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Ciencia recreativa | GENTE
Columna
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El caso Segundo Diez

Javier Sampedro

-Abogada Caplan, haga el favor de sacar a ese mono de la sala -ordenó el juez.

-Ese mono es mi cliente, señoría -respondió Caplan.

-¿Cómo? Pero creí que su cliente era el señor... -el juez rebuscó entre sus papeles- ...el señor Segundo Díez, ¿no es así?

-Segundo Diez, señoría -le corrigió Caplan-. Es el segundo gorila del experimento diez.

-¡Protesto! -dijo el fiscal Krauthammer por encima del murmullo de la sala. Ese mono es que da miedo verlo, señoría -respondió el fiscal Krauthammer-. Solicito unos grilletes y...

-¡No consentiré que esposen a mi cliente!

-...¡y un bozal!

-¡Ja! ¡Supongo que el bozal será para el señor fiscal, señoría!

La sala estalló en una carcajada.

-¡Silencio, señores! -martilleó el juez-. ¡Silencio, he dicho, o desalojo la sala ahora mismo!

Estaba yo en pleno desarrollo fetal cuando el doctor Balaban me introdujo células humanas en el cerebro

-No se rían del fiscal -dijo el gorila-. Llevar bozal no es cosa de broma.

Las carcajadas cesaron de inmediato. El fiscal Krauthammer, que se disponía a protestar, se quedó paralizado con la p en la boca y la consiguiente cara de panoli.

-Señoría -dijo Caplan-, solicito permiso para que mi cliente exponga su caso por sí mismo.

-Permiso concedido -atinó a decir el juez-. Adelante, señor Díez.

-Diez -corrigió el gorila, y se puso en pie antes de proseguir-. Yo, señor, nací en La Jolla, California, aunque mi estirpe es africana, como la suya de usted.

-Muy bien, señor Diez -dijo la abogada Caplan mientras tendía un plátano a su cliente-. Prosiga.

-Estaba yo en pleno desarrollo fetal cuando el doctor Balaban, aquí presente, me introdujo células humanas en el cerebro, para ver si eran capaces de colonizar mis lóbulos frontales.

-¿Y lo eran? -preguntó el juez al ver que el gorila se callaba y empezaba a parpadear pesadamente.

-Lo siento, señoría -dijo Caplan-, es la hora de la siesta de mi cliente.

Vale, vamos a hacer aquí un corte de publicidad y promociones. ¿Qué les va pareciendo la película? Floja, ¿no? Absurda, ¿verdad? ¡Ja! Los primeros experimentos de trasplante de células humanas al cerebro de un mono se publicaron en 2001 (Science, 293:1820). No salió nada parecido a Segundo Diez, pero ¿se atrevería usted a descartar algo así en el futuro? El año pasado, 22 científicos, filósofos y juristas -entre ellos Mark Greene, Daniel Dennett y Ruth Faden- formaron un grupo de trabajo para analizar las implicaciones morales de ese tipo de investigación. El grupo acaba de publicar sus conclusiones (Science, 309:385), y la primera es que no hay consenso: algunos miembros del comité se oponen a toda experimentación con monos, o no ven razón para trasplantarles células humanas, y menos en el cerebro. Pero otros aducen que estas investigaciones serán muy valiosa para aprender a manejar las células precursoras del cerebro humano, con la esperanza de usarlas después para tratar a pacientes neurológicos. Estos argumentos son muy sólidos, y es probable que se acaben imponiendo.

"Un posible resultado de estos trasplantes", escriben los expertos en Science, "es que la criatura resultante desarrolle capacidades cognitivas que alteren su estatus moral. El desafío es comprender las capacidades mentales de los monos transplantados y tratarlos de un modo apropiado a su estatus moral".

Por el momento, Segundo Diez sigue durmiendo.

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