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Crítica:Thomas Mann - José y sus hermanos. José el proveedor | LOS LIBROS DE LA SEMANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Thomas Mann se fuga a Egipto

Aparece al fin en castellano el cuarto volumen de la tetralogía literaria José y sus hermanos, la saga bíblica que Thomas Mann (1875-1955) inició en 1926. En principio iba a ser una "novela breve" sobre la historia de José, el hijo predilecto del patriarca Jacob, abandonado en el desierto por sus diez hermanos mayores. Pero la narración fue cobrando dimensiones extraordinarias y sólo concluiría en 1943 (cuatro tomos, unas 1.600 páginas). Durante 17 años, Mann se entregó a aquella tarea con el gozo de un contumaz escritor, presto a evadirse de las circunstancias políticas europeas mediante una "fuga literaria" a un Cercano Oriente imaginario.

Fue el gran Goethe quien observó que la historia bíblica de José "era muy bella, pero demasiado corta". Thomas Mann, enamorado asimismo de aquella narración, aceptó el reto de alargarla con peripecias y enriquecerla con matices; la antigua Galilea, dominio de Yahvé -el dios de los judíos-, así como el Egipto de Amenhotep IV le parecían escenarios idóneos a los que trasladarse en espíritu para recrear a su manera mitos fundamentales de la civilización europea. El escritor viajó a Egipto en dos ocasiones y quedó cautivado por el ambiente que tan bien plasmaría más tarde en esta obra singular.

José y sus hermanos. José el proveedor

Thomas Mann

Traducción de Jorge Seca

Ediciones B. Barcelona, 2011

498 páginas. 22 euros

Es una obra en cuyo núcleo la grandeza de lo eterno y primigenio ayuda a olvidar lo común y pasajero
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Primeras páginas de 'José y sus hermanos. José el proveedor', de Thomas Mann.

Los dos primeros tomos de la saga, Las historias de Jacob y El joven José, aparecieron en 1933 y 1934 respectivamente; el tercero, José en Egipto, quedó interrumpido durante los años del exilio: Hitler llegó al poder en Alemania y Mann, perseguido por los nazis, se instaló en Estados Unidos; así, la novela vería la luz en 1936, mientras que el último volumen se publicó en 1943.

Este volumen último mantiene el pulso con los anteriores (Ediciones B, 2000, 2003 y 2008): tras el frustrado intento de seducción de José por parte de la mujer de Putifar, peripecia descrita en el tomo precedente, aquél debe exiliarse; pero casi de inmediato vuelve a ganar el favor del Faraón gracias a su interpretación del sueño de las siete vacas gordas y las siete flacas. José salva Egipto de la hambruna (de ahí el nombre de "proveedor"). Armado de gran poder en la corte egipcia urdirá una trampa burlona en la que enredará a sus hermanos mayores. Conseguirá que su padre Jacob y el hijo predilecto del anciano patriarca, Benjamín, viajen a Egipto, y allí tendrá lugar el reencuentro de la familia y el desenlace de la historia. Aunque conozcamos el final de la saga -pues Mann no se separa del relato bíblico- , su genio artístico consigue entretener al lector, de manera que merece la pena la paciencia de la que hay que hacer gala para hincarle el diente a los cuatro tomos de esta grandiosa novela; al igual que Mann en su día, el lector de hoy también se fugará a Egipto para reencontrarse con la actualidad de una obra de arte, en cuyo núcleo la grandeza de lo eterno y primigenio lo ayudarán a olvidar lo común y pasajero.

Esta obra fue acogida con cierta distancia, nada comparable al clamor que habían suscitado Los Buddenbrook o La montaña mágica; las historias del viejo Jacob y del ascenso político de José en la corte del Faraón pasaron casi desapercibidas. La saga quedó dentro de la inmensa producción de Thomas Mann como una excentricidad, pero él se la tomó muy en serio: se documentó hasta la pedantería sobre el mundo mítico hebreo y egipcio; en sus personajes vertió sus propias obsesiones, pero también su gran empresa fue una manera de protestar contra la política de su tiempo. Después de su frustrada apuesta ideológica por el nacionalismo prusiano, hacia 1924, Mann sufrió una crisis espiritual: los valores nacionales individualistas debían dejarse a un lado en favor de convicciones éticas universales, y nada mejor que el recurso a lo mítico y primigenio para sacar estas últimas a la luz.

Thomas Mann (Lübeck, Alemania, 1875-Zúrich, Suiza, 1955; premio Nobel de Literatura en 1929).
Thomas Mann (Lübeck, Alemania, 1875-Zúrich, Suiza, 1955; premio Nobel de Literatura en 1929).STUDIO PATELLANI / CORBIS

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