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Reportaje:EL PREMIO NOBEL ENTRE REJAS

La sonrisa encarcelada

Pekín considera uno de sus mayores enemigos al premio Nobel de la Paz Liu Xiaobo, el intelectual de la sonrisa tímida. Sus crímenes: haber participado en Tiananmen en 1989 y ser uno de los ideólogos clave de la Carta 08, un manifiesto a favor de la democracia. Este es su retrato

El pasado 8 de octubre, Liu Xia se encontraba enganchada al teléfono para escuchar en directo el anuncio del premio Nobel de la Paz cuando oyó el nombre de Liu Xiaobo, su marido. La emoción la embargó, no podía dar crédito a sus oídos. "Mi vida ha estado llena de tantas cosas malas", declaró poco después. "Este premio no es solo para Xiaobo, sino para todos los que trabajan por los derechos humanos y la justicia en China", recalcó. Liu Xia no pensaba que su esposo tuviese posibilidades de lograr el galardón, debido a las continuas presiones del Gobierno de Pekín para evitar que el premio recayera en él. Pero el Comité Nobel de Oslo hizo caso omiso del peso diplomático y económico del país asiático y le devolvió la esperanza.

Intelectuales y estudiantes respetan a Liu, aunque no agrada a todos: "No es Mandela", indica un activista
Los tres Nobel concedidos a personas nacidas en China han sido recibidos como bofetadas por Pekín

Liu Xiaobo está condenado a 11 años de cárcel desde diciembre de 2009 por "incitar a la subversión del poder del Estado". Su crimen, según los jueces: publicar en Internet escritos críticos con el Partido Comunista Chino (PCCh) y ser uno de los principales ideólogos de la Carta 08, un manifiesto que pide profundas reformas democráticas, entre otras la separación de poderes, el fin del gobierno de partido único y la instauración de la democracia en China. La carta fue hecha pública en Internet el 10 de diciembre de 2008, coincidiendo con el 60º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: Liu Xiaobo había sido detenido dos días antes.

El documento tenía como referente la Carta 77 de la antigua Checoslovaquia, inspirada por Vaclav Havel, y que desembocó en la caída del régimen comunista en ese país. La Carta 08 fue firmada inicialmente por 300 intelectuales chinos y ha seguido recogiendo adhesiones desde entonces, hasta rebasar las 10.000. Y precisamente uno de los principales animadores de esa iniciativa, Liu Xiaobo, es el hombre galardonado con el Nobel; por eso se ha convertido en una espina molesta para las autoridades de Pekín, que le mantienen en prisión.

Liu Xiaobo nació el 28 de diciembre de 1955 en Changchun, capital de la provincia nororiental de Jilin. Tras finalizar la escuela secundaria fue enviado a trabajar en el campo, y luego, a una empresa de construcción en Changchun. China estaba inmersa entonces en el caos de la Revolución Cultural (1966-1976), el movimiento lanzado por Mao Zedong para reavivar el espíritu revolucionario y desembarazarse de sus rivales políticos.

Al finalizar la Revolución Cultural fue admitido en la Universidad de Jilin para estudiar literatura china. Allí creó con otros compañeros un grupo de poetas: Los corazones inocentes. En 1982 inició estudios de posgrado de literatura en la Universidad Normal de Pekín, donde más tarde ocuparía una plaza de profesor y lograría el doctorado. Cinco años después publicó su primer libro, Crítica de la elección: diálogo con Li Zehou, que se convirtió en un éxito. La obra, sobre filosofía y estética, desafiaba las ideas del profesor Li Zehou, un prominente pensador con gran influencia entre los jóvenes intelectuales, que tras la matanza de Tiananmen (1989) emigró a Estados Unidos.

Fue por aquellos años, hace más de dos décadas, cuando el ahora premio Nobel conoció a alguien que iba a hacerle mucha falta para acompañarle en sus frecuentes choques con el régimen chino: el abogado Mo Shaoping, un hombre corpulento, de voz profunda y verbo fácil. Ahora no solo recuerda al Liu Xiaobo que conoció en libertad -"era profesor doctorado en la universidad, tenía ideas vanguardistas, era diferente de la mayoría de la gente"-, sino a una persona austera y directa. A Mo le encantaría volver a salir de cena con Liu y otros amigos, como hacían a veces, y volver a oír las opiniones del intelectual Liu, del que asegura que cuando alguien le gusta lo dice claramente, y cuando no le gusta, también: "Es una persona muy directa".

El activismo político de Liu Xiaobo comenzó en abril de 1989, cuando dejó su puesto como profesor visitante en la Universidad de Columbia (EE UU) y se unió a las manifestaciones a favor de la democracia de Tiananmen. El 2 de junio se sumó a la huelga de hambre de los estudiantes para protestar contra la ley marcial y pidió negociaciones pacíficas. En la madrugada del 4 de junio, cuando los tanques del Ejército Popular entraban en Pekín, gestó junto con otros líderes un acuerdo entre los manifestantes y las tropas que "permitió a muchos estudiantes salvarse del baño de sangre ocurrido en otras zonas de la capital", según la organización de derechos humanos Human Rights Watch. Tras la represión de la protesta, fue acusado de "cabecilla" y "mano negra" del movimiento. El 6 de junio fue arrestado por "contrarrevolucionario", y pasó 20 meses en la cárcel. Tras ser liberado en enero de 1991, se le prohibió dar clases y ocupar puestos académicos.

"Cuando salió de prisión sus opiniones eran muy radicales. Más tarde, se calmó y se hizo más racional. Escribió artículos de una gran profundidad. Respeto profundamente su sabiduría y sus ideas pacíficas y racionales para impulsar la democracia y la existencia de un sistema legal en China", afirma Mo, un hombre corpulento, de voz profunda y verbo fácil.

A partir de entonces, Liu trabajó como escritor independiente y continuó su lucha por las libertades, lo que le traería de nuevo problemas. Entre mayo de 1995 y enero de 1996 fue detenido sin cargos formales por sus escritos y por organizar varias peticiones al Parlamento. A finales de ese mismo año fue internado en un campo de reeducación por su trabajo y sus ensayos críticos con el Gobierno y por pedir la revisión de lo ocurrido en Tiananmen. Pasó tres años. Tras ser liberado en octubre de 1999 continuó demandando reformas y escribiendo ensayos, en su mayoría publicados en el extranjero, aunque también circulaban en China. Al principio se resistió a entrar en el mundo de Internet, pero más tarde lo definiría como "el regalo de Dios a China".

En 2008 cruzó de nuevo la línea de lo admisible para el Partido Comunista Chino, y el 8 de diciembre fue arrestado por agentes del Gobierno y fue llevado a un paradero desconocido sin notificarlo a su familia y sin permitirle el acceso a sus abogados. La Carta 08 había provocado escalofríos en las altas esferas del poder, y el Gobierno quiso darle un castigo ejemplar. Como dice el refrán chino: "Matar a la gallina para asustar al mono". El 25 de diciembre de 2009 -en plenas fiestas navideñas en Occidente-, Liu fue condenado a 11 años de cárcel.

Mo Shaoping asegura que Liu no tuvo un juicio justo. "China no es un país con un sistema judicial independiente. El tribunal no podía condenar a Liu a 11 años, fue el Gobierno quien lo decidió. La sentencia es inconstitucional y no superará el juicio de la historia", afirma Mo, quien tuvo que ceder la defensa de su amigo a Shang Baojun, otro abogado de su bufete, porque él fue vetado por las autoridades por ser también uno de los signatarios de la Carta 08.

Mo Shaoping afirma que el proceso estuvo plagado de irregularidades, que se restringió el acceso de Liu a su defensor y que el tribunal limitó a este el tiempo de intervención durante el juicio. El disidente fue condenado en una vista que duró menos de tres horas. "Es injusto", señala Mo, que defendió por primera vez al escritor chino cuando este tuvo problemas a mediados de la década de 1990. "En aquellos años, era un riesgo hacerse cargo de uno de estos casos. Muchos abogados no se atrevían", cuenta. Hoy, aunque la situación ha mejorado, muchos siguen sin osar defender a activistas y disidentes.

Liu Xiaobo ha mantenido que su sentencia viola la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la propia Constitución china, ya que esta garantiza, entre otros derechos, la libertad de expresión y la libertad de asociación. Así lo afirmó en un artículo publicado en el diario de Hong Kong South China Morning Post en febrero de 2010: "La reforma política china debe ser gradual, pacífica, ordenada y controlable, y debería ser interactiva, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. Esta forma es la menos costosa y conduce a los resultados más efectivos. Conozco los principios básicos del cambio político, que el cambio social ordenado y controlable es mejor que el cambio caótico. El orden de un mal gobierno es mejor que la anarquía. Me opongo a gobiernos que son dictaduras o monopolios. Esto no es 'incitar a la subversión del poder del Estado'. Oposición no equivale a subversión".

Son las palabras de un intelectual, como le definen quienes le conocen. "Es una persona agradable y pacífica, un lector voraz, con amplio conocimiento, muy racional, con un gran sentido de la lógica y es muy claro en sus objetivos", afirma Shang Baojun, su abogado.

Desconocido por la mayoría de los chinos, Liu es respetado entre intelectuales y estudiantes, aunque no es del agrado de todos en el fracturado mundo de la disidencia china. "Aún no se ha convertido en el tipo de persona de gran inspiración que es Nelson Mandela (Nobel de la Paz en 1993)", afirmaba esta semana Wan Yanhai, un activista por los derechos de los enfermos de sida.

El régimen de Pekín asegura, sin embargo, que Liu Xiaobo es "un separatista" y "un criminal", y que su designación es "una obscenidad contra el Premio de la Paz". "Liu Xiaobo es un criminal convicto por violar la ley. Concederle el Premio Nobel de la Paz equivale a alentar el crimen en China y constituye una violación de la soberanía judicial china", ha afirmado Ma Zhaoxu, portavoz de Exteriores. El diario oficial en inglés Global Times ha calificado el premio de "muestra arrogante de ideología occidental". Las felicitaciones y las peticiones de liberación de Liu Xiaobo han llegado de todo el mundo, desde Estados Unidos hasta la Unión Europea, pasando por Japón y Taiwan.

Durante décadas, el Gobierno chino ha soñado con que uno de sus ciudadanos se alzara con alguno de los Nobel que cada año rinden honor a investigadores, escritores o políticos de todo el mundo. Pekín combina el anhelo por el reconocimiento de su cultura milenaria y sus logros con el resentimiento por tener que conseguir la validación fuera de sus fronteras. Se trata de lo que Julia Lovell, profesora de historia y literatura chinas en la Universidad de Londres, denomina "el complejo Nobel de China". Pero la obsesión de Pekín con este premio ha chocado una vez tras otra con lo que considera el afán occidental de imponer su ideología al mundo, y, aún más, el deseo de atacar a China para evitar su ascenso. En 1989, el Dalai Lama, nacido en lo que hoy es la región autónoma china de Qinghai, pero exiliado desde 1959, fue galardonado con el Nobel de la Paz, provocando las protestas airadas de Pekín, que considera al líder budista tibetano como un separatista. En 2000, Gao Xingjian, un escritor y dramaturgo emigrado a Francia para huir de la censura -que luego adquirió la nacionalidad del país europeo-, recibió el Nobel de Literatura: Pekín respondió con desdén, prohibió sus libros y continúan proscritos 10 años más tarde. Y ahora le ha tocado el turno a Liu Xiaobo, un disidente encarcelado.

El comité noruego aseguró al anunciar el premio que le ha sido concedido por "su larga y pacífica lucha por los derechos humanos fundamentales en China", y acusó a Pekín de "restringir claramente" las libertades de sus ciudadanos. "El nuevo estatus de China debe ir acompañado de mayor responsabilidad", dijo. Un sonoro guantazo en público que ha provocado la furia del régimen de Pekín, que por un lado se siente ofendido, y por otro, incomprendido, porque se considera protagonista de uno de los cambios económicos y sociales más importantes de la humanidad, al haber sacado a cientos de millones de personas de la pobreza en las tres últimas décadas.

A pesar de la férrea censura aplicada por Pekín en la prensa oficial, Internet y los teléfonos móviles, la noticia del premio Nobel se ha propagado veloz. "Se lo merece, Liu Xiaobo representa algo distinto en nuestro país y en nuestra sociedad. El Gobierno debería pensar cómo afrontar su caso y plantearse: '¿Tenemos nosotros razón o tiene el mundo razón?", afirma Wu Zuolai, uno de los firmantes iniciales de la Carta 08. "No le conozco personalmente, pero he leído algunos de sus artículos. Son críticos y muy racionales. Propone cosas, pero su poder es limitado".

El Nobel de Liu vuelve a centrar la atención mundial sobre la situación de los derechos humanos en China y los casos de otros disidentes como Guo Quan (sentenciado a diez años en octubre de 2009), Tan Zuoren (a cinco años, en febrero de 2010), Hu Jia (a tres años y medio, en abril de 2008), Huang Qi (a tres años, en noviembre de 2009) o Gao Zhisheng. Desde que fue anunciado el premio, numerosos activistas han sido detenidos, interrogados por la policía o puestos bajo vigilancia en todo el país. Entre ellos, Liu Xia, la esposa del nuevo Nobel, que continúa en arresto domiciliario sin orden legal.

Un grupo de manifestantes con carteles pidiendo la libertad de Liu Xiaobo, nuevo Premio Nobel de la Paz, recorren las calles de Hong Kong, el 10 de octubre de 2010.
Un grupo de manifestantes con carteles pidiendo la libertad de Liu Xiaobo, nuevo Premio Nobel de la Paz, recorren las calles de Hong Kong, el 10 de octubre de 2010.REUTERS
Una de las pocas imágenes sonrientes de Liu Xiaobo, el premio Nobel encarcelado, al que se conoce ahora en el mundo solo a través de algunas fotos.
Una de las pocas imágenes sonrientes de Liu Xiaobo, el premio Nobel encarcelado, al que se conoce ahora en el mundo solo a través de algunas fotos.

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