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Crítica:cine
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una estrella del crimen

Javier Ocaña

Los condicionamientos sociales pueden convertir a un infractor de la ley, a un delincuente, en un ídolo de masas. Dependiendo de quién sean los muertos, los robados, los perjudicados. John Dillinger operó durante la Gran Depresión americana, en los años treinta. Tras una época de gran crecimiento económico, de especulación bursátil, de beneficios ingentes conseguidos de forma rápida y burlesca, el crash del 29 desembocó en la quiebra de numerosos negocios, en la multiplicación del desempleo, en la pobreza. ¿Les suena? En ese clima, la hostilidad contra los bancos era moneda común entre la gente de a pie, así que la figura del ladrón Dillinger, estiloso y de gatillo difícil, se fue dibujando como la de un icono del pueblo. Justo como lo describe Michael Mann en Enemigos públicos, su nueva incursión en el crimen. Una película extraordinaria que, aunque trate una figura y una época ampliamente desarrollada por el cine de calidad, luce novedosa por dos razones: por la continua preocupación de Mann por los mecanismos de representación de la violencia y por la textura que ofrece el rodaje en alta definición.

ENEMIGOS PÚBLICOS

Dirección: Michael Mann.

Intérpretes: Johnny Depp, Christian Bale, Marion Cotillard, Billy Crudup, David Wenham, Channing Tatum.

Género: drama criminal. EE UU, 2009. Duración: 140 minutos.

Desde aquel inmenso tiroteo de Heat (1995), donde imagen, sonido y movimiento de los personajes acababan componiendo una sinfonía del disparo, Mann no ha parado de estudiar la escenificación de la agresión como un proceso que incluyera elementos a medio camino entre el espectáculo y la lírica concluyendo en una armonía casi religiosa. Así era la irrupción de Tom Cruise en la discoteca de Collateral; así era el atropello en la carretera de Miami Vice; así es el asedio a la posada en el bosque de Enemigos públicos: una ceremonia nocturna de luces y sonido con la coreografía de un baile criminal. Mann sigue indagando, además, en las posibilidades de la alta definición, en su profundidad de campo, en su textura hiperrealista. El resultado es una película nueva sobre un tema ya desarrollado.

Técnica aparte, el director de El dilema, también coguionista, vuelve a demostrar su facilidad para el melodrama romántico expuesto en apenas una pincelada. Como aquella conversación en el balcón de Heat entre Robert De Niro y Amy Brenneman, como el inmenso flirteo con futuro de Jamie Foxx y Jada Pinkett en el taxi de Collateral, Enemigos públicos también contiene el diálogo clave de un porvenir amoroso, cincelado en apenas un par de minutos alrededor de un guardarropa. Mann, maestro del cine de acción, ha confeccionado una obra inmensa sobre la mitología popular. Su John Dillinger, como una estrella del rock, está orgulloso de salir en los noticiarios, y esa secuencia en la que todos miran en el cine a derecha e izquierda (quizá sacada de Los invasores, de Powell y Pressburger) para ver si a su lado está el presunto demonio, sólo es la culminación del ego del artista, del ego del criminal, alimentado en tiempos de crisis.

Johnny Depp y Marion Cotillard, en <i>Enemigos públicos.</i>
Johnny Depp y Marion Cotillard, en Enemigos públicos.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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