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Entrevista:Elena Romo | Cofundadora de Ruedo Ibérico | memoria de una época / 1

"¿Por qué siempre gana la gente del dinero?"

Juan Cruz

Aquí está Elena Romo. Le duele una pierna, por ahí tiene unas muletas, ya le funciona el aire acondicionado, así que ahora ahuyenta el calor húmedo de este viernes de Barcelona. Tiene 95 años, y no le falla ni un gramo de memoria.

La suya es una memoria extraordinaria. La alimentan experiencias tremendas: la de la República, la de la guerra, la de la cárcel, la del exilio. Pero no habla de ninguna de esas agujas como si, después de tanta derrota, ella se considerara una vencida. Le vine a ver a su apartamento de Barcelona porque buscaba a alguien que tuviera una fotografía nítida de aquellos años. Para escribir 1.200 palabras. Luego resultó que Elena, que sigue siendo comunista ("marxista", dice) habló durante tres horas; de ese largo monólogo que nosotros pespunteamos con algunas preguntas asombradas, salieron 9.584 palabras, que ella prolongó después con una carta manuscrita de once páginas de letra muy apretada.

A los tres años Elena leía periódicos, "y a mi abuelo le dijeron que iba a salir idiota por haberme dejado leer tan pronto"

Su nombre dirá poco ahora. Pero si se dice que ella cofundó, con José Martínez, anarquista, el padre de su hija, la editorial Ruedo Ibérico, a cuyo alrededor floreció lo más notable del antifranquismo del exilio, ya se entiende hasta qué punto su figura enérgica, de mujer bien organizada, condujo ese barco de izquierdas en medio de la bohemia melancólica y política de París.

En la carta con la que prolongaba su charla se muestra feliz: "¡Nos hemos proclamado campeones!". Vio el Mundial; "sufrí con los nuestros cuando los contrarios ignoraban el balón para dar un golpe a nuestros futbolistas; y no sufrí porque fueran los nuestros sino por su saber comportarse y su jugar noblemente. En fin, me reconciliaron con el fútbol..., pero seguiré cuidando mi corazón, que es muy viejito".

Es un tesoro. Su memoria, su mirada. Su voz fue familiar para mucha gente de su tiempo, y más jóvenes. Tenía pendiente, dijo nada más ver a este periodista de EL PAÍS, hace años, una charla con Jesús Polanco, su colega editor. "Y viene mi yerno y me dice: 'Ya no le podrás llamar: Jesús ha muerto'. Llamé a mi amigo Pepín Vidal Beneyto, y me dijo: 'A mí también me ha sorprendido que Jesús se haya ido así. Porque yo mismo, tal como estoy, puedo morir cualquier día..., pero que Jesús se vaya así...'. ¡Y ahora se ha muerto Pepín!".

Antes de llegar a verla, nos había anotado las cosas que la ponen furiosa. Por ejemplo, que desaparezca la edición literaria, que no se sepa cuál es el porvenir verdadero de los libros tal como ella los conoció. "¡Yo los quiero seguir tocando!"... Pero ya luego habló de ella. Nació, dice, de casualidad. "Soy muy fuerte. Aunque ayer me pegué un trompazo. Veo solo de un ojo, porque el otro me lo operaron, sin anestesia y sin suerte. El cirujano me dijo: '¡Te he dejado ciega!'. Hombre, pues es una gracia, le respondí yo... El cirujano vino a verme por la tarde. Se había equivocado, le dije: veo perfectamente. Pero un año después dejé de ver. Y aquí me tienes, ciega de un ojo".

Nació en una familia pequeñoburguesa de Madrid, "terriblemente liberal". Está bautizada "de casualidad". Nació "de pies", y la madre estuvo a punto de morir. Así que ella se llamó Elena, como la madre, "y con los nombres de todos los abuelos: Melitona, Francisca, Eugenia y Rosa". Al padre le gustaba escribir; la madre leía; a los tres años Elena leía periódicos, "y a mi abuelo le dijeron que yo iba a salir idiota por haberme dejado leer periódicos tan pronto".

Estudió para científica, bióloga; y le gustaban las matemáticas. Recuerda su primera jornada en la calle: con su madre, "a ver una huelga, en 1917". Un día volvió de la escuela (laica) y soltó en la mesa: "¡Joder, cómo quema!". El padre no soportó el taco y la chica tuvo que ir a un colegio de monjas. "Si todos los niños decían joder, ¿por qué no lo podía decir yo?". Una profesora que la odiaba la convirtió en una rebelde. "Elenita, sigue con el Quijote. ¡Llegué a odiar el Quijote!".

El padre era comunista, "a pesar de que no le gustaba la palabra joder...". El día en que va a proclamarse la República el padre dice: "Hoy no se sale de casa. El único que salgo soy yo, y con un puro". "Cogió un puro", recuerda Elena, "y cuando volvió ya se había proclamado la República. Estaba feliz".

Pasaron los primeros meses y el padre decía, de los dirigentes republicanos: "Se están durmiendo, se están durmiendo...". Ella ingresó en las Juventudes Comunistas. La cosa ardió; al padre le advirtieron: "Vete, porque aquí los van a fusilar a todos". Los primeros disturbios después de declarada la guerra la impulsaron a la Universitaria, a buscar a sus compañeros. Y en las calles se encontró niños abandonados por sus padres huidos. La FUE le dio poderes para acoger a esos niños, e hizo varias colonias para salvaguardarlos en Madrid o para hacerlos viajar a lugares seguros de la España republicana. "No tenía veinte años y ahí estaba dirigiendo colonias de niños...".

Los primeros meses de la guerra fueron de un enorme sufrimiento... Dos sucesos tiene grabados en la memoria: la actitud de José, el hijo de Alcalá-Zamora, "ese sí que fue un valiente; estaba en el extranjero y vino a nuestra zona a luchar por la República, y lo mataron". Y "la desagradable muerte" de José Antonio Primo de Rivera, "porque no le quisieron cambiar por un hijo de Largo Caballero... No me hubiera importado que José Antonio, siendo lo que era, hubiera seguido en la cárcel. ¿Por qué había que fusilarle? Y, sin embargo, le fusilaron, y al hijo de Largo Caballero también. Esas cosas que vas viendo te angustian enormemente".

-¿Aún hoy no lo entiende?

-No.

En aquel tiempo se encontró con Santiago Carrillo; vivió la experiencia de la Quinta Columna ("mientras cenábamos en el Hospital, un infiltrado que fungía como director del centro mataba a los heridos que llegaban..."), vivió la sublevación de Casado, la cárcel... "No, nunca tuve miedo". El último día de la guerra "saqué a todo el mundo de las Juventudes Socialistas Unificadas, y yo me fui por un boquete secreto...". La policía se equivocó de nombre al registrarla, y eso le permitió simular su identidad. Luego vinieron la cárcel, el exilio... La vida es una aventura, y Elena la hizo a pie; salió de España por la frontera de San Sebastián; estuvo en Checoslovaquia, en París se hizo editora, trabajó para Larousse, para la Unesco, conoció a Martínez y puso orden a su idea de lanzar Ruedo Ibérico como editorial y como revista... Nunca se casó con él. "Es que él era anarquista. No era posible hacerlo". De aquella aventura participaron gente como Nicolás Sánchez Albornoz, Pepín Vidal, Hugh Thomas, Ian Gibson, Luciano Rincón... Jorge Semprún es un entrañable amigo de entonces y de ahora... Martínez murió, de repente, en abril de 1986, traduciendo. Ella habla de él con la ternura de una compañera. Al final de la conversación le pregunté si se deja de ser comunista.

-Se deja de militar en el PC. Pero no se es comunista, se es marxista, que no es igual. Yo soy marxista. Ahora estoy preocupadísima porque... ¿por qué nos vencen siempre? ¿Por qué tiene que haber estas crisis en las que es la gente del poder la que vence? Es algo que no comprendo. Y vamos muy mal.

-¿El marxismo lo arreglaría?

-Pues no sé, pero tengo que pensar en algo.

Luego fue cuando habló del porvenir de los libros, algo que, como editora, "me tiene bastante inquieta".

Elena Romo, cofundadora de Ruedo Ibérico, con un libro dedicado por Julio Cortázar.
Elena Romo, cofundadora de Ruedo Ibérico, con un libro dedicado por Julio Cortázar.Consuelo Bautista

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