como Mariscal, el Deán o el Patrón de todo aquello: "Una costa formidable, infinita, llena de escondrijos. Un mar secreto que nos protege. Y estamos cerca de los puertos madre. Del suministro. Así que lo tenemos todo. Tenemos costa, tenemos depósitos, tenemos barcos, tenemos hombres". Pero Manuel Rivas no se detiene en narrar ese proceso de transformación y, explorando el tejido social e indagando en la condición humana de los protagonistas, en su novela Todo es silencio nos cuenta cómo sucedió, por qué fue posible tal aventura o desventura y la dimensión que alcanzó, corrompiendo todos los estamentos y poderes.

Rivas desvela el alma de los espacios, lo que guardan o contienen en tanto que expresión o emblema del carácter de un pueblo

Y construye así un soberbio mundo narrativo en el que el espacio es un elemento esencial. Rivas despliega ante el lector aquel prodigioso espacio físico natural por el que se mueven los personajes y además crea otros espacios interiores cargados de simbolismo y repletos de sentido porque revelan formas de vida: desde las modestas viviendas de los pescadores y esa mano-aldaba que preside una de ellas al reducto-fortaleza del Ultramar -"posada, bar, tienda y bodega, con su anexo de salón de baile y cinema París-Brétema"- o la abandonada Escuela de los Indianos, escenario mágico de los juegos infantiles y a la vez vestigio del naufragio de un sueño de modernidad y humanismo. Rivas desvela el alma de esos espacios, lo que guardan o contienen en tanto que expresión o emblema del carácter de un pueblo: esa Galicia dual que tiene como gran frase de su historia "jura, perjura, pero jamás reveles tu secreto", y en cuyos escudos nobiliarios "aparecía mucho lobo y poco zorro", aunque "después resultó que había demasiados zorros y pocos lobos. O viceversa".

El otro punto fuerte de la novela lo constituyen, claro está, los personajes. Pero a estas alturas y para quienes conozcan la obra de Manuel Rivas no basta con decir que los personajes de Todo es silencio están muy bien construidos y caracterizados, y muy bien trazadas las dualidades y antagonismos o pautadas tensiones que se van estableciendo entre unos y otros, los conflictos interiores que viven, el proceso de crecimiento de unos jóvenes condicionado por una realidad que al principio les fascina y que después los achica o expulsa y destruye. La novela no es muy extensa y sin embargo caben en ella además un gran número de personajes "secundarios" que con apenas un par de rasgos apuntalan y sugieren el haz y el envés de aquella realidad.

Aparte del perfil exterior y las señas de identidad de cada uno, Rivas los singulariza a través del lenguaje. Pero no en lo que éste podría tener de tipismo sino de verdad, dado que un tema de la novela es la manipulación del lenguaje. Es fascinante esta faceta: la medida contundencia con la que habla y hiere Brinco imitando a su idolatrado gerifalte, Mariscal; la fascinación que causa la voz ronca y aterciopelada de éste; el hablar de otro tiempo con que se expresa Leda cuando se encrespa, pero también su expeditiva resolución, más propia de un feriante; el embrujo de la voz de Sira cuando canta o la ventriloquia del inocente-tonto Belvís. Esta tupida red de polaridades que vertebra toda la novela también se extiende a los silencios, que pueden ser llave que abre o candado que cierra, delatar o encubrir, sentenciar o salvar. Y que también se oponen entre sí, como el silencio del que sabe (espléndida figura la del maestro Barbeito y su Diccionario de eufemismo y disfemismos) frente a "los silencios sabios" de los desconfiados, los astutos o los cínicos. Silencios que tienen un fondo ignoto, como el mar, del que pueden emerger naranjas o maniquíes.

La primera parte de la novela donde se descubre todo ese mundo tiene un ritmo más pausado y una prosa más lírica, acorde a los trabajos y los días propios de un pueblo marinero y sus alrededores campestres. En la segunda, con recursos propios del thriller, vemos cómo la acción y la intriga sacuden ese mundo y lo despedazan.

Edición en gallego. Todo é silencio. Manuel Rivas. Xerais. Vigo, 2010. 280 páginas. 17,50 euros.

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