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Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Los viajes imaginarios de Hugo Pratt

La vida del creador de Corto Maltés fue tan intensa como la del héroe de sus cómics. Una exposición en Siena celebra la delicada poesía de sus narraciones y recorre los lugares que habitó el artista

Andrea Rizzi

"Si Hugo Pratt hubiera sido sólo el autor de las acuarelas recogidas en la exposición Periplo imaginario, ello bastaría para dedicarle por lo menos un párrafo en la historia del arte. Pero el riesgo es que alguien, fascinado por las imágenes prodigiosas de esta exposición, admita que Pratt fue un gran artista sólo porque fue un buen pintor, y casi a pesar de su militancia en el universo del cómic. Sin embargo, Pratt ha sido un gran artista sobre todo como narrador en el formato historieta [...], a pesar de que muchos sigan pensando que los tebeos sean una categoría menor del arte. Fue un genial narrador verbo-visual".

Esas palabras de Umberto Eco, publicadas por el diario italiano La Repubblica, definen quizá la emoción fundamental que ofrece Periplo imaginario, la gran exposición antológica organizada en el prestigioso complejo museístico Santa María della Scala de Siena para celebrar la obra de Hugo Pratt (Rímini, 1927-Lausana, 1995) a los 10 años de su muerte. Periplo imaginario recoge -entre acuarelas, dibujos, apuntes en tinta china y planchas originales de tebeos- unas 350 piezas del autor italiano que, en 1967, dio la vida a Corto Maltés, el romántico y solitario marinero medio gitano y medio irlandés que muy pronto se convirtió en una leyenda del mundo de los tebeos. Corto es, sin duda, la punta más visible del iceberg de la obra de un autor traducido a 19 idiomas, que vende anualmente unas 200.000 copias entre cómics y publicaciones varias y -no sólo según Eco- se eleva a la dignidad de relevante referencia del arte figurativo del siglo XX.

La exposición señala la relevancia en la memoria y en el instinto de Pratt de su infancia en Venecia y su adolescencia en Etiopía
Por sus venas corría sangre inglesa, francesa, española, judía y turca. Su familia se consideraba esencialmente apátrida

"Periplo imaginario nace como voluntad de hacer un balance y de enseñar los aspectos menos conocidos del trabajo de Pratt, en particular sus acuarelas, junto con la parte principal, los tebeos", explica en una conversación telefónica Patrizia Zanotti, comisaria de la muestra y colaboradora del autor durante los últimos 17 años de su vida.

En el centro de ese amplio balance está, a primera vista, Corto Maltés, el hijo más célebre de la imaginación del maestro veneciano, el que le ofreció el reconocimiento internacional a su creador. Pero, quizá, más que el propio Corto, es la relación entre Hugo y este personaje la que centra la mirada de la propuesta de Siena. La relación entre hombre y héroe, autor y personaje, soñador y sueño.

Periplo imaginario -que estará en Siena hasta el 2 de octubre y que viajará a París en otoño y después, en las intenciones de los organizadores, a Barcelona- se parece mucho a una discreta invitación a ahondar en esa relación, a descubrir hasta qué punto las aventuras de Corto fueron el sueño de Hugo y hasta qué punto, sorprendentemente, la reminiscencia de su fascinante experiencia.

La biografía de Pratt, que no tiene mucho que envidiar a una aventura de Corto, ayuda a entender la cuestión. Hugo Pratt nació el 15 de junio de 1927, en Rímini, en una casa frente al mar. Lo de Rímini fue casual: sus padres estaban allí de vacaciones. Pero lo del mar, no, porque su familia residía en Venecia: de todas formas, Pratt hubiera nacido cerca del mar. Era su destino.

En sus venas corría sangre inglesa, francesa, española, judía y turca. Su familia se consideraba fundamentalmente apátrida y él vivió en la ciudad de los canales hasta los 10 años, cuando su padre, militar, fue destinado a Etiopía. Allí empezó el excepcional periplo que le llevó a ser, contra su voluntad, marinero de la Repubblica de Saló (el bando italiano fascista durante el final de la II Guerra Mundial), a ser desertor, traductor para los aliados y prisionero de los alemanes. Ya después de la guerra, vivió 10 años en Buenos Aires, dos en Londres, ocho en Italia, 14 en París, y 11 en Lausana, donde murió el 20 de agosto de 1995.

Por si no fueran suficientemente significativos los lugares de su residencia, se puede añadir que toda su vida estuvo constantemente llena de viajes, reales o de los que "no tienen nada a que ver con los kilómetros", como solía decir.

Casi como un reflejo de ese periplo, el recorrido de la muestra está estructurado en siete grandes áreas geográficas (Venecia, Mundo Céltico, África, América Latina, América del Norte, Pacífico y Asia). "La intención era subrayar la relación entre lo vivido -cultural y físicamente- y lo creado", cuenta Zanotti.

"Corto Maltés, en definitiva, es una mezcla de aspectos de personas reales conocidas y de personajes literarios, una reelaboración de vivencias y de pasiones literarias. Y los lugares en los que se desarrollan sus aventuras son en gran parte los destinos de los viajes de Pratt filtrados a través de las reminiscencias. Nunca vi a Pratt trabajar con una foto en la mesa. Y el interrogante sobre la relación entre autor y personaje lo resolvía quizá el mismo autor, cuando decía que consideraba a Corto como a un compañero de viaje", prosigue.

"La memoria y el instinto eran los elementos dominantes a la hora de empezar una historia", recuerda Zanotti. "Nunca le vi empezar una aventura de Corto con un guión ya escrito. Decía que lo único que hacía falta para empezar a contar una buena historia era un buen final".

La exposición enseña la relevancia del papel que jugaron, en la memoria y en el instinto de Pratt la infancia veneciana y la adolescencia en Etiopía. La estética de esos dos lugares es recurrente en su obra. "Pratt se fue de Venecia con 10 años... hay que imaginar el viaje", subraya Zanotti, "los puertos, el canal de Suez, los batiscafos... y luego Etiopía, los militares, los uniformes, los indígenas. Pratt jugaba con niños africanos, e instintivamente sentía que los adultos se equivocaban. Aprendió allí el respeto hacia las minorías y el que no siempre las historias contadas por los mayores -o escritas por los poderosos- son correctas. De ahí que en muchas de sus obras los indígenas, los representantes de las culturas minoritarias hablen con sabiduría, dando un vuelco a la visión que los occidentales tenemos asumida".

Fabula de Venecia -la aventura de Corto Maltés que EL PAÍS ofreció a sus lectores en la colección Cómics- es un evidente ejemplo de esas influencias. Pero Periplo imaginario, que ya ha sido visitada por 25.000 espectadores, demuestra que esas influencias y la delicada emoción de sus reelaboraciones, están presentes en toda la obra de Pratt, más allá de Corto.

Milo Manara, otro gran maestro del tebeo italiano y amigo de Pratt, dijo de la exposición: "Es bellísima y conmovedora. Me emociona ver las planchas de Pratt en paneles tan grandes: en conjunto dan la sensación de un gran fresco, y muestran la cantidad de trabajo minucioso y sabio que hay detrás de cada dibujo".

Y, recordando al amigo, añadió: "En 27 años de amistad siempre he llamado a Hugo Pratt Maestro, nunca Hugo, aunque hayamos sido compañeros de vida, viajes, y copas. Nunca he conocido un hombre más libre que él: naturalmente eso implicaba un cierto carácter áspero, decidido a luchar en contra de cualquier chantaje afectivo. De mí, apreciaba muchísimo que supiera cuándo era el momento de irme...".

La cronología de las obras expuestas demuestra la creciente atención que Pratt dedicó a las acuarelas. "Yo soy un veneciano, y el agua para mí es importante", decía. La narración de los hechos en las acuarelas trasciende cada vez más en una dimensión potentemente emotiva y sugerente. Las imágenes necesitan cada vez menos el antes y el después, llenas de sentido de por sí. Como cuadros. Y, sin embargo, las historias enganchan, arrastran. En los viajes, imaginarios y reales, de Hugo Pratt.

Acuarela de Hugo Pratt sobre Corto Maltés para<i> La casa dorada de Samarcanda</i> (1987).
Acuarela de Hugo Pratt sobre Corto Maltés para La casa dorada de Samarcanda (1987).
Hugo Pratt, junto a su personaje Corto Maltés.
Hugo Pratt, junto a su personaje Corto Maltés.MARCEL·LÍ SÁENZ

Una pasión de Umberto Eco

Cuando quiero relajarme, leo ensayos de Engels. Si, por el contrario, tengo ganas de concentrarme, leo Corto Maltés". Umberto Eco nunca escondió su pasión por las aventuras del marinero creado por la fantasía de Hugo Pratt, y en más de una ocasión, le utilizó para provocar a quienes consideran el cómic un arte menor.

Hace 10 días, el semiólogo piamontés volvió a reflexionar sobre la obra de Pratt en un amplio artículo publicado por el diario italiano La Repubblica. Comentando algunas de las obras de la exposición, Eco no tiene miedo en decir que algunas de ellas "alcanzan esa relación con el universal propia de la gran pintura, cualquiera sea la técnica utilizada".

Pratt, según Eco, estuvo probablemente influenciado por Conrad, Stevenson y Kipling, "pero no se encuentra en su obra ningún indicio de parasitismo. Pratt reconoce sus fuentes de inspiración, pero combate con coraje su lucha con el ángel, elabora y resuelve, como diría Bloom, su angustia de la influencia y crea historias que son sólo e inequívocamente Pratt".

En el texto, Eco evoca una anécdota sugerente. "Casi siempre los dibujantes de tebeos se retratan en sus protagonistas o, como mucho, en los deuteragonistas. [...] De Pratt nunca lo sospeché. Pero un día le encontré en Milán, en la presentación de un libro, y le presenté a mi hija, que debía tener 8 o 10 años y que ya era lectora de Corto. Ella me susurró al oído que Pratt era Corto. Que el rey esté desnudo sólo lo pueden decir los niños. Pratt no tenía la altura, la figura esbelta de Corto, pero, mirándole bien, tuve que admitir que de alguna forma era Corto: la línea de la nariz, el corte de la boca. No sé, seguramente no era el Corto de las primeras historias, sino el más mágico de las últimas, aquellas que Pratt todavía no había dibujado... Pratt se estaba buscando [...] y, buscándose, perseguía algunos sueños errabundos".

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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