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PERDONEN QUE NO ME LEVANTE
Columna
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El alma de los otros

No es un libro sobre la política ni la geografía ni la historia, ni siquiera sobre lo que llamamos la situación de Oriente Medio: pero El hombre mojado no teme la lluvia incluye todo eso sin moverse de un paisaje mucho más próximo a nosotros, el ser humano roturado por los avatares bélicos, las aventuras colonialistas, la explotación, la injusticia y la miseria. En este último libro de la reportera Olga Rodríguez -cuyas crónicas de la guerra de Irak de 2003 seguí en la SER con casi tanta pasión como el que ella pone en su trabajo-, la humanidad de los árabes camina, abriéndose paso a codazos entre los prejuicios de Occidente, para recuperar el lugar que no debimos negarle nunca, el derecho a la expresión de su individualidad, de su sufrimiento, de su dignidad y de sus esperanzas. Sin estereotipos y con sencillez, pueblan la obra personas como usted y como yo pero que han tenido la desgracia de nacer en países codiciados por otros, arrasados por otros, humillados por otros, una y otra vez golpeados por otros, pero en lo más íntimo nunca vencidos.

Neutralidad es contar lo que se ve y las razones por las que existe"

Es un libro ambicioso, porque abarca historias cotidianas que explican Irak, Palestina (Territorios Ocupados), Israel, Líbano, Siria, Egipto y Afganistán, y porque Rodríguez, precisamente por no ir de experta ni de docta, sino de concienzuda reportera, ha trabajado su material a fondo, integrando en el relato, sin que los lectores se den cuenta -seguidos por la potencia de los dramas personales que lo integran-, una muy didáctica explicación de los acontecimientos históricos que marcan cada país -tan distintos los unos de los otros, y tan parejos en sufrimientos-, de las aberraciones políticas que han padecido y padecen, de la complejidad de su nacimiento y desarrollo. No era tarea fácil y Olga Rodríguez puede estar satisfecha. Lo ha conseguido.

No me gustaría a mí -que detesto categorizar la literatura por géneros- ponerme ahora radical en este sentido, pero me parece, sólo me parece que, aparte del hecho evidente de que éste es el resultado de un impecable trabajo realizado sobre el terreno según las reglas del mejor periodismo, únicamente una mujer -del talento de Olga, es obvio- podría contar así, a través de la mirada de los de abajo, un mosaico tan complicado, y hacérnoslo asequible sin que pierda su riqueza de matices, y sin que se le escape ni un mero dato que ayude a contextualizar.

Las muchas voces que pueblan este relato que salta de un país árabe a otro han sido escuchadas por el fino oído del periodismo de raza y por la amplia mente de quien, pese a su juventud, ha presenciado ya tantas injusticias que no sabe ni puede dejar de iluminar el contexto cada vez que se hace necesario. Para que los lectores no olviden nunca quiénes son las víctimas, quiénes los verdugos. Quiénes, los inocentes; y los culpables. Eso es neutralidad, amigos míos. Contar lo que se ve y lo que existe y las razones por las que existe. Denunciar la violencia, venga de donde venga, pero sin olvidar nunca quiénes son los invasores, quiénes los invadidos. Quiénes los colonizadores; y los colonizados.

Ese 'hombre mojado' -esos pueblos de Oriente Medio que ya no teme que llueva porque sabe que no le puede ir peor es una metáfora de la entera región, sometida a un chaparrón de sangre y fuego tras otro y entregada a sus propios fantasmas. Hombres y mujeres, muchachos y muchachas adolescentes, todos comparecen en estas páginas y, al narrar su historia, rasgan los velos de nuestra ignorancia. Datos en la mano, descripciones cuidadosas, muy alejadas de la pomposidad del erudito pero firmes y sólidas. Y gente. Las odiseas de padres, madres, hijos e hijas. La lucha de las mujeres, el calvario de los hombres, el absurdo y la crueldad.

Irak, los Territorios Ocupados palestinos e Israel acaparan tres cuartas partes de la obra y -sin desdeñar el resto- son lo mejor de ella, quizá porque se trata de realidades muy difíciles de explicar y que han sido manoseadas por demasiados analistas con pretensiones y sin alma. Pero Olga Rodríguez no ha perdido la suya al hacer este libro, y habla del alma de los Otros. Los otros, que seríamos nosotros si nuestra historia hubiera sido la suya.

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