_
_
_
_
_
Reportaje:

"Ya te pillaremos"

Antes de matarlo, a Joseba Pagazaurtundua le dijeron que lo iban a matar. Fue el 8 de agosto de 2002. Sobre las ocho y media de la tarde. Unos 30 o 40 simpatizantes de Batasuna se acercaron a la sede socialista en Andoain (Guipúzcoa) armados con escobas y cubos de pegamento. Tenían la intención de empapelar los cristales de la Casa del Pueblo con unos carteles donde se leía "precintado". No sabían, o quizá sí, que dentro del local, aparentemente cerrado, se encontraban cuatro hombres. Uno de ellos era Joseba Pagazaurtundua, jefe de la policía local de Andoain, de 44 años, casado y padre de dos hijos, de baja laboral por culpa del acoso sistemático al que lo tenía sometido el entorno de ETA . También estaba allí Estanis Amustxastegi, uno de los cinco concejales socialistas del pueblo, gente acostumbrada a levantarse de madrugada porque su coche o su balcón habían sido atacados y estaban ardiendo. O a descubrir por la mañana que un desconocido había deslizado en su buzón una llave y una carta como la que recibió José Luis Vela aquel mismo verano: "Toma la llave de tu portal, pero no te tranquilices demasiado, pues tenemos 47 copias más y 47 personas dispuestas a darlo todo por eliminarte". Los otros dos hombres que aquella tarde de agosto estaban en la sede socialista de Andoain cuando los radicales llegaron eran los escoltas del concejal Estanis Amustxastegi.

"Ay, madre. Me han de matar y no puedo evitarlo. Que mi grito de libertad lo acojan los ciudadanos"
Más información
Cae en Hernani el presunto asesino de Joseba Pagazaurtundua
El presunto autor del asesinato de Pagazaurtundua llevaba una vida normal
Rodolfo Ares: "Si perseveramos acabaremos con el terrorismo"
El juez envía al presunto asesino de Pagaza a prisión

Hacer frente

"Oímos ruido y salimos enseguida", recuerda Amustxastegi, "eran 30 o 40 energúmenos de Batasuna que seguramente no se esperaban que nosotros estuviéramos allí dentro. Puede que eso les desconcertara. Eso y que les hiciéramos frente. Empezaron por los insultos. Nos decían lo de siempre: 'asesinos', 'fascistas', 'hijos de puta', 'españoles'... Mis escoltas estaban allí, a nuestro lado, pero sin poder ayudarnos porque su cometido no es meterse en trifulcas, bastante hicieron con mantener el tipo en una situación así. Sólo éramos dos contra tantos, pero ni Joseba ni yo nos queríamos ir. Quizá esto no se entienda fuera de aquí, pero la Casa del Pueblo, nuestra sede, aunque pequeña y cutre, es nuestro único espacio de libertad, lo único que tenemos; por eso no dejamos el local solo nunca. Hasta que lo mataron, Joseba se dedicaba a abrirlo por la mañana y a cerrarlo por la tarde; a protegerlo. Los simpatizantes de Batasuna, jóvenes en su mayoría, muchos de ellos vecinos del pueblo, siguieron insultándonos y luego nos lanzaron algunas piedras. A Joseba le pegaron fuerte con el palo de una escoba en el hombro izquierdo y le hicieron un hematoma. Nos decían de todo, pero uno de ellos, antes de marcharse, le dijo alto y claro a Joseba: '¡Ya te pillaremos!".

Al día siguiente, todavía dolorido, Joseba Pagazaurtundua se acercó a la comisaría de la Ertzaintza en Hernani e interpuso una denuncia por las agresiones y amenazas. El jefe de la policía local pudo identificar a uno de los agresores, un vecino del pueblo, un habitual en ese tipo de algaradas y de nombre Koldo Otamendi Gutiérrez.

Como era de esperar, no pasó nada. Por supuesto que el alcalde de entonces, militante de Batasuna, no condenó los hechos, y la vida siguió en Andoain tan tranquila para la mayoría y tan difícil para unos pocos. Ya por entonces, Joseba pasaba muchas horas en el sótano de la sede, una especie de catacumba asfixiante de donde partía una escalera secreta para salir corriendo en caso de ataque. A veces, allí abajo, abría una libreta cuadriculada y le escribía a su madre cartas que nunca le llegó a mandar. De entonces es el manuscrito que se reproduce al pie de esta página: "El alma se me escapa trozo a trozo cuando veo un nuevo asesinato. Ay, madre, qué miedo tengo, he de salir a la calle, afuera esperan ellos, los que desean sangre. Ay, madre, me han de matar, y no puedo evitarlo. Que mi grito de libertad lo acojan los ciudadanos...".

Maite Pagazaurtundua, hermana de Joseba, concejal socialista en Urnieta (Guipúzcoa) y activista de Basta Ya, recuerda aquel tiempo: "Golpes, insultos, pintadas...; mi hermano sufrió durante varios años el calvario de saberse objetivo de los que lo habrían de matar. El alcalde de Batasuna no condenó los atropellos contra él y otros vecinos, y alfombró con sus silencios el camino de los asesinos. No sería inverosímil que el anterior alcalde fuera amigo de los agresores. Lo inverosímil sería justo lo contrario".

Sabiendo que lo iban a matar, Joseba seguía obsesionado con la seguridad de sus amigos. "Siempre estaba pendiente de los demás", recuerda el concejal Amustxastegi, "me decía: 'Ándate con cuidado, Estanis, no bajes la guardia nunca'; y yo le respondía: 'Tú eres el que te tienes que cuidar, Joseba, joder, que tú no tienes escolta, y yo sí".

Joseba no era un hombre triste. Muy al contrario. Le gustaba escuchar el último disco del grupo Suburbano, un trabajo que se titula Los delirios del pirata y que cuenta la historia de Juan sin Sombra. "Joseba", cuenta su hermana Maite, "daba el tipo del pirata del disco. Era vital, arrojado, muy libre por dentro, nadie influía en su pensamiento. Era de verdad una persona con pensamiento crítico, y valiente. Aunque por dentro, en silencio, fue sufriendo cada vez más en los últimos tiempos y lo notábamos fugazmente, también en la mirada. Porque Joseba siempre había tenido una mirada y un semblante con mucha chispa". A Joseba le gustaba con locura una de las canciones del disco. Se llama Adiós a las penas de abril, y sobrecoge escucharla ahora, sabiendo lo que ha pasado: "Atrás quedarán las penas de abril / y la luna del viernes sin ti. / Si con la pleamar se vuelve a nacer, / que esta vez sea lejos de aquí (...). Vi la muerte bailar junto a mí. / Pasé del silencio a ser más que un rumor. / De ser sombra a volver a vivir. / De no tener nombre a dar tanto de que hablar (...). Adiós a las penas de abril".

Todo el mundo sabe que se cumplió la amenaza. Que a Joseba Pagazaurtundua lo pillaron desprevenido el 8 de febrero pasado y le descerrajaron tres disparos, dos en la cabeza y uno en el hombro. Cayó sobre los periódicos que estaba leyendo en un bar y que había comprado un rato antes en la librería Stop. De esa forma unió su destino al de su amigo el periodista José Luis López de Lacalle, asesinado un domingo de mayo del año 2000 cuando volvía de comprar los periódicos en el mismo quiosco.

El lunes pasado, cinco meses después de que mataran a Joseba Pagazaurtundua, se celebró en Tolosa el juicio contra Koldo Otamendi por aquella amenaza que sí se cumplió. Tras el juicio, al que el agresor ni se dignó acudir, los allegados a Joseba fueron al bar que hay junto al juzgado de Tolosa para tomar un café.

Allí, reunidos en torno a la memoria de Joseba, se encontraban su hermana Maite, amenazada por ETA, y el abogado Rubén Múgica, hijo de otro socialista asesinado por ETA. De pronto, alguien cayó en la cuenta de que allí mismo, en el café Frontón, un terrorista mató al ex gobernador socialista Juan María Jáuregui. A Estanis Amustxastegi se le vino a la cabeza aquella frase que aún sigue vigente: "Ya te pillaremos...".

Joseba Pagazaurtundua
Joseba Pagazaurtundua

Las cartas de Joseba

MAITE PAGAZAURTUNDUA ha escrito esta semana: "Joseba no podrá asistir al juicio porque efectivamente lo pillaron. Lo asesinó un varón joven abertzale y totalitario ya hace cinco meses. No podrá acompañarle su buen amigo José Luis López de Lacalle porque fue asesinado por un comando de jóvenes abertzales (...). No se nos oculta que el juicio de faltas esconde algo nada leve, esto es: la estrategia de la violencia que busca imponer la ley del terror, eliminar a unos y doblegar a otros para allanar el camino de la mayoría".

Maite Pagazaurtundua recoge en su carta, hecha pública a través de varios periódicos vascos, una cuestión que a su hermano Joseba le atormentaba todavía más que el acoso etarra y que dejó por escrito: "En Euskadi somos muchos y muchos los amenazados por ETA. Y somos muchos los abandonados por el nacionalismo gobernante. Y somos muchos los que no vemos actitudes democráticas en los autodenominados nacionalistas democráticos. Para muestra puede bastar un botón: se nos dice que el que no aguante la presión de ETA y su entorno que se vaya de la política. ¿Quién va a decir lo que es aguantar la presión terrorista? ¿EA y sus amigos, catedráticos de la equidistancia (salvo honrosas y admiradas excepciones)? Los partidos nacionalistas moderados no desean estar en el punto de mira de ETA. ¿Qué nos pueden reprochar a los que aguantamos las tarascadas de los terroristas? Y además una reflexión para ustedes y los que piensan como ustedes: Yo no pienso así porque me quieran matar. Me quieren matar por pensar así y actuar en consecuencia, lo cual no se podría decir de muchos nacionalistas".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_