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Entrevista:Ex primer ministro británico | ENTREVISTA A TONY BLAIR

"Volvería a hacer todo lo posible para expulsar a Sadam Husein"

Tony Blair saluda como si conociera a su interlocutor. Como si fuera un amigo. A pesar de los pesares -y han sido muchos los sufridos por Blair, lejos ya sus grandes momentos- mantiene en perfecto funcionamiento el mecanismo de una sonrisa acogedora y cálida, aunque hay nuevas arrugas cerca de los ojos azules si se compara con fotos de hace sólo tres años.

Traje muy oscuro, corbata roja con rayas sobre camisa blanca, Blair (Edimburgo, 1953) llega a esta entrevista el pasado jueves en la suite de un hotel madrileño. Ha tenido ya tres reuniones en esta jornada organizada por Zurich, la multinacional financiera y de seguros que le fichó hace casi dos años para recibir asesoramiento, especialmente sobre el cambio climático. El que fue primer ministro británico entre 1997 y 2007 despliega una intensa actividad. Es enviado especial del Cuarteto [EE UU, Rusia, la Unión Europa y la ONU] para Oriente Próximo, asesora a grandes firmas, anima una fundación para el deporte infantil y otra sobre fe y religión, impulsa una iniciativa para estimular el buen gobierno en África... En otros escenarios también está, pero muy a su pesar: en 2010 declarará públicamente sobre la guerra de Irak en la nueva investigación abierta precisamente esta semana en Londres.

"En la izquierda, cuando uno gana elecciones, a veces se toma como prueba indiscutible de que es un traidor"
"Siempre digo que lo que vino después de derrocar a Sadam fue mucho peor de lo que podíamos prever"
"Soy un modernizador. Para que una empresa, un país, un individuo, salga adelante, debe adaptarse a los cambios"
"Si queremos resolver la cuestión palestina hay que negociar desde arriba y crear un Estado palestino desde abajo"
"No creo que ese conflicto sea el origen del extremismo, pero su solución contribuirá a derrotarlo"
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Blair se sienta y en los segundos de charla previa a la conversación su mirada queda atrapada por un frutero sobre la mesa. Comió durante una de las tres reuniones de la mañana, pero son ya las 16.10 y algo le está llamando. Un plátano. Lo coge; lo mira. No le convence y lo deja. Tampoco las uvas, los kiwis, las manzanas... Mejor un té.

Pregunta. ¿No cree que sin Irak y la guerra usted sería ahora presidente europeo?

Respuesta. Hombre... Sí, claro, es posible. Pero creo que, a la hora de elegir al presidente europeo, ha habido una decisión de elegir a alguien que correspondiera a lo que se buscaba para el cargo. Cuando uno es primer ministro toma una serie de decisiones y luego se atiene a ellas y vive con ellas. Cuando uno tiene que tomar una decisión que piensa que es la debida, debe hacerlo aunque luego resulte impopular. Personalmente, no creo que fuera el factor decisivo, pero una de las cosas a las que uno tiene que acostumbrarse cuando gobierna es que tiene que tomar decisiones y aceptar las consecuencias.

P. ¿Alguna vez se considerarán expiados,sobre todo por los más cercanos a usted en teoría, sus pecados políticos?

R. Uno de mis problemas en la política es que no encajaba en ninguna etiqueta fácil, de izquierda ni derecha. Pero creo que ése es uno de los cambios que está experimentando el mundo. Creo que, en el caso de los líderes de los países emergentes, no siempre es fácil etiquetarles de derechas o de izquierdas. No digo que la izquierda y la derecha no importen; sí importan, y yo me considero progresista, pero creo que, a veces, ese debate de izquierda contra derecha se desarrolla al viejo modo del siglo XX y el siglo XXI es diferente. Creo que, hoy, es fundamental la oposición entre la apertura y la cerrazón. En otras palabras, ¿vemos la globalización como una oportunidad, estamos abiertos a ella, dispuestos a aprovecharla, o queremos cerrarle nuestras puertas? En definitiva, uno de mis problemas, con mi propia familia política, era que a veces decían de mí que no era un auténtico progresista. Yo creo que, en parte, era porque ganaba elecciones, y en la izquierda, cuando uno gana elecciones, a veces se toma como prueba indiscutible de que es un traidor. Pero también era porque las reformas que hice, por ejemplo, en la sanidad, la educación, la seguridad social, se consideraron reformas orientadas hacia el mercado y, por tanto, de derechas, pero yo solía decir que eran el único medio para hacer realidad la justicia social de forma moderna. Siempre he sentido esa ambivalencia hacia mí por parte de los progresistas.

P. Mire lo último que ha escrito Simon Jenkins en The Guardian a propósito de la investigación que acaba de abrirse sobre Irak y la guerra: "Lo que parece querer la opinión pública es un juicio, un veredicto, una sentencia y una ejecución. No clama por los hechos sino por un castigo".

R. [Risas] Ésta es la razón de que, en general, no lea la prensa. Muchas veces, algunos periódicos británicos escriben sobre mí como si hubiera perdido las elecciones, en lugar de haber ganado tres veces. Esta cuestión va a dividir a la gente todavía durante muchos años... En última instancia, lo que yo espero es que las elecciones del próximo año en Irak salgan bien, es muy importante. Nunca he mostrado falta de respeto hacia quienes no están de acuerdo conmigo. Fue una decisión muy, muy difícil.

P. ¿Vuelve con frecuencia a aquella decisión? ¿Repasa sus notas, sus conversaciones con Bush, con otros líderes?

R. No, la verdad. He pasado ya por muchas investigaciones y preguntas. Creo que lo más importante, en mi opinión, es que Irak, ahora, puede estabilizarse. Entiendo que el mayor problema, después de derrocar a Sadam en mayo de 2003, era que los seis años siguientes íbamos a encontrarnos con las mismas fuerzas con las que ahora luchamos en Afganistán. Yo paso mucho tiempo en Oriente Próximo y, por desgracia, veo que la situación sigue siendo muy frágil. Creo que el extremismo está todavía muy presente, muy extendido, y tenemos que derrotarlo. Ante esa gente que pone coches bomba en mercados, que hace saltar escuelas y mezquitas por los aires... debemos alzarnos y luchar. Así que, al final, sobre si la decisión de derrocar a Sadam fue acertada o no, será la historia la que lo juzgue.

[Blair baja la voz. Su rostro está ahora serio; desvía la mirada hacia las ventanas desde las que se ven las hojas otoñales del jardín del hotel].

P. Años después de aquello, ya fuera del poder... ¿dudas, cosas que lamente?

R. Siempre digo que lo que vino después de derrocar a Sadam fue mucho peor de lo que podíamos prever. Como me dijo un iraquí en una ocasión: nos hemos liberado de Sadam, ahora queremos liberarnos del terrorismo, pero no deberíamos tener que elegir entre los dos.

P. Entonces, ¿tomaría otra vez las mismas decisiones?

R. Tendríamos que tener en cuenta que las informaciones que recibimos resultaron estar equivocadas. Ahora, si me pregunta si volvería a hacer todo lo posible para expulsar a Sadam, la respuesta es claramente sí.

P. ¿Con una guerra? ¿O con otros medios, otras presiones?

R. Creo que la gente se olvida de que hubo toda una política de sanciones, el programa de petróleo por alimentos... acababa de designar a su hijo como sucesor... Así que no creo que...

R. ¿Ninguna duda de que aquella fue una guerra necesaria?

P. Personalmente, uno siempre debería tener dudas al respecto. Pero, como ya le he dicho, hay gente que no está de acuerdo en absoluto.

P. Hace algunos años dijo que lamentaba no haber tenido una idea más clara, entonces, del terrorismo islámico.

R. Sí, eso es. De sus raíces, de sus raíces profundas. A veces la gente me dice que tendríamos que concentrarnos en Irak, en Afganistán, en cierto sentido en Irán, en Pakistán, en lo que ocurre en Somalia, en Líbano, en Palestina... Es un problema, y hará falta mucho tiempo para... y tendrá que ser con una mezcla de poder duro y poder blando. Y una de las razones por las que vivo con tanta pasión la cuestión de Israel y Palestina es que, aunque no creo que ese conflicto sea el origen del extremismo, sí creo que su solución contribuirá enormemente a derrotarlo.

P. ¿Qué es nuevo en el mundo de hoy que no había cuando fue primer ministro?

R. El elemento fundamental es el traspaso del poder hacia Oriente. Lo más importante que tiene que hacer Europa en estos momentos es dejar de mirar hacia adentro y empezar a mirar hacia afuera. El G-20 ha sustituido al G-8 en el plazo de un año. Si queremos definir lo que caracteriza al mundo de hoy es que cambia con gran rapidez, que es interdependiente y que mira más hacia Oriente. Por tanto, tenemos que comprender el mundo que está ahí, fuera: China, India, Brasil y otros países que están latentes, pero cuyo momento llegará, como Indonesia, México... Está habiendo muchos cambios en el mundo actual, cambios muy rápidos, y Occidente tiene que aceptar que va a tener que compartir el poder con otras potencias.

P. ¿Es el G-20 lo más parecido que hay a un Gobierno mundial? ¿Debería serlo?

R. En la práctica, lo es. Ahora bien, la relación entre Estados Unidos y China es una de las cosas más interesantes que están sucediendo. Si nos fijamos en la crisis mundial o en el medioambiente, vemos que EE UU y China colaboran estrechamente. Cada uno, si se les pregunta, niega la idea de que haya un G-2, pero la verdad es que ése es otro elemento. China posee un enorme volumen de activos en denominación dólar, existe un desequilibrio comercial que hay que abordar, y los dos países emiten la mitad de las emisiones mundiales de CO2. Si los dos no trabajan juntos, será imposible conseguir nada.

P. Hay otra novedad, Barack Obama. ¿Lamenta no haber coincidido con él?

R. Bueno... Yo le admiro profundamente, creo que está haciendo una gran labor para su país, pero siempre he dicho que, aunque los líderes cambien, las decisiones no. Y él sigue teniendo delante decisiones muy difíciles, sobre la economía, sobre Afganistán, sobre seguridad, sobre el proceso de paz. El presidente Obama ha emprendido una nueva estrategia, en la medida en que ha tendido la mano a países que antes estaban distanciados de Estados Unidos, como Irán, Siria y otros, pero es importante que reciba cierta ayuda.

P. ¿Una América más abierta es buena para todos?

R. Que EE UU sea más abierto y escuche más, además de dirigir, es bueno para el mundo, pero la dificultad de las decisiones que hay que tomar no cambia. No hay más que ver Afganistán. O el proceso de paz en Oriente Próximo, donde están tratando de avanzar, pero es muy difícil.

P. Ésa es una de sus tareas ahora. ¿Asesorará a Obama sobre Oriente próximo?

R. Mi opinión sobre Oriente Próximo es muy clara y concreta. Si queremos resolver la cuestión de Israel y Palestina, que creo que sigue siendo el reto diplomático más importante que hay que solucionar si queremos crear un mundo más seguro y pacífico para el siglo XXI, lo que hay que hacer es una negociación política creíble entre Estados, desde arriba, pero al tiempo -y ésa es la tarea a la que me estoy dedicando- hay que construir el Estado palestino desde abajo: eso implica seguridad, el imperio de la ley, la economía y un contexto en el que sea posible tener una unidad entre Gaza y Cisjordania.

P. Volvamos a Europa. Su amigo, el ex presidente de Brasil Fernando Henrique Cardoso me expresaba hace algunas semanas su preocupación por la ausencia de lo que él llamó un Obama europeo. Específicamente, la ausencia de gente como usted, como Felipe González, en la actual construcción política europea.

R. Bueno... Eeeh, no, yo creo que...

[Blair se concentra para aunar mirada, gesto y palabra. No se aprecia, por lo demás, ninguna señal que indique que no está convencido de sus afirmaciones].

R. ...Yo creo que hay líderes europeos fuertes hoy. Creo que si repasamos la lista de líderes europeos actuales se ve una gran calidad. Pero ya he dicho que, en mi opinión, lo importante para Europa en estos momentos es dejar de mirar hacia adentro y volverse hacia afuera. El liderazgo que hace falta hoy en Europa es un liderazgo que sea comprensivo y abierto. No podemos permanecer encerrados en nosotros mismos. Es importante que miremos hacia afuera.

P. ¿Y estamos haciéndolo? No parece.

R. Creo que los dos próximos años van a ser críticos en ese sentido. Desde el punto de vista económico, con las grandes reformas que debemos llevar a cabo. El mayor problema que tenemos para avanzar es cómo, al tiempo que reducimos el déficit, conseguimos crear una economía más eficiente y dinámica, y creo que van a ser necesarias grandes reformas estructurales. Y desde el punto de vista de la seguridad, nos enfrentamos aún a una gran amenaza; Europa debe desempeñar un papel importante en ese aspecto. En cualquier caso, desde los dos puntos de vista, Europa debe mirar hacia afuera, y creo que los dos próximos años van a ser decisivos.

P. ¿Y por qué no ha sido usted presidente europeo?

R. [Risas] Bueno, en primer lugar, como le he dicho a todo el mundo en estos meses: sería un honor para mí serlo, pero, por otro lado, me encanta mi nueva vida, mi trabajo, lo que estoy construyendo, así que era una de esas ocasiones en las que, se decidiera lo que se decidiera, yo iba a quedarme satisfecho.

[De nuevo el mensaje sale natural, sin hacer esfuerzos aparentes].

P. ¿Podemos quizá pensar, con Timothy Garton Ash, que "esta Suiza gigante, este museo que es Europa, tiene los rostros públicos que merece"?

R. Aaah... Bueno, es perfectamente... Mire, Europa obviamente tenía que decidir qué quería hacer con estos dos nuevos cargos, y lo ha hecho, ha tomado una decisión. Pero no hay en absoluto motivos para que no ejerza ese liderazgo fuerte y hacia afuera que necesita, si está dispuesta a hacerlo. Sé, por mis conversaciones con dirigentes europeos, que son perfectamente conscientes de que Europa tiene que ejercer influencia, que no puede permitirse el lujo de que haya un G-2, o un G-3, o un G-4 o un G-5 sin su participación. Creo que los líderes europeos lo saben a la perfección y comprenden que estamos en un momento muy significativo para el futuro de Europa. Lo importante es que quienes ocupan esos cargos sean capaces de tomar las difíciles decisiones necesarias, y estoy convencido de que lo van a hacer. Yo tengo el lujo de que ya no ocupo ningún cargo de Gobierno y siempre es más fácil decir lo que se piensa desde fuera, pero creo que, tanto en economía como en seguridad, es un momento decisivo, para los países europeos y para Europa en su conjunto. Y creo que ellos lo saben.

P. Ha pasado más de un año desde la explosión de la crisis financiera y económica. ¿Qué hemos aprendido?

R. La crisis ha demostrado que el mundo, hoy, es interdependiente. Eso es lo que la complicó. La caída de Lehman Brothers desencadenó toda una serie de crisis. Esa interconexión fue también lo que movió a los gobiernos a actuar, y actuaron. Y eso fue importante: ha habido un grado de coordinación mundial mucho mayor que nunca. Pero creo que aún seguimos enfrentados a un gran reto. Aunque la psicología del mercado ha mejorado, no ocurre lo mismo con la aritmética económica. Todavía tenemos un gran reto por delante, pero creo que lo superaremos, y el mero hecho de que podamos estar hoy hablando de recuperación es asombroso dado lo ocurrido.

P. ¿La globalización alentó la extensión de la crisis y al tiempo la recuperación?

R. La globalización es un hecho, no una ideología. Y es un hecho impulsado, sobre todo, por la gente. Son las personas las que toman las decisiones a través de Internet, de nuevas formas de comunicarse, de los viajes y las migraciones... Todo esto es lo que está uniendo cada vez más al mundo. La cuestión es cómo conseguir que la globalización funcione de la forma más racional y justa posible. Pero tratar de resistirse a la globalización es un error.

P. Ya sé que usted hace muchas cosas ahora, pero, ¿a qué dedica más energía?

R. Estoy tratando de construir algo que puede ser interesante. Trabajo en una serie de facetas que tienden al mismo objetivo: cómo conseguir que la globalización funcione de manera justa y racional. Estoy en el proceso de paz de Oriente Próximo, con israelíes y palestinos; mi Fundación para la Fe estudia cómo distintas religiones pueden trabajar juntas; la cuestión de las religiones y las culturas es lo que define el siglo XXI. La ideología política será importante, pero la cultural y religiosa también. En África me ocupo de lo que considero que es su problema más grave, tanto como la ayuda: el buen gobierno. Por esa razón estoy trabajando en Sierra Leona, en Ruanda... en proyectos en los que tratamos de ayudar y colaborar con los gobiernos, asegurarnos de poner a su disposición los medios necesarios para llevar a cabo los cambios. Aparte de eso, tengo mis negocios en el sector privado.

P. ¿Y en el público?

R. Me encantaría volver a ocupar un cargo público, pero tiene que haber uno para que lo haga. Si surgiera la oportunidad me encantaría. Ahora bien, la gente cree que sólo pueden hacerse cosas desde un cargo, y yo quiero demostrar que desde fuera de la política, incluso con menos poder oficial, es posible ejercer gran influencia y hacer un buen trabajo. Otra cosa a la que me dedico es a trabajar en el cambio climático, colaborando con grandes multinacionales. De hecho, ésa es una de las cosas que he venido hoy a hacer aquí. A veces, cuando uno está fuera de la burocracia de Gobierno, tiene formas más imaginativas e innovadoras de hacer las cosas. Creo que lo que estamos intentando hacer en Palestina, donde hemos conseguido que la economía de Cisjordania empiece a mejorar, es un buen ejemplo de que el trabajo da resultados: se han abierto barreras importantes, la economía ha crecido por encima del 10%... En África acabamos de celebrar la mayor reunión de inversores privados del continente en Sierra Leona hace unos días. La Fundación para la Fe funciona en 15 o 20 países. Al final, esto acabará siendo algo muy interesante, aunque no sea lo mismo que ser primer ministro o presidente.

P. Teniendo en cuenta todo lo pasado y lo que hace ahora, ¿cómo se ve usted?, ¿cómo quiere que se le vea?

R. Lo que me importa... lo que yo soy, verdaderamente, es un modernizador. En un mundo que cambia sin cesar, interdependiente, en el que el poder está pasando a Oriente, para que una organización, una empresa, un país, un individuo, triunfe y salga adelante, tiene que modernizarse, adaptarse a los tiempos.

P. ¿Contra qué lucha un modernizador?

R. Es muy difícil cambiar el statu quo. Pero en el mundo actual no podemos permitirnos el lujo de conformarnos con lo que tenemos.

Tony Blair en un momento de la entrevista concedida a EL PAÍS, el pasado jueves.
Tony Blair en un momento de la entrevista concedida a EL PAÍS, el pasado jueves.GORKA LEJARCEGI
Blair, enviado especial del Cuarteto para Oriente Próximo, saluda a un palestino durante su visita a la ciudad de Jenin, el 10 de noviembre pasado.
Blair, enviado especial del Cuarteto para Oriente Próximo, saluda a un palestino durante su visita a la ciudad de Jenin, el 10 de noviembre pasado.REUTERS

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